martes, 29 de marzo de 2011

PEQUEÑOS CONSEJOS


Pequeños Consejos


No te detengas en lo malo que has hecho; camina en lo bueno que puedes hacer. No te culpes por lo que hiciste, más bien decídete a cambiar.

No te mires con tus ojos, contémplate con la mirada de Dios. No pienses en lo largo que es el camino de tu transformación, sino en cada paso que puedes dar para ser lo que Dios quiere que seas. No confíes en tus propias fuerzas; pon tu vida en manos de Dios. No trates que otros cambien; sé tú el responsable de tu propia vida y trata de cambiar tú.

Deja que el amor te toque y no te defiendas de él. Sólo contempla la meta y no veas que tan difícil es alcanzarla. Vive cada día, aprovecha el pasado para bien y deja que el futuro llegue a su tiempo. No sufras por lo que viene, recuerda que "cada día tiene su propio afán" (Mt. 6,34)

Busca alguien con quien compartir tus luchas hacia la libertad; una persona que te entienda, te apoye y te acompañe en ella. No te des por vencido, piensa que si Dios te ha dado la vida,
es porque sabe que tú puedes con ella. Si algún día te sientes cansado, busca el descanso en Dios
que renovará tus fuerzas. Si algún día te sientes demasiado responsable de otros, recuerda que sólo Jesús es el Mesías. Si te sientes atado a alguien, pídele a Jesús que rompa las ataduras y que su amor vuelva a crear lazos nuevos de amor según su Espíritu. Si reaccionas ante toda provocación, ruega a Dios para que te enseñe a responder en lugar de reaccionar.

Si tu felicidad y tu vida dependen de otra persona, despréndete de ella y ámala, sin pedirle nada a cambio.
Si necesitas tener todo bajo control, entrega el control de tu vida a Dios y confía en su poder y en su amor por ti. Aprende a mirarte con amor y respeto, piensa en tí como en algo precioso; ¡eres un hijo de Dios! Piensa que Él está más interesado que tú en que te conviertas en esa creación que Él pensó desde toda la eternidad."

PERDONA PORQUE ES PERDONADO

Perdona porque es perdonado
Autor: Padre Guillermo Ortiz SJ.


El cristiano trata a los demás de la misma manera que Dios lo trata a él.

Si Dios no tiene en cuenta los pecados, si no nos hace pagar por nuestras culpas y perdona con su vida, con su cuerpo y su sangre, entonces, el cristiano también perdona a los que lo ofenden, persiguen y maltratan. Si Dios nos ama con el amor más difícil que es el perdón, el hombre y la mujer que experimentan la grandeza y la profundidad del amor de Dios con el perdón total de las ofensas con el sacramento de la reconciliación, hacen lo mismo con los demás, son generosos con el perdón y perdonan de corazón, aun cuando sienten el dolor de la herida y el daño causado por el otro, como Jesús sintió las heridas y el dolor de la pasión y de la cruz.

Perdonar es un misterio, es una gracia de Dios. No se puede perdonar las ofensas haciendo de tripas corazón, a nosotros nos sale el ojo por ojo y diente por diente, sentimos el deseo de vengarnos o de hacer justicia. Pero si Dios hiciera justicia nos eliminaría de la faz de la tierra, pero no lo hace, nos tiene paciencia y nos da otra oportunidad setenta veces siete. Lo mismo hace el hombre y la mujer que se saben perdonados por Dios.

Si nos cuesta amar y perdonar, puede ser que nos falte tomar más conciencia de todo lo que Dios nos ama y nos perdona en la vida. ¿No le parece?


‘Si perdonan a los que los ofenden, Dios los perdona a Uds. -dice Jesús’

SABER QUE DIOS ESTÁ CON NOSOTROS


Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
Saber que Dios está con nosotros
Miércoles tercera semana Cuaresma. El Señor ha querido venir a nuestra vida, es una presencia viva.

Saber que Dios está con nosotros

“Yo les aseguro que antes se acabarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley”. Jesucristo cumple siempre lo que promete. El esfuerzo, el interés y la búsqueda que Cristo realiza en nuestra alma es algo que Él hace en todo momento. No pasará el cielo y la tierra sin que se cumpla lo que Dios nuestro Señor tiene planeado para cada uno de nosotros. Esto tiene que dar a cada uno de nuestros corazones una gran tranquilidad, una gran paz. Tiene que darnos la tranquilidad y la paz de quien sabe que Dios está apoyándole, de quien sabe que Dios está buscándole, de quien sabe que Dios está a su lado.

Hay veces que los caminos de nuestro Señor pueden ser difíciles de seguir. Cuántas veces nos preguntamos: ¿por qué el Señor nos lleva por este camino, por qué el Señor nos conduce por este sendero? Cristo vuelve a repetirnos que Él es la garantía. Su Palabra misma es la garantía de que efectivamente Él va a estar con nosotros: “No pasará el cielo y la tierra”.

Cuántas veces, cuando nosotros vamos en el camino de nuestra existencia cristiana, podríamos encontrarnos con dudas y obscuridades. La Escritura habla del pueblo que está a punto de entrar a la tierra prometida, y en el momento en que va a entrar, Dios le vuelve a decir lo mismo: Yo voy a entrar contigo. Yo voy a estar contigo a través de los Mandamientos, a través de tu vida interior, a través de la iluminación.

Nosotros tenemos también que encontrar que Dios está con nosotros, que el Señor ha querido venir a nuestra vida, ha querido venir a nuestra alma, ha querido encontrarse con nosotros. Su presencia es una presencia viva. Y el testimonio espiritual de cada uno de nosotros habla clarísimamente de la presencia viva de Dios en nosotros, de la búsqueda que Dios ha hecho de nosotros, de cómo el Señor, de una forma o de otra, a través de los misteriosos caminos de su Providencia, nos ha ido acompañando, nos ha ido siguiendo. Si el Señor hubiera actuado como actuamos los hombres, ¡cuánto tiempo hace que estaríamos alejados de Él! Dios actúa buscándonos, Dios actúa estando presente, porque sus palabras no van a pasar.

¿Tengo yo esta confianza? ¿Mi alma, que en todo momento, de una forma o de otra, está iluminada por el Espíritu Santo para que cambie, para que se transforme, para que se convierta, está encontrando esa confianza en Dios, está poniendo a Cristo como garantía? ¿No nos estaremos poniendo a nosotros mismos como garantía de lo que Dios va a hacer en nuestra vida y que vemos muy claro lo que hay que cambiar, pero como garantía nos ponemos a nosotros mismos, con el riesgo —porque ya nos ha pasado muchas otras veces—, de volver a caer en la misma situación?

Aprendamos a ponernos en las manos de Dios. Aprendamos a confiar en la garantía que Cristo nos dé, pero, al mismo tiempo, aprendamos también a corresponder a nuestro Señor.

“El que quebranta uno de estos preceptos menores y los enseña así a los hombres, será el menor en el Reino de los Cielos”. La responsabilidad de escuchar la Palabra de Dios hasta en las más pequeñas cosas, es una responsabilidad muy grande que el Señor ha querido depositar sobre nuestros hombros, dentro de nuestra concreta vocación cristiana. El Señor es muy claro y dice que no podemos darnos el lujo ni de quebrantar, ni de enseñar mal los preceptos, incluso los menores. Así como la garantía que Él nos da es una garantía de cara a la perfección cristiana, Él también quiere que nuestra correspondencia sea de cara a la perfección cristiana. El Señor nos llama a la perfección.

Vamos a pedirle al Señor que nos ayude a escucharlo, a tenerlo a nuestro lado, a tenerlo como garante de nuestros propósitos y de nuestras luchas. Pero, al mismo tiempo, vamos a pedirle que nos ayude a corresponder hasta en los preceptos menores. Que no haya nada que nos aparte del amor de Jesucristo. Que no haya nada que nos impida ser grandes en el Reino de los Cielos, que no es otra cosa sino tener en nuestra alma el amor vivo de nuestro Señor, de ser capaces de tenerlo siempre muy cerca a Él, y al mismo tiempo, de ser profundamente entregados a todo lo que Él nos va pidiendo.
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