viernes, 6 de mayo de 2011

VENÍD A MI Y NO TENGAS MIEDO


VENÍD A MI Y NO TENGAS MIEDO

Ah! ¡Si las almas supiesen como las espero lleno de misericordia! ¡Soy el amor de los amores, y no puedo descansar sino perdonando!

¡Siempre estoy esperando con amor que las almas vengan a Mí! ¡Vengan!... ¡Échense en mis brazos! ¡No tengan miedo! Conozco el fondo de las almas, sus pasiones, su atracción por el mundo y los placeres. Sé desde toda la eternidad cuántas almas me han de llenar el corazón de amargura, y que para gran número, ¡mis sufrimientos y mi sangre serán inútiles! Mas, como las amé, así las amo...


No es el pecado lo que más hiere mi Corazón... Lo que lo despedaza es que ellas no quieran refugiarse en Mí después de haberlo cometido. Sí, deseo perdonar, y quiero que mis almas escogidas den a conocer al mundo, cómo mi Corazón espera a los pecadores, transbordando de amor y de misericordia.

También quiero mostrar a las almas que nunca rechazo mi gracia a ellas, ni aun cuando están cargadas de los más graves pecados, y que no las separo, entonces, de aquellas a quienes amo con predilección. A todas las guardo en mi Corazón, para dar a cada una los socorros que su estado reclama. Quiero darles a comprender que no es por el hecho de estar en pecado mortal, que deben apartarse de Mí. ¡No juzguen que ya no hay remedio para ellas y que nunca más serán amadas como lo fueron otrora! ¡No, pobres almas, no son éstos los sentimientos de un Dios que derramó toda su sangre por vosotros!

¡Venid a Mí y no temáis, porque Yo os amo! Os purificaré en mi Sangre y os tornaréis más blancas que la nieve. Vuestros pecados serán sumergidos en las aguas de mi misericordia, y no será posible arrancar de mi corazón el amor que os tengo.

Vosotros que estáis sumergidos en el mal y que hace más o menos tiempo vivís errantes y fugitivos por causa de vuestros crímenes... Si los pecados de que sois culpados os endurecieron y cegaron el corazón; si para satisfacer vuestras pasiones, caísteis en los peores escándalos... ¡ah! Cuando vuestra alma reconociere su estado, y los motivos o los cómplices de vuestras faltas os abandonaren, no dejéis que de vosotros se apodere el desespero. Mientras el hombre tuviere un soplo de vida, podrá acudir aún a la misericordia e implorar perdón. Vuestro Dios no consentirá que vuestra alma sea presa del infierno.

Por el contrario, desea y con ardor, que de Él os aproximéis para perdonaros. Si no osáis hablarle, dirigidle a Él vuestras miradas y los suspiros de vuestro corazón, y en breve veréis que su mano bondadosa y paternal os conduce a la fuente del perdón y de la Vida!

Deseo que las almas crean en mi misericordia, esperen todo en mi bondad y no duden nunca de mi perdón. ¡Soy Dios, mas Dios de amor! Soy Padre, mas Padre que ama con ternura y no con severidad.



Mi corazón es infinitamente sabio, pero también infinitamente santo, y como conoce la miseria y la fragilidad humanas, se inclina hacia los pobres pecadores con misericordia infinita. Amo a las almas después de que cometieron el primer pecado, si humildemente vienen a pedir perdón. Las amo aún cuando lloraron su segundo pecado, y si esto se repitiere, no digo un billón de veces, sino millones de billones, las amo y les perdono siempre, ¡y lavo en la misma sangre tanto el último como el primer pecado!
No me canso de las almas, y mi Corazón siempre espera que vengan a refugiarse en Él por más miserables que sean. ¿No tiene un padre más cuidado con el hijo enfermo, que con los que tienen buena salud? Para con este hijo, no son mayores sus delicadezas y su desvelo. De igual manera, mi Corazón derrama sobre los pecadores su compasión y ternura, con más liberalidad que sobre los justos.

Denme su amor y nunca desconfíen del mío, y sobre todo, denme su confianza y no duden de mi misericordia. Es fácil esperar todo de mi Corazón!” (1)

Así habló el Divino Redentor. Así continúa hablándonos con el mismo entrañado e infinito amor de Padre y de Dios. Procuremos oírlo, esforcémonos por seguir su cariñoso llamamiento, de depositar en Él esa confianza completa de hijos que todo lo pueden alcanzar de las misericordias de un Corazón omnipotente.

Roguemos a María Santísima, Madre de este Sagrado Corazón, que interceda por nosotros junto a Él, a fin de que ese horno ardiente de caridad “nunca cese de iluminar el horizonte de la vida de cada uno de nosotros, encienda nuestros propios corazones y nos haga abrir las almas para su amor que es eterno y nunca se consume. El único amor capaz de transformar el mundo y la vida humana” (Juan Pablo II, Meditaciones de la Letanía del Sagrado Corazón de Jesús, Junio de 1985).

(“Sagrado Corazón de Jesús, Tesoro de Bondad y de Amor ”, Mons. João Clá Dias, EP)

BELLEZA DE MARÍA

Belleza de María
José M. Pemán

Como en el agua pura y remansada
se reflejan los juncos y las flores,
se refleja en tu frente inmaculada,
la Belleza increada
del Dios de los amores.
Y el pobre peregrino
que va por esta senda de dolores
en busca de un amor grande y divino
que calme su ambición y sus ardores,
mira en tus dulces ojos, Madre mía,
esa divina hartura
de Amor y de Hermosura,
que el corazón ansía,
esa felicidad augusta y plena
que hace en la tierra adivinar el Cielo,
esa quietud beatísima y serena,
esa embriaguez de gracia y de consuelo
que hace olvidar tristezas y pesares,
y es la hartura inefable y deliciosa,
con que embriagaba al rey de los Cantares
el perfume de nardos de la Esposa.

LA ANTORCHA DE CRISTO..





La antorcha de Cristo

Además de ser amigos y compartir muchas cosas en común, Pedro, Sergio, Elena, Rosa y Jaime eran escritores e historiadores, que preparaban juntos una novela histórica sobre la vida de un noble castellano.
Para ello, se dirigieron a un castillo localizado en la provincia de Valladolid, al cual llegaron cuando ya estaba cayendo la tarde. Recorrieron cada una de sus salones y dormitorios, cuando de repente se oyó el sonido de un trueno, apagándose las luces inmediata y sospechosamente.

Elena aseguró a sus amigos de que no había porque inquietarse; ya que se trataba de un corte de luz. Pero el apagón se hacía más largo, y el castillo más tenebroso e inseguro. La única solución que propuso Pedro fue quedarse quietos hasta que se restableciera el servicio eléctrico...pero era febrero, y Valladolid es una ciudad muy fría, y posiblemente el frió acabaría antes con ellos.

Sergio alargó la mano hacia la pared y haciendo un esfuerzo saco un pedazo de madera. - "Esto nos servirá, denme un encendedor", dijo.

Con aquel pedazo de madera, hizo una antorcha. La llama iluminaba la estancia como si fuese un diminuto sol; y Sergio avanzó guiando al resto del grupo para poder salir del castillo.

- "Debemos de salir de aquí todos juntos, y solo tenemos una antorcha. Así que permanezcamos unidos", pidió.
Todos aceptaron, todos menos Jaime, quien argumentó conocer perfectamente el castillo y no necesitar de nadie para salir de él. Además, continuó, "la oscuridad no era tan grande, y hasta era posible encontrase otro pedazo de madera para hacer una antorcha, aunque no le hacía falta".

Sus amigos trataron de disuadirlo, pero Jaime era demasiado orgulloso, y prescindía siempre de todo la ayuda ofrecida.
El grupo prosiguió su camino hacia la salida del castillo; ya afuera y conservando aún la antorcha encendida -porque la noche estaba oscura- oyeron un estrépito. Sergio con la antorcha en la mano salió corriendo hacia el lugar de donde provenía el ruido, en el suelo yacía en un charco de sangre el cadáver del infortunado Jaime, quien se había precipitado por una de las escaleras del castillo. Los cuatro amigos lloraron la muerte de su infortunado amigo. Pero si Jaime hubiese seguido a Sergio, quien llevaba la antorcha, él hubiese permanecido con vida.
Como los protagonista de esta historia, nosotros también nos hallábamos en un castillo, al que la tormenta del pecado dejó sin luz. Dios, por su infinito amor, mandó a su Hijo Jesús, para que con la antorcha de su vida nos saque de las tinieblas de nuestro castillo. Pretender prescindir de su luz y de su ayuda, es exponerse a caer a un precipicio del cual no habrá salida.

CORAZONES DE JESÙS Y DE MARÌA ...

Purísimo Corazón de María, virgen santísima, alcánzanos de Jesús la pureza y la humildad de corazón.
 
 
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