jueves, 2 de febrero de 2012

OH MARÍA¡

Oh María...

¡Oh María! Quien te mira se queda reconfortado en todos sus dolores, tribulaciones y penas y vence todas las tentaciones. Quien no sepa lo que Dios es, que recurra a ti, ¡oh María! Quien no encuentre misericordia en Dios, que recurra a ti, ¡oh María! Quien no se conforme con la voluntad de Dios, que recurra a ti, ¡oh María! Quien sienta desfallecer, que recurra a ti que eres fortaleza y poder.
Quien se encuentra en una lucha continua, que recurra a ti que eres un mar pacífico . Quien se encuentre en tentación, que recurra a ti que eres madre de humildad y no hay nada que ahuyente tan fácilmente al demonio como la humildad. Que acuda a ti, que acuda a ti, ¡oh María!

Santa María Magdalena de Pazzi

SEÑOR VEN A MI PUERTA...

Señor, ven a mi puerta

Ven a tocar mi puerta Jesús Divino,
antes que el sueño de la muerte venga,
y me cubra de frío y de silencio...

Cierto es, que a veces, en forma de un anciano
solo y triste llegaste hasta mi puerta,
y al verte ahí,
Apoyando la mano en tu cayado;
con polvo del camino y tan cansado

¡No te abrí!
A veces eras niño con hambre y mucho frío
y ni un trocito de pan, menos de cariño
¡No tuve para ti!

Y aquella otra ocasión, un pobre enfermo
reflejaba el dolor en su semblante;
y tocando con mano vacilante,
una limosna por amor rogaba.

Esta vez al abrir, sentí de pronto,
el horror que aquel hombre me causaba,
las llagas de su cuerpo supuraban;
y al pesar que su mal me contagiara;
¡Cerré la puerta, de golpe y en su cara!

En forma de un mendigo o de un lisiado
¡Cuantas veces SEÑOR habrás tocado!
y yo me he hecho sordo a tu llamado.

Buscaste caridad donde no había,
un poco de calor y no lo hallabas;
solo hubo mezquindad y en mi osadía,
negaba todo a aquel que me lo daba.

Si al corazón contrito y humillado,
por tu inmensa bondad has perdonado,
¡Perdóname SEÑOR, ven a mi puerta!
Hay tanta soledad y esta desierta

Presentación de Jesús en el Templo


Presentación de Jesús en el Templo

Según la Ley de Moisés, el primer hijo en nacer, el primogénito, le pertenecía a Dios.  El niño debía ser "rescatado" llevándolo al Templo a los 40 días de nacido y pagando por él al Templo con un cordero o, si fuesen pobres, con un par de  palomas.  La liturgia celebra la presentación de Jesús el 2 de febrero por ser esta fecha 40 días después del 25 de diciembre.

José y María cumplieron la ley:

(Lc 2, 22-25, 34-35)
“Llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor. (...) Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón que esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. (...)Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción- ¡y a ti misma una espada te traspasará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.”

¿Por que el "rescate" con un cordero o paloma?
En algunas de las religiones paganas de aquel tiempo, los padres mataban a sus hijos primogénitos para ofrecerlos a los dioses. Dios enseñó a los judíos que esa práctica es una abominación.  En vez de matar al niño debían ofrecer un cordero por su rescate.

Un sacerdote recibía a los padres a la puerta del Templo y hacía la oración de presentación.

El dueño de todo se hizo por amor tan pobre que sus padres no tenían cordero con que rescatarlo. Sin embargo el mismo es el Cordero de Dios que se ofreció para rescatar a toda la humanidad.

Según una costumbre católica los niños se presentan este día en la iglesia al Señor y a la Virgen.

MARÍA PRESENTA A SU HIJO

Autor: Catholic.net | Fuente: Catholic.net
María presenta a su Hijo
La fiesta de hoy debe recordarnos la decisión de cumplir la voluntad de Dios con Espíritu de humildad.
 
María presenta a su Hijo
Hoy celebramos una fiesta muy hermosa: la purificación de María y la presentación del Niño en el templo. En esta fiesta se dan la mano la humildad de María y el amor a la misión de Cristo. Ni María necesitaba ofrecerse al Padre, pues toda su vida no tenía otro sentido, otra finalidad distinta de la de hacer la voluntad de Dios. Ojalá aprendamos en este día estos dos aspectos tan bellos: la humildad y el sentido de la consagración, como ofrecimiento permanente a Dios ... Humildad que es actitud filial en manos de Dios, reconocimiento de nuestra pequeñez y miseria. Humildad que es mansedumbre en nuestras relaciones con el prójimo, que es servicialidad, que es desprendimiento propio.

María, como Cristo, quiso cumplir hasta la última tilde de la ley; por eso se acerca al templo para cumplir con todos las obligaciones que exigía la ley a la mujer que había dado a luz su primogénito.

Este misterio, como los demás de la vida de Cristo, entraña un significado salvífico y espiritual.

Desde los primeros siglos, la Iglesia ha enseñado que en el ofrecimiento de Cristo en el templo también estaba incluido el ofrecimiento de María. En esta fiesta de la purificación de María se confirma de nuevo su sí incondicional dado en la Anunciación: “fiat” y la aceptación del querer de Dios, así como la participación a la obra redentora de su hijo. Se puede, pues, afirmar que María ofreciendo al Hijo, se ofrece también a sí misma.

María hace este ofrecimiento con el mismo Espíritu de humildad con el que había prometido a Dios, desde el primer momento, cumplir su voluntad: “he aquí la esclava el Señor”.

Aunque la Iglesia, al recoger este ejemplo de María, lo refiere fundamentalmente a la donación de las almas consagradas, sin embargo, tiene también su aplicación para todo cristiano. El cristiano es, por el bautismo, un consagrado, un ofrecido a Dios. “Sois linaje escogido, sacerdocio regio y nación santa” (1Pe 2, 9). Más aún, la presencia de Dios por la gracia nos convierte en templos de la Trinidad: pertenecemos a Dios.

La festividad debe recordarnos la decisión de cumplir la voluntad de Dios con Espíritu de humildad: somos creaturas de Dios y nuestra santificación depende de la perfección con que cumplamos su santa voluntad. (Cfr 1Ts 4, 3).

Conforme al mandato de la ley y a la narración del evangelio, pasados cuarenta días del nacimiento de Jesús, el Señor es presentado en el templo por sus padres. Están presentes en el templo una virgen y una madre, pero no de cualquier criatura, sino de Dios. Se presenta a un niño, lo establecido por la ley, pero no para purificarlo de una culpa, sino para anunciar abiertamente el misterio.

Todos los fieles saben que la madre del Redentor desde su nacimiento no había contraído mancha alguna por la que debiera de purificarse. No había concebido de modo carnal, sino de forma virginal....

El evangelista, al narrarnos el hecho, presenta a la Virgen como Madre obediente a la ley. Era comprensible y no nos debe de maravillar que la madre observara la ley, porque su hijo había venido no para abolir la ley, sino darle cumplimiento. Ella sabía muy bien cómo lo había engendrado y cómo lo había dado a luz y quien era el que lo había engendrado. Pero, observando la ley común, esperó el día de la purificación y así ocultó la dignidad del hijo.


¿Quién crees, oh Madre, que pueda describir tu particular sujeción? ¿Quién podrá describir tus sentimientos? Por una parte, contemplas a un niño pequeño que tu has engendrado y por otra descubres la inmensidad de Dios. Por una parte, contemplamos una criatura, por otra al Creador. (Ambrosio Autperto, siglo VIII, homilía en la purificación de Santa María).


¡Oh tú, Virgen María, que has subido al cielo y has entrado en lo más profundo del templo divino! Dígnate bendecir, oh Madre de Dios, toda la tierra. Concédenos, por tu intercesión un tiempo que sea saludable y pacífico y tranquilidad a tu Iglesia; concédenos pureza y firmeza en la fe; aparta a nuestros enemigos y protege a todo el pueblo cristiano. Amén. (Teodoro Estudita, siglo VIII)



Meditación del Papa Juan Pablo II Presentación de Jesús en el Templo Audiencia General del miércoles 20 de junio de de 1990
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