domingo, 8 de diciembre de 2013

LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA, 8 DE DICIEMBRE


La Inmaculada Concepción
Solemnidad - 8 de Diciembre


La Fiesta de María, en el camino a la Navidad, nos une en el gozo de saber que Ella fue concebida de un modo especial. Si bien nuestra Madre del Cielo es como nosotros, fruto de la creación, Ella tuvo una misión extraordinaria, la de ser Madre del mismo Dios. Por eso es que el Señor, en Su Sabiduría, le dio una Gracia especial, la de ser concebida sin estar sujeta al pecado original, como estamos todos los demás humanos.

Así lo confirmó la Iglesia al proclamar el tercer Dogma de María,  por  intermedio del Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854.  Dios puso Su sello de inmediato, al enviar a Su Madre a Lourdes-Francia en 1858 para que se presente a la pequeña e inocente Bernardita de Soubirous con estas palabras: “Yo soy la Inmaculada Concepción”. Bernardita no comprendió estas extrañas palabras, pero grande fue la sorpresa de la jerarquía de la Iglesia al escucharlas de boca de una niña que desconocía totalmente este reciente Dogma, y mucho más aún en un pequeño pueblo perdido en los Pirineos Franceses.

Hoy volvemos a unirnos en el festejo de esta memorable fecha, y lo hacemos pidiendo a nuestros lectores se consagren al Corazón de María con la fórmula que les transcribimos a continuación:

Oh María, Madre de Dios, os pido con humildad de corazón, que veas nuestro interior y nuestra angustia hoy.

Tus hijos, tus pequeñitos, claman despacito, como verdaderos niños, que a través de Cristo, Tu Hijo Divino, a través del Buen Dios,  Nuestro Padre Creador, y a través del Supremo artífice de verdad, el Espíritu Santo, quienes como verdadero consuelo, en todo momento, nos han regalado como Supremo obsequio  vuestro Corazón Inmaculado, consagremos, por vuestra Divina intercesión, a Tu Preciosísimo Corazón Inmaculado, nuestro trabajo, nuestro hogar, nuestro corazón, nuestra querida y necesitada Argentina (puedes rezar con el nombre de tu país), que está hoy especialmente insidiada, y todo lo que el Buen Dios nos regaló, como manifestación de Su Amor, con ello todo lo dispuesto y creado por Dios, símbolo de total perfección.

Te pedimos tus hijitos, nos regales el don de la Fe, una esperanza sin par, verdadera humildad y la perfecta caridad, inspirada en el seno mismo de la Santísima Trinidad, para ser liberados definitivamente de la iniquidad, mediante el triunfo definitivo de tu Inmaculado Corazón, fuente de toda redención.

Te pedimos además que nos enseñes a amar, y a vivir en la verdad, para alcanzar la Patria Celestial.

Amén.

Tomado de Reina del Cielo

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO


EL ÚLTIMO MES DEL AÑO, DICIEMBRE



El último mes del año: DICIEMBRE


Hemos llegado al último mes del año.
Es tiempo de ir cerrando actividades.
Es tiempo de sentir que el año ha transcurrido dejándonos su peso que se hace cansancio.

Es tiempo de comenzar a evaluar lo transcurrido.
Es tiempo de observar que ha sido un año largo de experiencias diversas.
Es tiempo de constatar que han habido situaciones de muy diversos tonos.
Es tiempo de tomar conciencia de las distintas actitudes con las que hemos enfrentado los acontecimientos.

Sin duda que han existido experiencias muy gratas y, también, de las otras.
Todo se ha dado con el ritmo propio de la vida que no ofrece espacio para muchas pausas.
Ha pasado ya, prácticamente, un año y hemos vivido un sin número de situaciones.

Algunas están en nosotros muy marcadas.
Algunas, pese a ser poco el tiempo de vividas, se nos pierden en la memoria.
Algunas, con muy poco esfuerzo, podemos revivirlas.
Algunas, por más empeño que hagamos, no podemos recordarles.
Algunos hechos están tan marcados en nosotros que hasta podemos tener presente el cómo los vivimos.

De otras situaciones podemos recordar lo que nos han enseñado.
Estarán esas otras realidades que habrán pasado junto a nosotros y ni idea podemos tener hoy, luego de un tiempo, de ellas.
Mientras tanto… vivimos el hoy pero nuestra mirada está más puesta en el final.
Sin necesidad de mucha matemática vamos entrando en una cuenta regresiva que, parecería, acrecienta más nuestro cansancio.
Los primeros calores intensos hacen que esa sensación de “fin de año” se acreciente.

Pero nuestro año no está únicamente poblado de situaciones sino que, por sobre todo está poblado de rostros.
Rostros que son parte de nuestro diario vivir.
Rostros que han pasado a formar parte de nuestra vida.
Rostros que se han llegado hasta nosotros por primera vez. Soy un convencido de que Dios todos los años tiene para regalarnos, por lo menos, un rostro nuevo.

Siempre estamos en relación con otras personas.
Podemos encontrar rostros que nos enseñan con su sola presencia.
Podemos encontrar rostros que nos ayudan desde su delicada y madura timidez.
Podemos encontrar rostros que, por alguna actitud, nos han impactado negativamente.
Podemos encontrar rostros que se nos han vuelto grato reencuentro.
Pero, también, podemos encontrar rostros que ya no están más producto de las diversas realidades de la vida.

Todo puede resultar muy fácil de escribir pero necesario se hace retrotraernos en el tiempo para repasar, recordar y revivir.
Frente a toda la carga de realidades que el año nos ha acercado estamos nosotros con nuestra experiencia personal.
Se supone que este año ha sido una oportunidad para darnos y únicamente nosotros podemos saber si hemos aprovechado o no la oportunidad.

Se supone que este año ha sido una oportunidad para crecer y únicamente nosotros podemos tener conciencia del aprovechamiento de nuestros intentos.
Claro que este es un mes particularmente intenso.
Intenso en cierre de actividades, intenso en despedidas, intenso en celebraciones, intenso en oportunidades.

Es un mes donde, parecería, necesario serían algunos días más para poder vivir todo con la intensidad debida pero es, también, un mes donde quisiéramos llegar lo más pronto posible al final.
Es tiempo de final, de cansancio y de evaluaciones.
Es tiempo de actividades extraordinarias y de oportunidades imperdibles.

Ojala este último mes sea un mes que sepamos, pese al cansancio, vivir correctamente.

Padre Martín Ponce de León SDB

VEN SEÑOR!!!



VEN SEÑOR!!

Ven, Señor, a salvarnos. Ven a saciar nuestras hambres, ven a curar nuestras llagas, ven a aliviar nuestras cargas, ven, Señor, a salvarnos.

Ven a limpiar nuestro barro, ven a encender nuestras lámparas, ven a colmar la esperanza, ven, Señor, a salvarnos.

Ven a llenar el vacío, ven a alegrar la tristeza, ven a vestirnos de fuerza, ven, Señor, a salvarnos.

Ven a quitar el pecado, ven a romper las cadenas, ven a ahuyentar las tinieblas, ven, Señor, a salvarnos.

Ven, Señor, y salva a todos los que somos víctimas del pecado y de la debilidad humana. Ven, Señor, a salvarnos.

Sálvanos de tal manera que, con la medicina y el aceite de tu Espíritu, lleguemos a ser también nosotros salvadores.

EL EVANGELIO DE HOY: 08.12.2013

Autor: P. Sergio Córdova LC | Fuente: Catholic.net
Anunciando una edad de oro
Mateo 3, 1-12. Adviento. Con la venida de nuestro Señor Jesucristo estamos felices y se nos llena el alma de gozo y de consuelo.
 
Anunciando una edad de oro
Del santo Evangelio según san Mateo 3, 1-12

Por aquellos días aparece Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: "Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos." Este es aquél de quien habla el profeta Isaías cuando dice: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas. Tenía Juan su vestido hecho de pelos de camello, con un cinturón de cuero a sus lomos, y su comida eran langostas y miel silvestre. Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y toda la región del Jordán, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Pero viendo él venir muchos fariseos y saduceos al bautismo, les dijo: "Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente? Dad, pues, fruto digno de conversión, y no creáis que basta con decir en vuestro interior: "Tenemos por padre a Abraham"; porque os digo que puede Dios de estas piedras dar hijos a Abraham. Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. Yo os bautizo en agua para conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga."

Oración preparatoria

Señor, inicio esta oración con un acto sincero de arrepentimiento de mis pecados. Perdóname, porque soy egoísta; a veces vivo muy centrado en las cosas de todos los días y me olvido de Ti. También te pido perdón por las veces que no sé perdonar, amar y servir a mi prójimo con la atención y el amor que merecen. Confío en tu misericordia.

Petición 

Jesús, suscita en mi alma el celo por la misión de san Juan Bautista, que su humildad sea una convicción de mi vida.

Meditación del Papa Francisco

Y luego existen muchas personas, cristianos y no cristianos, que "pierden la propia vida" por la verdad. Cristo dijo "yo soy la verdad", por lo tanto quien sirve a la verdad sirve a Cristo. Una de estas personas, que dio la vida por la verdad, es Juan el Bautista. Juan fue elegido por Dios para preparar el camino a Jesús, y lo indicó al pueblo de Israel como el Mesías, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Juan se consagró totalmente a Dios y a su enviado, Jesús. Pero, al final, ¿qué sucedió? Murió por causa de la verdad, cuando denunció el adulterio del rey Herodes y Herodías.
¡Cuántas personas pagan a caro precio el compromiso por la verdad! Cuántos hombres rectos prefieren ir a contracorriente, con tal de no negar la voz de la conciencia, la voz de la verdad. Personas rectas, que no tienen miedo de ir a contracorriente. Y nosotros, no debemos tener miedo.
Entre vosotros hay muchos jóvenes. A vosotros jóvenes os digo: No tengáis miedo de ir a contracorriente, cuando nos quieren robar la esperanza, cuando nos proponen estos valores que están pervertidos, valores como el alimento en mal estado, y cuando el alimento está en mal estado, nos hace mal. Estos valores nos hacen mal. (S.S. Francisco, 23 de junio de 2013).

Reflexión

El adviento es, por excelencia, el tiempo litúrgico de la esperanza. Y, por tanto, también de la alegría. Porque esperamos la venida de nuestro Señor Jesucristo estamos felices y se nos llena el alma de gozo y de consuelo. Cuando aguardamos la llegada de una persona muy querida crecen en nuestra alma, de modo espontáneo, la ilusión y el regocijo. Y como que tenemos más motivos para desear vivir. La esperanza y la alegría van siempre unidas.

Cristo, nuestro Amigo, nuestro Hermano, nuestro Redentor, está para llegar esta Navidad. Y nos traerá con su venida todos los bienes mesiánicos anunciados por los profetas y el gozo cumplido por el que nuestro corazón suspira. A pesar de todas las tribulaciones, fracasos aparentes, sufrimientos y amarguras que Dios nuestro Señor, en su infinita y misteriosa sabiduría, permite que nos sucedan en la vida, estamos seguros de su amor y de su presencia cercana en medio de esas vicisitudes. Más aún, la fe y la esperanza nos aseguran que es entonces cuando Dios más nos ama, nos da especiales muestras de su predilección y nos acompaña con su cariño y su solicitud verdaderamente paternales. Nuestra esperanza no defrauda, pues “fiel es Dios, el autor de la promesa”, como nos dice el autor de la carta a los hebreos (Hb 10, 23).

"La esperanza –afirma el Catecismo de la Iglesia Católica— es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo, apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo. La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; protege del desaliento, sostiene en todo desfallecimiento y dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna" (C.I.C., nn. 1817-1818).

Por eso, la Iglesia, como buena Madre y Maestra, no cesa de alimentar la esperanza en nuestras almas, sobre todo durante este tiempo de adviento, con el recuerdo de las promesas mesiánicas: "En aquel día –nos dice el Señor a través del profeta Isaías— brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz. Sobre él se posará el espíritu del Señor... Y entonces habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos; y un muchacho pequeño los pastoreará. La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león comerá paja con el buey. El niño jugará en la boca del áspid, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente. Y no hará daño ni estrago en todo mi monte santo: porque está lleno el país de la ciencia del Señor, como las aguas colman el mar" (Is 11, 1.6-9).

Estas palabras idílicas del profeta anuncian una edad de oro en la que, como en un sueño, todo será paz, armonía y fraternidad universal. Porque son los tiempos del Mesías, los días de la salvación. Pero no es una ilusión o una bella utopía. El lenguaje, ciertamente, es poético, pero símbolo de una realidad espiritual que llegará a su pleno cumplimiento en el corazón de todos los hombres. ¡Es el fruto de nuestra redención, traída por Jesucristo!

Los pueblos paganos, a pesar de no ser los destinatarios directos de la revelación de Dios, también concibieron la esperanza de unos tiempos futuros en los que reinaría una paz sin fin. Así, el poeta latino Virgilio, canta esa edad de oro en su famosa égloga IV, con unos tonos semejantes a los del profeta, y anuncia una época de esplendor universal. San Clemente de Alejandría nos dice en sus obras teológicas "Stromata" y "Pedagogo" que Dios nuestro Señor también fue preparando a los pueblos gentiles a la llegada del Mesías con la esperanza de la salvación, y que en la filosofía y en las religiones no-cristianas se encuentran vestigios de verdad –"Semina Verbi"— como él los llama.

La esperanza nos llena de vida y de consuelo; y, sobre todo, de la certeza de nuestra redención, realizada en Jesucristo.

Pero, para esperar dignamente la llegada de nuestro Redentor, tenemos que preparar bien nuestra alma. Por eso, el Evangelio pone en labios de Juan el Bautista esta invitación apremiante, eco idéntico del anuncio mesiánico del profeta Isaías: "Voz que clama en el desierto: Preparad los caminos del Señor, allanad sus senderos" (Mt 3, 3; Is 40, 3).

Preparar el camino del Señor significa recorrer una senda de conversión a través de la vida de gracia, la oración, la digna recepción de los sacramentos; a través de la humildad, la caridad, el servicio, el perdón, la generosidad en las relaciones con nuestros semejantes y la búsqueda sincera de Dios en toda circunstancia.

Propósito

Si queremos que Jesús nos encuentre bien dispuestos, hagamos obras de auténtica vida cristiana –eso significa "dar frutos de conversión"— y abramos a Cristo de par en par nuestro corazón, desterrando de nosotros todo egoísmo, soberbia o sensualidad, para que pueda nacer en nuestra alma esta Navidad.


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  • P. Sergio Cordova LC 
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