miércoles, 9 de julio de 2014

EJERCITAR NUESTRO CORAZÓN




EJERCITAR NUESTRO CORAZÓN

Para mantenernos en forma, hay que ejercitar con regularidad los músculos de nuestro cuerpo. Lo mismo pasa con nuestro corazón. Para mantenerlo en forma, también hemos de ejercitarlo permanentemente. Ahora que estamos en Adviento y nos disponemos a celebrar la Navidad, hay que preguntarse cómo está nuestro corazón. Afortunadamente, tenemos una nueva oportunidad para ejercitarlo y abrirlo a nuestra pareja, a nuestros familiares, a nuestro prójimo, a nuestros amigos y a los necesitados. De esta forma, evitamos que nuestro corazón se quede obstruído por falta de ejercicio, por pensar sólo en nosotros, o se quede paralizado por falta de uso. 

La Madre Teresa de Calcuta decía lo siguiente sobre la fiesta y el sentimiento de la auténtica Navidad:

- Es Navidad cada vez que sonríes a un hermano y le tiendes la mano. 

- Es Navidad cada vez que estás en silencio para escuchar al otro. 

- Es Navidad cada vez que no aceptas aquellos principios que destierran a los oprimidos al margen de la sociedad. 

- Es Navidad cada vez que esperas con aquellos que desesperan en la pobreza física y espiritual. 

- Es Navidad cada vez que reconoces con humildad tus límites y tu debilidad. 

- Es Navidad cada vez que permites al Señor renacer para darlo a los demás. 

María y José nos van a preguntar si tenemos sitio en nuestro corazón para que puedan hospedarse. Hoy en día, tienen difícil encontrar alojamiento en los corazones humanos. Mucha gente está centrada exclusivamente en cosas supérfluas, como los regalos, los viajes y las cenas, en vez de estar centrados en el auténtico sentido de la Navidad, que es que Dios se hace hombre. María nos va a preguntar si puede alumbrar a su hijo Jesús dentro de nuestro corazón. ¿Qué vamos a contestar?

Javier López

PLEGARIA PARA LA TERCERA EDAD





PLEGARIA PARA LA TERCERA EDAD

Bendice, Señor, a los que tienen comprensión de mis pasos vacilantes y mis manos temblorosas.

Bendice a los que saben que hoy mis oídos van a sufrir para entender a otros.

Bendice los que apartan los ojos, como si no vieran, cuando se me cae el café del desayuno.

Bendice a los que nunca me dicen: es la segunda vez que cuentas lo mismo.

Bendice a los que tienen el don de hacerme evocar los días felices de otros tiempos.

Bendice a los que hacen de mí un ser amado, respetado y no abandonado.

Bendice a los que adivinan que no sé ya cómo encontrar fuerzas para llevar mi cruz.

Bendice a los que endulzan con su amor los días que me quedan de vida, en este viaje hacia la casa del Padre.

Amén.

DE PROFESIÓN... MAMÁ


DE PROFESIÓN... MAMÁ


El trabajo en el hogar es, sin duda alguna, el trabajo con mayor dimensión social que existe.

Aún desarrollándose entre cuatro paredes, tiene una repercusión importantísima en la buena salud de la sociedad.

Cuando una madre funciona bien, funciona bien la familia y, a su vez, funciona bien toda la colectividad.

Mis logros personales no pueden competir con los de un alto ejecutivo, ni salen en televisión, ni cotizan en la bolsa. Sin embargo, yo no lo cambio por nada.

Mis satisfacciones son mucho mayores, y en mis manos está el mejor negocio de mi vida pues me siento como la empresaria más importante del planeta.

Me animo a escribir estas sencillas reflexiones pensando, en especial, en aquellas mujeres, trabajadoras como yo, cuyo sueldo es el apoyo y la ayuda de sus maridos y la sonrisa de sus hijos.

Pertenezco a una empresa familiar ubicada en un edificio ocupado, en su mayoría, por negocios similares al mío.

Como toda buena compañía que se precie, goza de unas instalaciones dignas, sencillas, soleadas y, sobretodo, muy acogedoras.

Así, estamos convencidos, se trabaja más, mejor y se está a gusto. La sala de juntas, por ejemplo, es amplia, luminosa, sin ningún elemento decorativo ostentoso (porque ni nos da para ello ni es nuestro estilo) y hace las veces de biblioteca, sala de reuniones, estudio con audiovisuales, aula de descanso..., lo que haga falta.

Sin embargo, es en el que podríamos llamar laboratorio, donde paso la mayor parte del tiempo.

Es aquí donde intento transformar las materias primas que recibo de mis proveedores en exquisitos productos elaborados; donde se lavan los trapos sucios de la empresa, se alisan las arrugas de la convivencia, y un montón de cosas más.

La mesa de mi despacho está entre la nevera y el microondas. El hilo musical que suena de fondo es el del lavaplatos (por cierto, Dios mío, gracias por poder tenerlo porque ¡el trabajo que ahorra!). El sillón de cuero lo sustituí por una banqueta de cocina, bastante cómoda también.

En ocasiones, me traslado momentáneamente al despacho de otro trabajador para poder usar el ordenador. Es una habitación compartida con un futbolín, un corralito y su habitante eventual (al que tengo que atender a cada frase), libros, enseres de descanso, un armario que antes creía muy amplio, cachibaches por doquier, etc.

Y pues, como si de cualquier otro ministro se tratara, me resulta bastante difícil hacer algo sin interrupción, puesto que, esté donde esté, en mi lugar de trabajo entran cada dos por tres mis secretarios particulares de 1, 3, 6, 8 y 10 años, solicitando mi atención para resolver cualquier tipo de problema socio-laboral o simplemente de subsistencia.

Es muy gratificante pensar que eres necesario para los demás. En lo que respecta a mis secretarios, hablaría de ellos horas y horas, como lo haría una madre de sus pequeñuelos.

Digo bien cuando los llamo secretarios porque están bien enseñados (nuestros esfuerzos nos cuesta) y colaboran en el bien de la empresa, ¡todos!

Por supuesto que cada uno ha de ocuparse de que sus pertenencias y material de trabajo esté recogido. Pero, aparte, cada uno tiene un pequeño encargo pensado un poco en el servicio a los demás.

Por ejemplo, José Ramón limpia los zapatos, los suyos y los de sus hermanos; Fran riega las plantas, a veces, cuando ya están un poco desmayadas y piden el agua a gritos; Covadonga repone el papel higiénico en los baños, importantísimo; Macarena se encarga de sacar la basura a la escalera, y ¡por Dios! que nadie se la saque porque sino tenemos follón; por último, Ignacio, que como todavía no sabe caminar (aunque eso no es excusa pues con el andador llega a todos los sitios, lo tenemos comprobado), de momento sólo recoge sus juguetes en el cesto.

Esto, escrito así, se ve muy bonito, pero dada la corta edad laboral de la mayoría del personal, para su buen funcionamiento, requiere una ardua tarea de inspección y seguimiento.

Y como la voluntad tarda más en desarrollarse que la inteligencia hay que repetir las cosas infinidad de veces. Aquí, la paciencia juega un papel fundamental. La paciencia y la gracia del sacramento del matrimonio que en ocasiones creo haberla visto materialmente. ¡Como para desperdiciarla!

Por otro lado, estos empleadillos, son muy dados a pedir enseguida recompensa. Es, entonces, cuando se reúnen los sindicatos con la patronal para llegar a un acuerdo. Por mi parte, quedan desterradas las pagas por recompensar un servicio o una ayuda que, a fin de cuentas, no tiene precio.

La colaboración entre los trabajadores no se puede expresar con dinero, y además, somos de la opinión de que cuanto menos tengan de eso, mejor. Sí suelo ser generosa en besos y achuchones (no creo que sea acoso sexual en el trabajo) y también muy efusiva en halagos y felicitaciones. Procuro que el premio lo vean ellos mismos con la satisfacción del trabajo bien hecho, ¡y cómo cuesta convencerles a veces!

Y con todo esto, que quizás a algunos le parezcan paparruchas ... ¡no me siento maruja! Es más, me horroriza la expresión. Y protesto enérgicamente contra aquellos que piensan que las amas de casa, madres de familia, nos dedicamos a esto porque no dimos para más y ahí estamos, sufriendo en silencio, como si de almorranas se tratara.

Tengo estudios universitarios y he ejercido mi profesión antes de casarme. Ahora no tengo un sueldo (bien que lo siento) pero mi trabajo, de horario más amplio y de mayores alegrías, es una especie de conglomerado de varios ministerios.

Ejerzo de ministra de educación y ciencia al hacer los deberes con mis hijos, o al asistir a las reuniones del colegio, del brazo de mi marido, en las que tanto aprendemos y tan bien lo pasamos. O cuando, simplemente, les enseño a actuar de tal o tal manera porque honradamente es lo más correcto; al hacer las cosas con orden, cumplir un horario, o una promesa,...

Como ministra de sanidad, poco a poco me fui soltando: no llego a recetar pero sí me ahorro alguna que otra visita al pediatra, porque de todo se aprende.

En cuanto al ministerio de agricultura, pesca y alimentación lo voy manejando mejor, aunque me costó lo mío. No es que cultive nada, pero cuando te casas sin saber cocinar ...

Sobre la cartera de asuntos sociales, sólo señalar que el hecho de que se vea pasear por la calle a una familia de más de cuatro miembros, es ya una buena aportación a la sociedad.

Dado el número de empleados que tenemos, es el ministerio de economía el que nos trae más de cabeza. Es por ello que hicimos de una frase que repetía mi padre un lema familiar: "soldado que se guarda, vale para segunda vez" y la herencia ha venido a formar parte de nuestras vidas. Sólo hay que cuidar las cosas un poquito.

Todo esto se lleva a cabo con una estrecha colaboración entre marido y mujer, por supuesto.

He de reconocer que la cartera de deportes se la lleva él. Como también quisiera señalar que hay otro aspecto que ejerzo en solitario, al igual que cantidad de mujeres en mi misma situación. Yo lo llamaría el ministerio de imagen y buen aspecto: hemos de ser verdaderas expertas en combinación de colores y prendas.

Tengo, en ocasiones, la tentación de hacer un esquema y pegarlo por dentro del armario: tal pantalón va con tal jersey: si pones este jersey, con tal y tal camisa o color de calcetín, ... Es posible que algún marido se sienta un tanto ofendido, pero hasta nuestra redacción no nos han llegado noticias de ninguno que tenga esta capacidad.

Para terminar, si se me admite un consejo, animaría a todas mis colegas a defender su profesión con la cabeza bien alta. A prepararse de alguna manera para mejorarla, tanto en la cocina como en la educación de los hijos y en muchas cosas más.

Y a no sentir ningún complejo de inferioridad ante esas "supermujeres" que nos vende la televisión, de maletín, peluquería y alta costura, porque en valía personal, como mínimo, estamos a la misma altura.

Autora: Covadonga Cañal

EL DOLOR NO DEFORMA, TRANSFORMA


EL DOLOR NO DEFORMA, TRANSFORMA


Valió la pena, sufrir dolores de parto, cuando al final se sostiene entre las manos una nueva vida que el existir de la Madre ha transformado.

Y el dolor que se experimenta en las pequeñas caídas, cuando se dan los primeros pasos, se convierte en triunfo, al lograr afianzar el caminar, luego poder correr, y quizás hasta en sueños volar.

Un fracaso, asumido con madurez, puede en un principio doler; pero al superarlo, el alma se logra fortalecer; y más valiente se hace el ser humano, ante cualquier reto que se le presente o ante los diferentes momentos que en su vida pueda tener.

Los padres que tienen un hijo especial, desde un primer momento, es tan grande el dolor que pueden llegar a pensar, que se sienten frustrados y no lo podrán superar; pero con el tiempo y asumido desde la fe, ese ser que en un principio causó dolor, se llegará a convertir en el más grande amor, y les enseñará a descubrir lo que realmente en la vida tiene valor.

El perder un ser querido, deja el corazón destruido, hasta que se logra ver la muerte desde los ojos de Dios, y se transforma en esperanza el dolor; esta tristeza que deja el vacío, nos enseña a valorar a quienes a nuestro lado han quedado, y que también son seres amados.

Si careces de algo, valoras más lo que tienes. Si sufres por alguien, llegas a amarlo más, si escoges el camino difícil, te haces más fuerte, si experimentas de cerca la muerte, aprendes a amar más la vida, si caes; adquieres destreza en levantarte. El dolor no deforma, sino que transforma.

El dolor no deforma, transforma, es una gran verdad y eso lo sustentan, quienes al sufrir, sienten que han crecido y se han fortalecido aún más. Todo esto define, esa gran verdad: "El dolor no deforma, transforma".

LA VIRGEN MARÍA ORANTE...


Virgen orante
Vicente Taroncher Mora, Capuchino 


No cabe duda que el verdadero modelo de oración para el cristiano es Jesús, el Hijo de Dios. Él permanecía unido al Padre y a Él acudía en las momentos más trascendentales de su misión salvadora. Se retiró al desierto al inicio de su vida pública. Y, deshecho en lágrimas y sudor de sangre, puso toda su confianza en el Padre ante el tremendo drama de su pasión. 

El mismo Jesús recomienda a sus discípulos el espíritu y el ejercicio de la oración: "Vigilad y orad” (Mt 26, 41), “Es preciso orar en todo tiempo y no desfallecer" (Lc 18, 1), "Pedid y recibiréis” (Mt 7, 7). 

Sin perder de vista la perspectiva de Cristo, Pablo VI propone como modelo de oración para la Iglesia a María “la Virgen Orante". 

Meditando y orando se encontraba María el día de la Anunciación. Mientras duró la embajada celestial, María reflexionaba y se preguntaba cual era el plan de Dios sobre Ella. Estaba absorta en Dios y dispuesta a cumplir su voluntad. Oraba intensamente. Y en medio de su oración concibió en su seno al Hijo del Altísimo por obra del Espíritu Santo. 

Es más, la que engendró al Hijo de Dios estando en oración, también dio origen a la Iglesia naciente como Madre espiritual, estando en oración. "Los apóstoles perseveraban unánimes en la oración, juntamente con María la Madre de Jesús (Hchos 1, 14). Y en plena oración, por obra del Espíritu Santo nació la Iglesia. 

Pero la oración por excelencia de María, que ha llegado hasta nosotros en el evangelio de San Lucas (Lc 1, 34-37) es el Magnificat que, como afirma Pablo VI, “al difundirse se ha convertido en la oración de toda la Iglesia de todos los tiempos". 

De la oración de María el Papa resalta lo que pertenece a la esencia de la misma, esto es, sus expresiones de glorificación al Señor y su espíritu de humildad, de fe y de esperanza. Sin estas virtudes no puede haber verdadera oración. 

A lo largo de su vida María acude a su Hijo, rogando por las necesidades de sus otros hijos. El ejemplo más claro es el de Caná de Galilea donde obtiene de Jesús que convierta el agua en vino, para socorrer las necesidades de unos recién casados. Y con sus ruegos logró que Jesús adelantase la hora de manifestarse al mundo como salvador y que sus discípulos creyeran en Él. Y lo más consolador para nosotros es que esa oración de intercesión la sigue ejerciendo desde el cielo, porque "Ella -como afirma Pablo VI- no ha abandonado su misión de intercesión y salvación". 

El primer y principal fin de la oración, de nuestra oración, es, como diría San Francisco, “tributar toda alabanza, gloria, honor y bendición a Dios, sumo y total bien". Glorificar al Padre es lo que hacía Jesús en el abatimiento de su pasión (Jn 17, 1) Y esta es la actitud de María cuando recibe el saludo de santa Isabel: “mi alma glorifica al Señor...” 

La humildad estaba en la base de la oración de María. “Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes” (1 Pe 5, 5). Por eso “fijó sus ojos en la pequeñez de su esclava” (Lc 1, 47). La oración del humilde, como el publicano de la parábola, le justifica ante el Señor; mientras que el fariseo soberbio, que oraba junto al altar, merece el rechazo divino (Lc 18, 9). 

La Iglesia es también, debe serlo, “Virgen orante”, comunidad de oración, que llena de fe y esperanza “cada día presenta al Padre las necesidades de sus hijos” y, como afirma el Vat. II, “alaba incesantemente al Señor e intercede por la salvación del mundo”.

PAPA FRANCISCO Y LAS VÍCTIMAS DE LA PEDERASTIA: EL SIGNIFICADO DE UN GESTO

Autor: Andrea Tornielli | Fuente: vaticaninsider.lastampa.it
Francisco y las víctimas de la pederastia: el significado de un gesto
Un sacerdote que hace esto traiciona el Cuerpo del Señor, porque el sacerdote debe llevar a este niño o a esta niña a la santidad, y, en lugar de hacerlo, abusa de ellos...
 
Francisco y las víctimas de la pederastia: el significado de un gesto
Francisco y las víctimas de la pederastia: el significado de un gesto
Más allá de lo que el Papa y sus interlocutores se hayan dicho entre sí o de las palabras netas y claras de la homilía de la misa, el encuentro que se llevó a cabo en la Casa Santa Marta, alejado de los reflectores y de las telecámaras, es importante por el simple hecho de haberse llevado a cabo. Francisco rezó, habló y abrazó a seis personas que, cuando eran pequeñas, sufrieron abusos por parte de sacerdotes o religiosos. Son de Alemania, Gran Bretaña e Irlanda. Es la primera vez que sucede, por lo menos oficialmente, desde que Bergoglio fue elegido. Y es también significativo que estas personas, que han vivido marcadas por esos trágicos hechos, hayan sido recibidas en la casa del Papa y no al margen de algún viaje, lejos del Vaticano.

Francisco ha dicho y ha demostrado en diferentes ocasiones que pretende continuar siguiendo la línea marcada por su predecesor. El aporte de Joseph Ratzinger, antes como cardenal encargado de la Congregación para la Doctrina de la Fe y después como Pontífice, fue determinante. Han cambiado las normas jurídicas, se ha instaurado una legislación de emergencia, se han agilizado los procesos. Pero Benedicto XVI impulsó el cambio determinante con los gestos, a partir del que llevó a cabo en 2008 en Washington, en donde por primera vez se reunió con algunas víctimas de la pederastia clerical. Desde entonces, los encuentros se han multiplicado: de Estados Unidos a Australia, Reino Unido, Malta y Alemania.

No hay que menospreciar la importancia de estos gestos papales. Su alcance, de hecho, es mucho mayor de lo que parecería. Las leyes, las normas, son importantes para combatir el fenómeno. Pero esta plaga no podrá ser arrancada de raíz sin el cambio más importante, el de la mentalidad. Hasta que las víctimas y sus padres, en lugar de ser objeto de atención, cercanía y apoyo, sean vistos como potenciales enemigos de la buena reputación de la Iglesia (como, desgraciadamente, ha sucedido durante décadas), no cambiará nada.

Al recibir a las víctimas, después de haber celebrado la misa con ellas y para ellas, Papa Francisco demuestra una vez más la atención hacia los que han sufrido abusos y subraya la necesidad de continuar por el camino emprendido para garantizar la seguridad de los menores que frecuentan las parroquias. El actual obispo auxiliar de La Valletta, en Malta, Charles Scicluna (que colaboró durante una década con Ratzinger y creó una fuerza especial en el ex Santo Oficio especializada para contrarrestar estos delitos), dijo en 2001: «Si el abuso ha sido cometido por un sacerdote, la huella en la víctima será mucho más grande: hay una confianza espiritual hecha añicos, una fe asesinada».

Por este motivo era y es importante escuchar las historias de las víctimas, demostrarles cercanía y comprensión, como sucedió en Santa Marta por parte de un Papa que ha usado palabras durísimas en contra del fenómeno de los abusos: «Un sacerdote que hace esto traiciona el Cuerpo del Señor, porque el sacerdote debe llevar a este niño o a esta niña a la santidad, y, en lugar de hacerlo, abusa de ellos... Es como hacer una misa negra».

Pero, además de este gesto, Francisco también instituyó una comisión para la defensa de los menores, encomendada al cardenal Sean O’Malley, que se debe ocupar de los programas y de las intervenciones para combatir el fenómeno dentro de la Iglesia. Integran esta comisión cuatro mujeres, y, entre ellas, destaca la presencia de la irlandesa Marie Collins, que fue una víctima de abuso. Su presencia en Santa Marta, junto con las seis víctimas del encuentro de hoy, demuestra que la Iglesia seguirá caminando por la vía que emprendió Benedicto XVI. 

¿PERO DIOS REALMENTE NOS ESCUCHA?



Autor: P. Pedro Barrajón, L.C. | Fuente: la-oracion.com
¿Pero Dios realmente nos escucha?
Lo que pasa es que con frecuencia no creemos del todo a las palabras de Jesús. Pensamos que Él se ha olvidado de nosotros.



No pocas personas cuando comienzan a orar o perseveran en un camino de oración se ponen la pregunta si realmente Dios les escucha o más bien toda la vida de oración es un producto de su mente, de su fantasía desorbitada, de su afán de que Dios realmente exista y nos oiga para poder ser consolados y así eludir el drama de la vida en su dureza y realismo. La oración no sería otra cosa que una pía consolación para nuestra existencia, muchas veces tan llena de dolores, sufrimientos, golpes, contratiempos, reveses. 

Otros sí creen que Dios existe pero que Él está demasiado "ocupado" para poner atención a nuestras pequeñas cosas, que tienes Él otras muchas más importantes que las nuestras y que nuestras peticiones, a veces ridículas, no le interesan para nada. 

La pregunta puede estar ahí en nuestro corazón como algo que lo corroe y le quita fuerzas. La duda puede surgir. Pero hay que responder con fuerza de modo afirmativo: ¡Sí, Dios sí nos escucha! Y el único modo que tenemos de saberlo es por la fe, a no ser que Dios quiera darnos algún signo especial en algún caso extraordinario. 

Jesús lo ha dicho claramente en el Evangelio: "Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá, porque el que pide, recibe, el que busca encuentra y al que llama se le abrirá" (Mt 7, 7-8). Él no dijo: "pedid y a lo mejor se os dará, buscad y es posible que encontraréis, llamad y quizás se os abrirá". No dijo claramente que la petición será oída y tenida en cuenta. Claro todo lo que se pida como favor o gracia concreta que supera las formas ordinarias de acción divina y que son un milagro hay que hacerlo añadiendo: "si es ésta tu voluntad". 

Lo que pasa es que con frecuencia no creemos del todo a las palabras de Jesús. Pensamos que Él se ha olvidado de nosotros, que no le interesamos, que en el fondo que no nos ama. Eso es. Dudamos de su amor. Y no nos sentimos amados por Él. Y esto le duele mucho a Él, porque Él nos ama de un amor infinito. Él ha sido paciente con nosotros, ha sido amable, ha dado su vida por nosotros, nos ha dicho de mil modos que nos ama. Y luego nosotros dudamos de su amor. No le creemos. No lo aceptamos. Sin duda ninguna debe ser ésta una gran herida abierta en su Corazón. 

Pero sí, Dios nos escucha. Escucha nuestras palabras, pero sobre todo escucha nuestro corazón, los quejidos de nuestro corazón, los gritos inenarrables de nuestro corazón. ¿Cómo no nos va a escuchar Él que vive en nosotros por la gracia? ¿Cómo no nos va escuchar quien ha querido dar su vida por nosotros? ¿Cómo no nos va a escuchar el que no espera más que un gesto nuestro para hacerse presente en nuestra vida?¡La fe es tan sencilla! Dios en realidad, ¡pide tan poco! No seamos incrédulos sino creyentes. Sintamos el gozo de sentirnos amados por Él, de sentirnos escuchados, de sentirnos sus hijos. 
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