lunes, 17 de agosto de 2015

EL BICENTENARIO DE SAN JUAN BOSCO: 16 DE AGOSTO DEL 2015


Bicentenario de Don Bosco



El 16 de agosto, se celebró el bicentenario del nacimiento de Don Bosco (1815-1888), el fundador de la familia salesiana. Hijo de campesinos, Juan Bosco comprendió el mundo con la sabiduría de la gente sencilla que se llena de esperanza en medio de las adversidades. Se sabe que su madre, Margarita, constantemente le decía cuando niño: “Dios te ve”, no solo para prevenir alguna mala acción del joven Juan, sino para que él entendiera que siempre iba a estar bien acompañado. Bosco vivió en tiempos de guerras contra imperialismos foráneos y señores locales, en medio de enfrentamientos entre liberales, conservadores y comunistas.

Los sueños premonitorios lo visitaron a lo largo de su vida. A los 9 años, mientras dormía, se topó con un grupo de jóvenes que profería blasfemias. Juan quiso callarlos con violencia, pero se le apareció un hombre que le dijo: “No con golpes, sino con la mansedumbre y la caridad deberás ganarte a estos tus enemigos. Ponte, pues, ahora mismo, a enseñarles la fealdad del pecado y la hermosura de la virtud”. Tal vez de esa experiencia onírica se origine una de sus inspiraciones más duraderas: el oratorio salesiano –una práctica que combina la tarea y la oración–, que fue resultado de su opción preferencial por los jóvenes en situación de peligro.

El oratorio es una síntesis original de pedagogía y pastoral que Don Bosco logró basándose en Francisco de Sales (el santo de la amabilidad, que también es el patrono de escritores y periodistas). En el primer oratorio de Don Bosco había picapedreros, albañiles, estucadores, adoquinadores, enyesadores. Allí los jóvenes orientan sus vidas y se previenen de los riesgos mundanos. Tal es la base de la pedagogía salesiana: educación individualizada, presencia fraterna del maestro, ambiente educador de la familia: una juntura de razón, religión y amor. Por eso con María Mazzarello crearon el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora.

Como sacerdote Don Bosco fue muy activo e hizo de la espiritualidad acción. Egidio Viganò, antiguo rector mayor de los salesianos, dijo que Don Bosco nos quiere “no mundanos, aunque sí en el mundo; no extraños, sino con una identidad propia; no anticuados, sino profetas actuales de la realidad escatológica de la Pascua; no fáciles imitadores de la moda, sino valientes cultivadores de una renovación exigente; no desertores de las vicisitudes humanas, sino protagonistas de una historia de salvación”. Por haber defendido las obras educativas, Don Bosco es considerado un apóstol de la escuela y el santo de los jóvenes.

En sus empeños abrazó la devoción de María bajo el título de Auxiliadora de los cristianos. Mas Don Bosco no fue solo educador y guía espiritual, sino también prolífico escritor, editor exitoso –pidió practicar el ministerio de la buena prensa–, formador de colaboradores y fundador de congregaciones religiosas, comprometido con los otros en la evangelización en zonas muy remotas. Con su humanismo cristiano, Don Bosco ya intuyó que en el Evangelio se funden la propuesta de salvación con el desarrollo terrenal completo en dignidad y derechos. Su compromiso social era el de la caridad cristiana. Por eso es bueno volver a Don Bosco.

EL EVANGELIO DE HOY: LUNES 17 DE AGOSTO DEL 2015


¿Qué tengo que hacer para obtener la vida eterna?
Tiempo Ordinario


Mateo 19, 16-22. Tiempo Ordinario. Seguir a Jesús exige esfuerzo, pero también alegría y realización humana. 


Por: P.Clemente González | Fuente: Catholic. net 



Te adelantamos las Reflexiones del Evangelio de la 20a. Semana del Tiempo Ordinario,  del domingo 16 al sábado 22 de agosto 2015.
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Del santo Evangelio según san Mateo 19, 16-22
En aquel tiempo, se acercó uno a Jesús y le preguntó: Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna? Jesús le contestó: ¿Por qué me preguntas qué es bueno? Uno solo es Bueno. Mira, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Él le preguntó: ¿Cuáles? Jesús le contestó: "No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y ama al prójimo como a ti mismo". El muchacho le dijo: Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta? Jesús le contestó: Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres -así tendrás un tesoro en el cielo- y luego vente conmigo. Al oír esto, el joven se fue triste, porque era rico.

Oración introductoria
Señor, me acercó a Ti como el ese joven que se creía muy bueno. Quiero confirmar qué he de hacer para ganar la vida eterna, qué tengo que cambiar, qué tengo que hacer… Dame la gracia de saber escucharte y tener el valor de ser desprendido de los bienes materiales, pero sobre todo, de mí mismo, para poder entregarme a tu amor y vivir la caridad.

Petición
Jesús, no permitas nunca que me convierta en otro triste «joven rico».

Meditación del Papa Francisco
El joven se queda triste cuando Jesús le pide que venda sus riquezas. De golpe, la alegría y la esperanza en ese joven rico desaparecen, porque no quiere renunciar a su riqueza. El apego a las riquezas está en el inicio de todo tipo de corrupción, por todas partes: corrupción personal, corrupción en los negocios, también en la pequeña corrupción comercial, de esa que quita 50 gramos al peso exacto, corrupción política, corrupción de la educación….Y ¿por qué? Porque los que viven apegados a los propios poderes, a las propias riquezas, se creen en el paraíso. Están cerrados, no tienen horizonte, no tienen esperanza. Al final tendrán que dejar todo.
Hay un misterio en la posesión de las riquezas. Las riquezas tienen la capacidad de seducir, de llevarnos a una seducción y hacernos creer que estamos en un paraíso terrestre. Sin embargo, ese paraíso terrestre es un lugar sin horizonte, vivir sin horizonte es una vida estéril, vivir sin esperanza es una vida triste. El apego a las riquezas nos entristece y nos hace estériles. Utilizo el término “apego” y no “administrar bien las riquezas”, porque las riquezas son para el bien común, para todos. Y si el Señor se lo da a una persona es para que esa persona lo haga para el bien de todos, no para sí mismo, no para que lo cierre en su corazón, que después con esto se hace corrupto y triste. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 25 de mayo de 2015, en Santa Marta).
Reflexión
¿Qué debo hacer con mi vida? ¿Huir de ella o aprovecharla? El joven del evangelio sentía una inquietud en el fondo de su alma. Había decidido romper con el pecado. Seguramente tendría amigos refugiados en el egoísmo, los placeres, la violencia, la indiferencia ante el sufrimiento de los demás. Pero él no era así. Quería llegar a la vida eterna, y por eso se acercó a Jesús para preguntarle qué debía hacer.
¿Alguna vez te has hecho esa pregunta? ¿Y cuál ha sido la respuesta? ¿Ha sido una respuesta de amor? Porque este joven, aunque estaba bien dispuesto, no supo estar a la altura y se fue triste. ¡Qué contradicción! Poseía muchos bienes, y en lugar de estar alegre, se marchó con un rostro marcado por la tristeza y el desengaño. En el fondo, no estaba dispuesto a decir sí a Jesús y optó por seguirse a sí mismo.
Seguir a Jesús exige esfuerzo, desprenderse de lo que uno más ama. Significa sacrificio, pero también alegría y realización humana. No hay que tener miedo a lo que nos exija la vivencia auténtica de nuestro cristianismo, porque no estamos solos. ¿Acaso Cristo nos va a abandonar? ¿No nos acompaña con sus sacramentos? ¿No nos va a consolar cada vez que le hablemos en la oración? Seguir a Cristo es el camino para aprovechar bien la vida.

Propósito
Para estar hoy presente con las personas que me rodean, renunciar a tener mi teléfono celular conmigo todo el día. Y cuando vaya a hacer oración, siempre dejarlo donde no me interrumpa.

Diálogo con Cristo
Señor, ¿realmente quiero saber qué más puedo hacer? Tú me conoces, sabes que soy débil y que rehúyo o me excuso con facilidad del sacrificio, de la renuncia. Por eso te suplico, dame tu gracia para corresponderte, ayúdame a amarte sobre todas las cosas. Sé que estoy apegando a tantas cosas que fácilmente te olvido. Ayúdame a descubrir que de nada sirve tener o hacer muchas cosas, si no estás Tú, si no es tu voluntad.

JESÚS NOS DA A COMER SU CARNE


JESÚS NOS DA A COMER SU CARNE



Jesús da a comer su carne: dejándose partir, regalando liberación, amistad y fraternidad, derrochando compasión y cercanía, ofreciendo un claro mensaje, siendo valiente y coherente, denunciando abusos e injusticias, contagiando resurrección, creando humanidad con palabras y actitudes que eleven, ablanden y embellezcan el mundo... Jesús nos da pistas claras para tener, compartir y dar vida: oíd, tocad, mirad, gustad, compartid, tomad, comed, bebed... Para tratar, con él y como él, de enmendar la tremenda injusticia del mal reparto de la mesa de la humanidad. La comida y la bebida son imprescindibles para tener la energía necesaria para la vida.

Jesús, como el pan, se parte y reparte. Nos invita a participar de su banquete para hacer lo que él hace: dar vida llenándola de sentido, liberar, humanizar, compartir, quitar miedos, contagiar alegría y esperanza. Nos invita a dar y darnos para la vida del mundo. Como Él.

Dejarse alimentar por Jesús, por su Persona y por su Palabra, implica crecer en afinidad con él, vivir como vivió él; implica partirse y repartirse, combatiendo el hambre, la sed –de alimentos y de justicia– y las necesidades que injustamente padecen tantas personas; denunciando la actitud de los satisfechos y poderosos que no están dispuestos a poner los medios suficientes para que todas las personas puedan vivir con dignidad. Es lo que hizo Jesús y lo que recomendó hacer en su memoria.


 A. Gutiérrez

IMÁGENES DE LOS MÁRTIRES DE PARIACOTO


CONFIAR EN LA PROVIDENCIA DIVINA


Confiar en la Providencia de Dios
Muchos hombres y mujeres ya no piensan en la providencia divina. No creen que Dios está activo en el mundo y en la historia. 


Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net 




El mundo está lleno de emergencias: en la economía y en la política, en la familia y en la educación, en el clima y en la agricultura. Emergencias y más emergencias, incluso en el propio hogar: no hay dinero para llegar a final de mes, o ya no queda aceite en el coche...

Ante tantas emergencias, hay que ponerse a trabajar. No tiene sentido sentarse pasivamente ante lo que ocurre, ni vivir en quejas amargas. Dios nos ha dado una mente para pensar y ver de frente los problemas, y una voluntad para decidir: ¡manos a la obra!

Pero por más que nos lancemos frenéticamente a arreglar el mundo cercano o el mundo lejano, por más que luchemos para frenar el calentamiento global o la corrupción local de los políticos, no podemos olvidar una de las enseñanzas fundamentales de la Biblia: “Si el Señor no construye la casa, en vano se afanan los constructores; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas” (Sal 127,1).

Por eso, a la hora de afrontar tantos problemas, urgentes, dramáticos, necesitamos primero rezar para analizarlos correctamente, para tener un corazón prudente y decidido, y para alcanzar la necesaria fortaleza que nos permita romper miedos y ponernos a trabajar.

Luego, necesitamos recordar que los resultados no están en nuestras manos. Hay cosas que haremos mejor, otras habrá que corregirlas de inmediato. Pero una mejora en el mundo, un avance del bien, sólo será posible desde la acción de Dios.

Muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo ya no piensan en la providencia divina. No creen que Dios, realmente, está activo en el mundo y en la historia. En realidad, sólo tiene sentido el esfuerzo por el bien y la justicia desde la esperanza, desde la certeza, de que Dios existe y actúa continuamente.

Dios es un Padre, y un Padre vela por sus hijos. Da la lluvia y el sol, protege y levanta. Cura y perdona. Camina a nuestro lado. También cuando decidimos alejarnos y pecamos, sabe esperar y ofrece señales para que volvamos a Él.

Sólo cuando nos dejemos abrazar por Dios y confiemos, descubriremos lo mucho que hizo en el pasado y lo mucho que hace en el presente. Mejor aún: seremos capaces de reconocer que ya hizo lo único importante: darnos a su Hijo, fundar su Iglesia, ofrecernos el Reino, abrirnos las puertas del cielo.

Todo lo demás pasa. Solo el Amor queda. La providencia es el modo concreto con el que el Amor interviene, a veces de modo sorprendente, en este mundo de hijos necesitados de una esperanza, una misericordia y un consuelo que sólo puede venir de un Padre bueno y cariñoso.

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