sábado, 20 de agosto de 2016

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DEL DOMINGO 21 DE AGOSTO 2016 - NO TODO VALE



NO TODO VALE


Jesús va caminando hacia Jerusalén. Su marcha no es la de un peregrino que sube al templo para cumplir sus deberes religiosos. Según Lucas, Jesús recorre ciudades y aldeas «enseñando». Hay algo que necesita comunicar a aquellas gentes: Dios es un Padre bueno que ofrece a todos su salvación. Todos son invitados a acoger su perdón.

Su mensaje sorprende a todos. Los pecadores se llenan de alegría al oírle hablar de la bondad insondable de Dios: también ellos pueden esperar la salvación. En los sectores fariseos, sin embargo, critican su mensaje y también su acogida a recaudadores, prostitutas y pecadores: ¿no está Jesús abriendo el camino hacia una relajación religiosa y moral inaceptable?

Según Lucas, un desconocido interrumpe su marcha y le pregunta por el número de los que se salvarán: ¿serán pocos?, ¿serán muchos?, ¿se salvarán todos?, ¿solo los justos? Jesús no responde directamente a su pregunta. Lo importante no es saber cuántos se salvarán. Lo decisivo es vivir con actitud lúcida y responsable para acoger la salvación de ese Dios Bueno. Jesús se lo recuerda a todos: «Esforzaos por entrar por la puerta estrecha».

De esta manera, corta de raíz la reacción de quienes entienden su mensaje como una invitación al laxismo. Sería burlarse del Padre. La salvación no es algo que se recibe de manera irresponsable de un Dios permisivo. No es tampoco el privilegio de algunos elegidos. No basta ser hijos de Abrahán. No es suficiente haber conocido al Mesías.

Para acoger la salvación de Dios es necesario esforzarnos, luchar, imitar al Padre, confiar en su perdón. Jesús no rebaja sus exigencias: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso»; «No juzguéis y no seréis juzgados»; «Perdonad setenta veces siete» como vuestro Padre; «Buscad el reino de Dios y su justicia».

Para entender correctamente la invitación a «entrar por la puerta estrecha», hemos de recordar las palabras de Jesús que podemos leer en el evangelio de Juan: «Yo soy la puerta; si uno entra por mí será salvo» (Juan 10,9). Entrar por la puerta estrecha es «seguir a Jesús»; aprender a vivir como él; tomar su cruz y confiar en el Padre que lo ha resucitado.

En este seguimiento a Jesús, no todo vale, no todo da igual; hemos de responder al amor de Padre con fidelidad. Lo que Jesús pide no es rigorismo legalista, sino amor radical a Dios y al hermano. Por eso, su llamada es fuente de exigencia, pero no de angustia. Jesucristo es una puerta siempre abierta. Nadie la puede cerrar, solo nosotros si nos cerramos a su perdón.


Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Lc 13, 22-30

LECTURAS BÍBLICAS Y EL EVANGELIO DEL DOMINGO 21 DE AGOSTO 2016


XXI del Tiempo Ordinario – Ciclo C
Domingo 21 de Agosto de 2016

”Los últimos serán primeros, y los primeros serán últimos“

"Los últimos serán los primeros"



Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (66,18-21):

Así dice el Señor: «Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para ver mí gloria, les daré una señal, y de entre ellos despacharé supervivientes a las naciones: a Tarsis, Etiopía, Libia, Masac, Tubal y Grecia, a las costas lejanas que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria; y anunciarán mi gloria a las naciones. Y de todos los países, como ofrenda al Señor, traerán a todos vuestros hermanos a caballo y en carros y en literas, en mulos y dromedarios, hasta mi monte santo de Jerusalén –dice el Señor–, como los israelitas, en vasijas puras, traen ofrendas al templo del Señor. De entre ellos escogeré sacerdotes y levitas» –dice el Señor–.

Palabra de Dios    

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Salmo

Salmo Responsorial: 116,1.2

R/. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio

Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos. R/.

Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre. R/.

______________________

Segunda lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (12,5-7.11-13):

Habéis olvidado la exhortación paternal que os dieron: «Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor, no te enfades por su reprensión; porque el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos.» Aceptad la corrección, porque Dios os trata como a hijos, pues, ¿qué padre no corrige a sus hijos? Ninguna corrección nos gusta cuando la recibimos, sino que nos duele; pero, después de pasar por ella, nos da como fruto una vida honrada y en paz. Por eso, fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, y caminad por una senda llana: así el pie cojo, en vez de retorcerse, se curará.

Palabra de Dios

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Lectura del Santo Evangelio según san Lucas (13, 22-30)

En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando. Uno le preguntó: «Señor, ¿serán pocos los que se salven?»
Jesús les dijo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: “Señor, ábrenos”; y él os replicará: “No sé quiénes sois.” Entonces comenzaréis a decir. “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas.” Pero él os replicará: “No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados.” Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, lsaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.»

Palabra del Señor

SALMO 116, ID AL MUNDO ENTERO Y PROCLAMAD EL EVANGELIO


Salmo
Sal 116,1.2

R/. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio

Alabad al Señor, todas las naciones, 
aclamadlo, todos los pueblos. R/. 

Firme es su misericordia con nosotros, 
su fidelidad dura por siempre. R/.

DÍA DEL CATEQUISTA: TESTIMONIEN CON LA VIDA QUE SER CRISTIANO NOS HACE MÁS HUMANOS


Día del Catequista: Testimonien con la vida que ser cristiano nos hace más humanos


BUENOS AIRES, 20 Ago. 16 /  (ACI).- El Arzobispo de La Plata en Argentina, Mons. Héctor Aguer, reflexionó sobre la importancia de la catequesis al celebrarse este domingo 21 de agosto el Día del Catequista, en la fiesta del Papa San Pío X, quien dio un gran impulso a esta tarea de la Iglesia.

En su programa “Claves para un Mundo Mejor”, que se emite por canal 9, Mons. Aguer resaltó que “ocuparse de la catequesis hoy es una prioridad de la Iglesia” y “para cumplir con ella necesitamos formar muchos y buenos catequistas”.

“El catequista lo que tiene que hacer es ayudar a los niños y sus familias. Pienso sobre todo en la catequesis de niños –si bien hay también catequesis de adultos– para que reconozcan la realidad del Bautismo y asuman la enseñanza de Jesús como la Verdad”.

El Prelado explicó que la catequesis debe darse también con la propia vida para cambiar la sociedad: “una manera es si los cristianos, imbuidos de ese amor al Señor, con las cosas bien claras porque conocen la verdad, se dedican a difundir esa verdad y a mostrar con el testimonio de su vida que ser cristiano es lo que nos hace más humanos”.

Sobre San Pío X, el Arzobispo resaltó que ese Papa es conocido porque “insistió en que la catequesis debe comenzar temprano, y que la Primera Comunión que solía dejarse para niños de más de 12 años debía adelantarse a los niños desde los 7 años, un poco antes inclusive”.

“Por eso, a partir de las intervenciones de San Pío X, se desarrolló en la Iglesia una acción catequística extraordinaria. Y lo mismo después del Concilio Vaticano II y, hoy, existe en todas partes un movimiento catequístico notable”, continuó.

Luego de explicar que en su Arquidiócesis los niños son preparados en un trienio desde los 7 años, en el que reciben la reconciliación (primer año), la confirmación (segundo año) y la Eucaristía (tercer año); el Prelado indicó que lo tratan de hacer es que los pequeños “no solamente cumplan con lo que llamo (…) el mito de la Única Comunión”.

“Digo la única porque después no aparecen más, tratamos que se inserten por lo menos algunos, los más posibles, en la comunidad parroquial, en la capilla de su barrio y que todos los domingo vayan a misa”, continuó.

“Esto sería muy largo de explicar bien; tiene mucho que ver con la familia, con la cultura vigente y su influjo anticristiano y tiene que ver, también, con la parroquia;  ocurrirá si la parroquia es una parroquia viva. Porque no se ha de negar que hay parroquias más muertas que vivas”.

Mons. Aguer reiteró la urgencia de la catequesis en el mundo de hoy y deseó un feliz día a los catequistas.

DIOS EN LOS JUEGOS OLÍMPICOS


Dios en los Juegos Olímpicos



1)  Para saber
El Papa Francisco envió un mensaje al pueblo brasileño en ocasión de los Juegos Olímpicos Río 2016, en donde hay un total de 206 países participantes, un “saludo afectuoso al pueblo brasileño, en particular a la ciudad de Río de Janeiro, que acoge a los atletas y a los apasionados de todo el mundo en ocasión de las Olimpiadas”.

En su saludo, el Santo Padre expresó su deseo de que estos Juegos Olímpicos sean ocasión para edificar una sociedad donde reine la solidaridad: “En un mundo que tiene sed de paz, tolerancia y reconciliación, espero que el espíritu de los Juegos Olímpicos pueda inspirar a todos, participantes y espectadores, a combatir la ‘buena batalla’ y terminar juntos la carrera”.

En este esfuerzo, alentó, se debe buscar conseguir “como premio no una medalla, sino algo más precioso: la realización de una civilización en la que reine la solidaridad, fundada en el reconocimiento de que todos somos miembros de una única familia humana, independientemente de las diferencias de cultura, color de piel o religión”.

2) Para pensar
Hace unos días una atleta hizo unas declaraciones en que puso de manifiesto la importancia de la fe en su deporte y en su vida. Se trata de Sydney McLaughlin, quien a su corta edad se convirtió en el miembro más joven de la selección de Estados Unidos para participar en los Juegos Olímpicos de 2016 en Río de Janeiro (Brasil). Sydney nació en Nueva Jersey y aún asiste a la escuela secundaria.

Ella considera que su fe cristiana la impulsa a competir con los mejores atletas del mundo: "El atletismo es un deporte muy mental, hay mucha presión y la expectativa está puesta en ti. Cumplir con lo que sé y saber que todo lo que me fue dado proviene de Dios, sin duda jugó un papel muy importante para mí".

El pasado 10 de julio, con todavía 16 años, Sydney consiguió la clasificación en los 400 metros con vallas en una situación en que tuvo que superar otras “vallas”: en los últimos meses había estado enferma de un virus de la familia del herpes, de mononucleosis, además, su madre había sufrido un ataque al corazón. Aunque tuvo un ataque de nervios antes de la competencia y estuvo a punto de abandonar todo, Sydney lo superó gracias a su fe y estableció un récord mundial juvenil en 54.14 segundos. Poco después recibió un premio de la Gatorade National High School por ser la atleta femenina del año.

Como cristiana, explicó que su fe en Dios la ayudó durante todo el viaje, y encontró el valor para competir con la ayuda de su familia y entrenadores: “Las olimpiadas han estado siempre en mi mente, pero no a la edad de 16 años. Este logro sin duda mostró que este es el plan de Dios para mí”, dijo la atleta.

Sydney contó que siempre incluye la oración durante su etapa de calentamiento antes de cada prueba “independientemente de lo que vaya a suceder".

3) Para vivir
Hablando a los brasileños, el Papa resaltó su alegría y hospitalidad. Afirmó que espera que “esta sea una oportunidad para superar los momentos difíciles y se esfuercen en el ‘trabajo en equipo’ para la construcción de un país más justo y más seguro”.

De ese modo, concluyó, estarán “apostando por un futuro lleno de esperanza y alegría. ¡Que Dios los bendiga a todos!”


* Pbro. José Martínez Colín

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, 20 DE AGOSTO


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Agosto 20


Muy curiosa la costumbre de aquel director de un colegio que, extremadamente ocupado en la dirección del mismo y en la atención de los alumnos y sus familiares, temía olvidarse de Dios y así había ordenado hacer una placa en la que se podía leer esta inscripción:

“Señor, en el día de hoy estaré muy ocupado; tal vez me olvide de ti; pero Tú no te olvides de mí”

Quizá pueda acontecerte a ti también lo mismo; tus ocupaciones, tus problemas, tus preocupaciones, tus trabajos, etc… tal vez te hagan difícil acordarte de Dios a lo largo del día; no estará mal que, al menos en la noche, le dediques alguno de tus pensamientos y le pidas para el día siguiente su constante protección; porque si es posible que tú te olvides de Dios, no es posible que Él se olvide de ti. Lo dice Él mismo en la Biblia: “Podrá la madre olvidarse del hijo de sus entrañas, pero yo no me olvidaré de ti”.

“Recuerda que me hiciste de la arcilla, y que me harás retornar al polvo” (Job 10,9). “Acuérdate de mí, Señor, por el amor que tienes a tu pueblo; visítame con tu salvación, para que vea la felicidad de tus elegidos, para que me alegre con la alegría de tu nación, y me gloríe con el pueblo de tu herencia” (Sal 106,4-5)


* P. Alfonso Milagro

LA MEDICINA DEL ALMA, LA HUMILDAD


 La medicina del alma (virtud: la humildad)
La humildad es la condición necesaria del amor, dimensionado en aquella fórmula radical y revolucionaria: “Amarás al Señor, tu Dios con todo tu corazón… y a tu prójimo como a ti mismo”


Por: Héctor Lugo, LC. | Fuente: GAMA - Virtudes y Valores 





«La vida es sueño», aseveraba Don Calderón de la Barca, y no sin razón. Con frecuencia identificamos los sueños con el candor ingenuo de la juventud, pero la verdad es que para un hombre dejar de soñar es dejar de existir. Todos necesitamos de sueños que alimenten el alma y den sentido a nuestra vida. El ingeniero sueña con un lucrativo sistema computacional, el abogado en montarse sobre un BMW, el prisionero en caminar libre por las calles, el policía azotando el crimen al estilo James Bond, y el ciego en contemplar a las personas que ama. Y así todos vamos proyectando una barahúnda de deseos que pincelamos en cuadros de mil colores y formas. Pero en el fondo, todos soñamos en lo mismo: soñamos en ser felices.

Pero, ¿por qué nos huye la felicidad cuando alcanzamos esos sueños?, ¿a qué se debe esa tacañería y falta de educación?, ¿de dónde ese absurdo?

Quizá acaece, porque hemos despreciado el supuesto de toda felicidad: la humildad. Suena extraño, pero la experiencia nos habrá enseñado que el mundo está cuajado de paradojas, y esta, sin duda, es una de ellas.

Mientras que otras virtudes ensanchan nuestros pechos y nos evocan bellos paisajes, la humildad, por el contrario, tiene un sabor amargo y más bien, nos recuerda el fracaso y la miseria. Por eso no es raro que concibamos la humildad como un artificio medieval, un analgésico del mediocre o el apellido del zonzo del salón. A tal grado nos convencemos de ello, que llegamos a entender que manso y menso son sinónimos, o por lo menos parientes de significado. Pero la realidad es bien distinta.

La humildad, de suyo, tiene una carga fuertemente positiva. La humildad es la condición necesaria del amor, dimensionado en aquella fórmula radical y revolucionaria: “Amarás al Señor, tu Dios con todo tu corazón… y a tu prójimo como a ti mismo”. Porque el amor es la fusión con el amado a través de una negación (humildad), que nos autoafirma y enriquece. Negación que no es por otra parte, una pura negación ciega; al contrario, es una negación de una falsa concepción de lo que decimos amar. Y en este sentido, la humildad entra en la esfera de la verdad. Por ello, qué bien dijo la Santa de Ávila al engalanar la humildad con la verdad: «la humildad es la verdad». He aquí su razón de ser.

Decimos que un buen televisor es aquel que nos hace protagonistas de la serie, que una buena licuadora es la que cumple con los milagros que garantiza el empaque, y que un buen perro es el que ahuyenta las visitas indeseadas. Pero en el caso del hombre su realización trasciende el tiempo y el espacio, ya que es un ser capaz de conocer, querer y sobre todo de amar. Por ello, escribía San Agustín lo siguiente: «Nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti». Y precisamente en esto consiste la primera parte de la humildad, en reconocer a Dios como lo que es para poder amarlo de verdad. Así, la humildad consiste en tener el coraje de romper el cascarón de nuestro egoísmo, en acabar con nuestros esquemas de autosuficiencia, abrir nuestro corazón y dejarnos sorprender por el cariño de un Dios que supo sacar del polvo, hijos a su imagen y semejanza. No por nada el diablo, cuyo significado etimológico es “el que divide”, tiene como principal empeño separarnos de Dios, a través de la seductora locución “y seréis como dioses”, que hoy se disfraza con el nombre de “libertad”, “tolerancia”, “igualdad”, “salud”… Sin embargo, la historia que es elocuente, nos ha enseñado que tener la bendición de Dios es garantía de éxito. El Arca de Noé fue construida por aficionados; el Titanic por profesionales.

Pero la humildad se cristaliza también en el día a día. Curiosamente los términos humildad y humanidad hunden raíces en el mismo origen: “humus” que significa polvo, tierra, humo. Así que la humildad de cara al prójimo será amarle por lo que es y tal como es. También es alegrarse con las victorias del prójimo y perdonar sus errores naturales, ya que posiblemente el motivo de tantos matrimonios destruidos, familias divididas, conflictos sociales se deben a que nos ha faltado humildad. Pero si miramos un poco el Evangelio, descubriremos que Jesucristo no amó únicamente a “súper-hombres” inmaculados, sino que amó a publicanos, pecadores y hasta sus propios enemigos. Además no perdió nunca la confianza en sus “grandes” apóstoles, de los cuales uno le vendió y los demás pusieron “a todo vapor” sus piernas cuando la sombra de la cruz se presentó.

Pero, sin duda, la parte más difícil de la humildad, es el justo reconocimiento de nosotros mismos, y en consecuencia el justo amor a nosotros mismos. Y es un reconocernos como somos, sin un más y sin un menos. El hombre humilde es el que acepta sus defectos, ese que sabe decir “no sé”, uno que aprende a fracasar sin desfallecer, aquel que transforma en amor el sufrimiento que lo limita. Pero, sobre todo, el hombre humilde es aquel que reconoce los propios talentos como dones de Dios que van aparejados a una misión Porque sencillez sin humildad es timidez, inteligencia sin humildad es corrupción, caridad sin humildad es hipocresía, docilidad sin humildad es adulación, pobreza sin humildad es resignación, dolor sin humildad es un ridículo. Sin embargo, la fe con humildad es certeza, la oración con humildad es gratitud, la vida con humildad es un milagro, y el hombre humilde es un homenaje a su Creador.

En definitiva, la humildad es una actitud que nace del y para el amor. Y si nos parece amarga es porque es una buena medicina del alma, en cuanto que nos purifica; nos hace más del amado y menos de nosotros mismos. Así que cuando soñemos en ser felices, recordemos a Aquél que nos dijo: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y encontraréis vuestro descanso”.

CUANDO DIOS TE ORDENA ALGO ESCUCHA


Cuando Dios te ordena algo… escucha
Nosotros podemos ser sus vasijas, sus enviados, sus siervos, sus escogidos, si prestamos atención a su voz


Por: Fernando de Navascués | Fuente: ACC – Agencia de Contenido Católico 




Muchos hombres y mujeres en la Biblia escucharon la voz de Dios y atendieron su llamado, entre ellos: Noé, Samuel, Jeremías, Amos, María, María Magdalena y Moisés. Este último es un ejemplo claro de obediencia y heroísmo, pero también de lo que muchos hacemos cuando escuchamos el llamado del Señor.

Ya sea para empresas sencillas como ayudar a nuestros padres en el hogar, o para obras más grandes como visitar a un enfermo, o ayudar a alguien en necesidad económica, o bien para comisiones mayores como un ministerio en la iglesia o una misión evangélica en otro continente, para oír el llamado de Dios es necesario no resistirnos, y sobre todo ser humildes, a fin de poder comprender aquello que se nos ha encomendado.

Tener fe, es decir, confiar en Dios, y obedecer, son los elementos finales que nos conducirán al éxito de la empresa encomendada, luego de que el Señor nos haya dotado de su gracia y de todo lo necesario para llevarla a cabo y concluirla cabalmente, de acuerdo a su voluntad y propósito.

En el capítulo 3 del libro de Éxodo se narra cómo Moisés, un pastor de ovejas, vio un día una zarza ardiendo, se acercó y Dios le habló, lo llamó por su nombre. Moisés respondió: “Heme aquí”. Sin embargo, él tuvo miedo y se cubrió el rostro. Dios le pidió que se quitara los zapatos porque estaba pisando tierra santa. Dios le mandó ir ante el Faraón de Egipto, quien tenía en cautividad al pueblo de Israel, y pedirle que los dejara ir.

Moisés presentó diversas objeciones ante Dios: le dijo que el pueblo no le creería, que le preguntarían el nombre de quien lo había enviado, que él no estaba facultado para hablar ante Faraón porque sufría de una especie de tartamudeo, y básicamente declaró su inseguridad ante el llamado del Señor. Sin embargo, Dios tuvo paciencia con él, porque ya había resuelto convertirlo en un líder espiritual.



Dios le mostró el poder que podía darle cuando convirtió su vara en serpiente, y luego en vara nuevamente; también puso lepra en una de sus manos y luego quitó la lepra en un instante. Asimismo, puso junto a él a su hermano Aarón para que hablara por él. Ambos se presentaron ante Faraón en repetidas ocasiones, de quien recibieron múltiples rechazos y negativas, por lo cual Dios envió diez plagas sobre Egipto. Finalmente, Faraón dejó ir al pueblo, que se dirigió a la tierra de Canaán, la tierra prometida donde fluiría leche y miel.

El pueblo de Israel siguió a Moisés, aunque no fue del todo obediente ni fiel a Dios. Pero Moisés sí lo fue. Dios partió las aguas del mar en dos para dejar pasar al pueblo y salvarlo de la persecución final de Faraón. Con mucho esfuerzo, dolor y sacrificio cumplió el mandato de Dios hasta el día de su muerte.

Así que, cuando Dios te mande a hacer algo, cuando escuches su voz en tu corazón o mientras ores, cuando escuches su llamado, no opongas resistencia, piensa en las grandes hazañas que Dios quiere hacer a través de ti. Cuántas personas pueden ser aliviadas, consoladas, liberadas, salvadas o redimidas si tan sólo obedeces a la voz de Dios y dejas que Él te use con poder, tal como usó a tantos profetas, discípulos y apóstoles.

¿Quieres responder: “Pero, Señor, yo no…”? ¿O quieres decirle: “Heme aquí, Señor, envíame a mí”?, tal como lo hizo el profeta Isaías (Isaías 6:8). No es necesario que seas perfecto, sino sólo que estés dispuesto. No importa cuánto tome de ti, Dios te dará la fuerza, los recursos y la habilidad para cumplir aquello que te ha mandado a hacer. Moisés se despojó de su calzado; nosotros deberemos despojarnos de todo aquello que estorbe al llamado de Dios, así como presentarnos ante Él desnudos y dispuestos.

Dios hará el resto. Él es el verdadero héroe de todas las historias, nosotros podemos ser sus vasijas, sus enviados, sus siervos, sus escogidos, si prestamos atención a su voz.

EL EVANGELIO DE HOY SÁBADO 20 DE AGOSTO 2016



Que el mayor entre ustedes sea el servidor
Tiempo Ordinario


Mateo 23, 1-12. Tiempo Ordinario. Nuestro testimonio de cristianos debe ser coherente entre lo que decimos y lo que en realidad ponemos en práctica.


Por: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Mateo 23, 1-12
En aquel tiempo, Jesús habló a las multitudes y a sus discípulos, diciendo: "En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la gente. Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame 'maestros'.
Ustedes, en cambio, no dejen que los llamen 'maestros', porque no tienen más que un Maestro, y todos ustedes son hermanos. A ningún hombre sobre la tierra lo llamen 'padre', porque el Padre de ustedes es sólo el Padre celestial. No se dejen llamar 'guías', porque el guía de ustedes es solamente Cristo. Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido".

Oración introductoria
Padre mío, te pido que me libres de toda presunción e hipocresía. Tú sólo debes ser el centro de mi vida. Ilumina mi oración, soy tuyo y por este amor quiero servir a los demás.

Petición
Padre, que nuestro testimonio de cristianos sea coherente entre lo que decimos y predicamos y lo que en realidad ponemos en práctica.

 
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Qué actitud tengo ante los demás.
En el texto del Evangelio de hoy, Jesús condena la incoherencia y la falta de sinceridad en la relación con Dios y con el prójimo. Está hablando contra la hipocresía tanto de los escribas y los fariseos de aquel tiempo como de nosotros, hoy.


El error básico: dicen y no hacen. Jesús se dirige a la multitud y hace ver la incoherencia entre palabra y práctica. Hablan y no practican. A pesar de todo, Jesús reconoce la autoridad y el conocimiento de los escribas. Están sentados en la cátedra de Moisés. Por esto, haced y observad todo lo que os digan. Pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Jesús enumera varios puntos que revelan una incoherencia: Algunos escribas y fariseos imponen leyes pesadas a la gente. Conocían bien las leyes, pero no las practicaban, ni usaban su conocimiento para aliviar la carga de la gente. Hacían todo para ser vistos y elogiados, usaban túnicas especiales para la oración, les gustaba ocupar sitios importantes y ser saludados en la plaza pública. Querían ser llamados ¡“Maestro”¡ Representaban un tipo de comunidad que mantenía, legitimaba y alimentaba las diferencias de clase y de posición social. Legitimaba los privilegios de los grandes y la posición inferior de los pequeños. Ahora, si hay una cosa que a Jesús no le gusta son las apariencias que engañan.
¿Cómo combatir esta incoherencia? ¿Cómo debe ser una comunidad cristiana? Todos los trabajos y responsabilidades de la ida en común deben ser asumidos como un servicio: El mayor entre vosotros será vuestro servidor. A nadie hay que llamar maestro (rabino), ni padre, ni guía. Pues la comunidad de Jesús debe mantener, legitimar, alimentar no las diferencias, sino la fraternidad. Ésta es la ley primordial: Ustedes son hermanos y hermanas. La fraternidad nace de la experiencia de que Dios es Padre, y que hace de todos nosotros hermanos y hermanas. Pues, el que se ensalce será humillado, y el que se humille será ensalzado.
             Rabino, guía, maestro, padre. Son los cuatro títulos que Jesús no permite que la gente use. Y sin embargo, hoy en la Iglesia, los sacerdotes son llamados «padre». Muchos estudian en las universidades de la Iglesia y obtienen el título de «Doctor» (maestro). Mucha gente tiene dirección espiritual y se aconseja con las personas que son llamadas «directores espirituales» (guía). Lo que importa es que se tenga en cuenta el motivo que llevó a Jesús a prohibir el uso de estos títulos. Si son usados para que una persona se afirme en una posición de autoridad y de poder, de vanidad y egoísmo… son mal usados y esta persona se merece la crítica de Jesús. Si son usados para alimentar la fraternidad y el servicio y para profundizar en ellos, no son criticados por Jesús.
Todo esto nos puede llevar a plantearnos preguntas como éstas: ¿Cuáles son las motivaciones que tengo para vivir y trabajar en la Iglesia, en la comunidad, en mi trabajo? ¿Cuál es mi actitud? ¿Servicio, amor o presunción, dominación? ¿Cómo la comunidad, mis amigos, familiares, compañeros me ayudan a corregir y mejorar mis motivaciones?
«Decía san Francisco a sus hermanos: Predicad siempre el Evangelio y, si fuera necesario, también con las palabras. No hay testimonio sin una vida coherente. Hoy no se necesita tanto maestros, sino testigos valientes, convencidos y convincentes, testigos que no se avergüencen del Nombre de Cristo y de su Cruz ni ante leones rugientes ni ante las potencias de este mundo.»
(Homilía de S.S. Francisco, 29 de junio de 2015).
Reflexión
Claras y duras son las palabras de Nuestro Señor en este pasaje. Su estilo transparente puede hacernos sentir algo "incómodos" y es que, no habrá en la historia de la humanidad hombre tan coherente como lo fue Jesús, el único. Que nos puede advertir acerca de la hipocresía con justa razón. ¡Cuántas veces nos muestra a lo largo de los Evangelios su descontento con los hipócritas! ¡Cuántas veces nos exhorta a no ser como ellos! Y es que el Señor sabe muy bien cuánto daño hace la hipocresía en nuestro trabajo con los demás, y cuántas almas permanecen cerradas al amor de Dios porque no ven en nuestro testimonio de cristianos una coherencia entre lo que decimos y predicamos y lo que en realidad ponemos en práctica.

"Haced y cumplid lo que os digan, pero no hagáis lo que hacen..." ¡Qué actual es esta recomendación que nos da el Señor! ¡Cuánto nos cuesta a los soberbios aceptar estas palabras! ¿Por qué desoímos tantas veces lo que el Señor nos pide a través de su Palabra? ¿No será para justificarnos en la incoherencia de los demás? "No juzguéis y no seréis juzgados" dice el Señor. Mejor sería que pusiéramos en práctica todo lo que el Señor nos va pidiendo sin esperar nada de los demás, sin olvidar que el instrumento es pequeño.

Así pues, levantemos la mirada del horizonte y miremos en vertical, porque es de Dios y para Dios todo en nuestra vida. No justifiquemos nuestros errores en los errores de los demás, pues nuestro único modelo debe ser Jesús, en Él debemos fijar todas nuestras metas. Ante Él la verdad y la autenticidad permanecen, todo lo demás es desechado. Continúa el pasaje: “uno sólo es vuestro Padre, el del cielo." Dice la canción: "¡Dios es mi Padre, qué feliz soy!"

Realmente es así de sencillo y de maravilloso, pero, ¿cuándo vamos a creer del todo estas palabras? ¿cuándo vamos a interiorizarlas y a asumir la grandeza de este hecho? Porque si Dios es mi Padre, me conoce totalmente, me cuida, se preocupa por mí, le interesa lo que a mí me interesa, vela por mi vida, por mi bien, me da lo que necesito... Con Jesús descubrimos que Dios no es un Padre autoritario ni justiciero, sino amoroso y misericordioso que me ha amado y me ha creado y, así, mi vida cobra un sentido, mi vida no es un absurdo. Podemos llegar aún más lejos: si Dios es mi Padre, entonces Él tiene que encontrar en mí signos de que yo soy su hijo, pues los padres y los hijos se parecen.

Propósito
Que Dios sea todo en nuestra vida. No justifiquemos nuestros errores en los errores de los demás.

Diálogo con Cristo
Jesús mío, meditando tu Evangelio, me doy cuenta de que frecuentemente me preocupo de cosas sin importancia, olvidando lo que debe ser mi principal preocupación: corresponder a tu amor. Mi fe no se manifiesta en ritos o devociones, sino en mis actos concretos de amor a Dios y a los demás. Ayúdame, dame tu gracia, para que sepa amar, dejando a un lado toda vanidad y deseo de aparecer.

BUENOS DÍAS


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