sábado, 17 de diciembre de 2016

MEDITACIONES DEL EVANGELIO PARA EL CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO 2016


EXPERIENCIA INTERIOR

El evangelista Mateo tiene un interés especial en decir a sus lectores que Jesús ha de ser llamado también «Emmanuel». Sabe muy bien que puede resultar chocante y extraño. ¿A quién se le puede llamar con un nombre que significa «Dios con nosotros»? Sin embargo, este nombre encierra el núcleo de la fe cristiana y es el centro de la celebración de la Navidad.

Ese misterio último que nos rodea por todas partes y que los creyentes llamamos «Dios» no es algo lejano y distante. Está con todos y cada uno de nosotros. ¿Cómo lo puedo saber? ¿Es posible creer de manera razonable que Dios está conmigo si yo no tengo alguna experiencia personal, por pequeña que sea?

De ordinario, a los cristianos no se nos ha enseñado a percibir la presencia del misterio de Dios en nuestro interior. Por eso muchos lo imaginan en algún lugar indefinido y abstracto del universo. Otros lo buscan adorando a Cristo presente en la eucaristía. Bastantes tratan de escucharlo en la Biblia. Para otros, el mejor camino es Jesús.

El misterio de Dios tiene, sin duda, sus caminos para hacerse presente en cada vida. Pero se puede decir que, en la cultura actual, si no lo experimentamos de alguna manera vivo dentro de nosotros, difícilmente lo hallaremos fuera. Por el contrario, si percibimos su presencia en nosotros podremos rastrear su presencia en nuestro entorno.

¿Es posible? El secreto consiste sobre todo en saber estar con los ojos cerrados y en silencio apacible, acogiendo con un corazón sencillo esa presencia misteriosa que nos está alentando y sosteniendo. No se trata de pensar en eso, sino de estar «acogiendo» la paz, la vida, el amor, el perdón… que nos llega desde lo más íntimo de nuestro ser.

Es normal que, al adentrarnos en nuestro propio misterio, nos encontremos con nuestros miedos y preocupaciones, nuestras heridas y tristezas, nuestra mediocridad y nuestro pecado. No hemos de inquietarnos, sino permanecer en el silencio. La presencia amistosa que está en el fondo más íntimo de nosotros nos irá apaciguando, liberando y sanando.

Karl Rahner, uno de los teólogos más importantes del siglo XX, afirma que, en medio de la sociedad secular de nuestros días, «esta experiencia del corazón es la única con la que se puede comprender el mensaje de fe de la Navidad: Dios se ha hecho hombre». El misterio último de la vida es un misterio de bondad, de perdón y salvación, que está con nosotros: dentro de todos y cada uno de nosotros. Si lo acogemos en silencio conoceremos la alegría de la Navidad.

Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Mt 1,18-24


«Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado»



Hoy, la liturgia de la Palabra nos invita a considerar y admirar la figura de san José, un hombre verdaderamente bueno. De María, la Madre de Dios, se ha dicho que era bendita entre todas las mujeres (cf. Lc 1,42). De José se ha escrito que era justo (cf. Mt 1,19).

Todos debemos a Dios Padre Creador nuestra identidad individual como personas hechas a su imagen y semejanza, con libertad real y radical. Y con la respuesta a esta libertad podemos dar gloria a Dios, como se merece o, también, hacer de nosotros algo no grato a los ojos de Dios.

No dudemos de que José, con su trabajo, con su compromiso en su entorno familiar y social se ganó el “Corazón” del Creador, considerándolo como hombre de confianza en la colaboración en la Redención humana por medio de su Hijo hecho hombre como nosotros.

Aprendamos, pues, de san José su fidelidad —probada ya desde el inicio— y su buen cumplimiento durante el resto de su vida, unida —estrechamente— a Jesús y a María.

Lo hacemos patrón e intercesor para todos los padres, biológicos o no, que en este mundo han de ayudar a sus hijos a dar una respuesta semejante a la de él. Lo hacemos patrón de la Iglesia, como entidad ligada, estrechamente, a su Hijo, y continuamos oyendo las palabras de María cuando encuentra al Niño Jesús que se había “perdido” en el Templo: «Tu padre y yo...» (Lc 2,48).

Con María, por tanto, Madre nuestra, encontramos a José como padre. Santa Teresa de Jesús dejó escrito: «Tomé por abogado y señor al glorioso san José, y encomendéme mucho a él (...). No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer».

Especialmente padre para aquellos que hemos oído la llamada del Señor a ocupar, por el ministerio sacerdotal, el lugar que nos cede Jesucristo para sacar adelante su Iglesia. —¡San José glorioso!: protege a nuestras familias, protege a nuestras comunidades; protege a todos aquellos que oyen la llamada a la vocación sacerdotal... y que haya muchos.


+ Rev. D. Pere GRAU i Andreu 
(Les Planes, Barcelona, España)

LECTURAS BÍBLICAS PARA EL CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO 2016


Cuarto Domingo de Adviento – Ciclo A
Domingo 18 de Diciembre de 2016

“José, el carpintero, nos regala el bastón de la fe“



Primera lectura
Lectura del libro de Isaías 7,10-14:

En aquellos días, el Señor habló a Acaz: «Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.»
Respondió Acaz: «No la pido, no quiero tentar al Señor.»
Entonces dijo Dios: «Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”.»

Palabra de Dios    

______________________

Salmo
Salmo Responsorial: 23,1-2.3-4ab.5-6

R/. Va a entrar el Señor, él es el Rey de la gloria

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R/.

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R/.

Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R/.

______________________

Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 1,1-17:

Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol, escogido para anunciar el Evangelio de Dios. Este Evangelio, prometido ya por sus profetas en las Escrituras santas, se refiere a su Hijo, nacido, según la carne, de la estirpe de David; constituido, según el Espíritu Santo, Hijo de Dios, con pleno poder por su resurrección de la muerte: Jesucristo, nuestro Señor. Por él hemos recibido este don y esta misión: hacer que todos los gentiles respondan a la fe, para gloria de su nombre. Entre ellos estáis también vosotros, llamados por Cristo Jesús. A todos los de Roma, a quienes Dios ama y ha llamado a formar parte de los santos, os deseo la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

Palabra de Dios

_______________

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 1,18-24

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto.
Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que habla dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”.»
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.

Palabra del Señor

LITURGIA FAMILIAR PARA LA CUARTA SEMANA DE ADVIENTO


Liturgia familiar para la Cuarta Semana de Adviento


INDICACIONES

La corona al inciar la liturgia deben estar encendidas las anteriores velas de la corona. Crear un ambiente recogido, con poca luz. Es recomendable colocar una imagen de la Virgen al lado de la corona, con un cirio a sus pies. De este cirio se puede tomar la llama para encender la tercera vela de la corona.

TODOS: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

MONITOR: Alegrémonos porque el Señor está cerca de nosotros y viene a traernos la reconciliación. Encenderemos la cuarta y última vela de nuestra corona. Que este símbolo nos recuerde la proximidad de la venida del Señor Jesús, que viene a traernos alegría y esperanza. Iniciemos la oración de esta semana cantando MORADA DE LA LUZ (u otro canto apropiado)

CELEBREMOS UNIDOS A LA VIRGEN MARÍA, 
PORQUE ESTÁBAMOS CIEGOS Y NOS DIO A LUZ EL DÍA,
PORQUE ESTÁBAMOS TRISTES Y NOS DIO LA ALEGRÍA.

1. Mujer tan silenciosa y encumbrada, ahora más que el sol, recibes en tu vientre al mismo Dios, al que es tu Creador.

2. Lo que Eva en una tarde misteriosa buscando nos perdió, Tú, Madre, lo devuelves florecido en fruto salvador.

3. Tú que eres bella puerta del Rey sumo, Morada de la Luz, la puerta nos abriste de los cielos al darnos a Jesús.

LECTOR: Lectura tomada del Evangelio según San Lucas:

"En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque , apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!" Y dijo María: "Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su sierva, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada."

MONITOR: La presencia del Señor Jesús entre nosotros nos llena de gozo y alegría. Es la Madre quien nos lo hace cercano, quien permite que esa Luz llegue a nosotros e ilumine nuestra vida. En compañía de Santa María encendamos la última vela de nuestra corona de Adviento mientras cantamos.

(Una persona enciende la cuarta vela mientras se entona el canto, de ser posible durante la cuarta estrofa)

HOY SE ENCIENDE UNA LLAMA (u otro canto apropiado)


Hoy se enciende una llama
en la corona de Adviento
que arda nuestra esperanza
en el corazón despierto
y al calor de la Madre
caminemos este tiempo

Un primer lucero se enciende
anunciando al Rey que viene
preparad corazones
allánense los senderos

Hoy se enciende una llama
en la corona de Adviento
que arda nuestra esperanza
en el corazón despierto
y al calor de la Madre
caminemos este tiempo.

Crecen nuestros anhelos al ver
la segunda llama nacer
como dulce rocío vendrá
el Mesías hecho Niño.

Hoy se enciende una llama
en la corona de Adviento
que arda nuestra esperanza
en el corazón despierto
y al calor de la Madre
caminemos este tiempo.

Nuestro gozo hoy quiere cantar
por ver tres luceros brillar
con María esperamos al Niño
con alegría.

Hoy se enciende una llama
en la corona de Adviento
que arda nuestra esperanza
en el corazón despierto
y al calor de la Madre
caminemos este tiempo.

Huyen las tinieblas al ver
cuatro llamas resplandecer
ya la gloria está cerca
levanten los corazones.

Hoy se enciende una llama
en la corona de Adviento
que arda nuestra esperanza
en el corazón despierto
y al calor de la Madre
caminemos este tiempo.

(Se pueden hacer alguna peticiones acudiendo a la intercesión de la Virgen María respondiendo después de cada petición: POR INTERCESIÓN DE TU MADRE, ESCÚCHANOS SEÑOR)

MONITOR: Oremos.

Padre misericordioso, que quisiste que tu Hijo se encarnara en el seno de Santa María Virgen, escucha nuestra súplicas y concédenos tu gracia para que sepamos acoger al Señor Jesús, tu Hijo, que contigo vive y reina en unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

TODOS: Amén.

TODOS: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

IMÁGENES DE ESTAMPAS DE FELIZ NAVIDAD































EL EVANGELIO DE HOY SÁBADO 17 DE DICIEMBRE DEL 2016


Decidir confiar.
Mateo 1, 1-17. III Sábado Adviento. Ciclo A. Genealogía de Jesucristo


Por: H. Iván Yoed González Aréchiga LC | Fuente: www.missionkits.org 



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, me amas como no tengo una idea. Lo «peor» de todo es que esto no lo comprenderé jamás teóricamente, sino «experiencialmente». ¿Qué puedo hacer entonces? Justo eso: pedirte la experiencia de tu amor. ¡Quiero renovarlade verdad! En tus manos pongo esta intención y mi oración. Amén.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Mateo 1, 1-17
Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, Jacob a Judá y a sus hermanos; Judá engendró de Tamar a Fares y a Zará; Fares a Esrom, Esrom a Aram, Aram a Aminadab, Aminadab a Naasón, Naasón a Salmón, Salmón engendró de Rajab a Booz, Booz engendró de Rut a Obed, Obed a Jesé, y Jesé al rey David.
David engendró de la mujer de Urías a Salomón, Salomón a Roboam, Roboam a Abiá, Abiá a Asaf, Asaf a Josafat, Josafat a Joram, Joram a Ozías, Ozías a Joatam, Joatam a Acaz, Acaz a Ezequías, Ezequías a Manasés, Manasés a Amón, Amón a Josías, Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos durante el destierro en Babilonia.
Después del destierro en Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel a Zorobabel, Zorobabel a Abiud, Abiud a Eliaquim, Eliaquim a Azor, Azor a Sadoc, Sadoc a Aquim, Aquim a Eliud, Eliud a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob, y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
De modo que el total de generaciones, desde Abraham hasta David, es de catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, es de catorce, y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, es de catorce.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Hay instante más bello, que aquél en que se espera algo bueno? Cuántas veces, ante un proyecto que nos ilusiona, esperamos con una emoción y espera que no desesperan. Como si nos tocase disfrutar de lo esperado aun sin tenerlo. La espera de un día especial, de un aniversario, de un cumpleaños, de la llegada de un familiar, de una persona querida, de un hijo, de un bebé que viene al mundo.
Siempre están presentes las expectativas, y a veces no nos dejan dormir. Tenemos temores, miedos de verdad justificados –otros no. Pero desde luego que nos ilusiona, pese a todo pesar. Y ante los miedos, o se decide sucumbir o se decide confiar.
Creo que un poco sucedió así contigo, Madre mía. ¡Quisiera ponerme en tu lugar! ¡Tanto misterio en tan esperada espera!, en donde la voz de Dios era tan tenue, y tenías que agudizar tanto el oído. Y, al mismo, tiempo confiabas en Dios. Sí, tenías tantas preguntas y miedos, ¡pero confiabas en Dios!, y eso te «solucionó» todo. Nada cambia al exterior para e quien en Dios confía, pero en el interior ocurre un milagro: el corazón se torna como el de Cristo mismo.
Con esa actitud, desde lo más profundo de tu ser, Madre mía, ante la espera, quiero detenerme frente a todas mis esperas, sobre todo frente a la de prepararme para recibirte, Jesús.
«El profeta Isaías describe la figura del Siervo de Yahveh y su misión de salvación. Se trata de un personaje que no ostenta una genealogía ilustre, es despreciado, evitado de todos, acostumbrado al sufrimiento. Uno del que no se conocen empresas grandiosas, ni célebres discursos, pero que cumple el plan de Dios con su presencia humilde y silenciosa y con su propio sufrimiento. Su misión, en efecto, se realiza con el sufrimiento, que le ayuda a comprender a los que sufren, a llevar el peso de las culpas de los demás y a expiarlas. La marginación y el sufrimiento del Siervo del Señor hasta la muerte, es tan fecundo que llega a rescatar y salvar a las muchedumbres.
Jesús es el Siervo del Señor.»
 (Homilía de S.S. Francisco, 18 de octubre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
¿Cómo voy en mis propósitos de adviento?, ¿tengo alguno? Hoy lo renovaré en mi corazón para ofrecértelo, Señor.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!       
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

UN JUICIO MUY ESPECIAL


Un juicio muy especial


Hoy te llevo conmigo a presenciar un juicio para que aprecies la calidad de un juez que resuelve un caso penoso con suma habilidad, con generosidad, y es capaz de involucrar a los curiosos, para que salgan de la audiencia con una memorable lección de ética.

En un despiadado día de invierno, un anciano tembloroso fue llevado ante los tribunales. Se le acusaba de haber robado un pan. Al ser interrogado, el hombre explicó al juez que lo había hecho porque su familia estaba muriéndose de hambre. —La ley exige que sea usted castigado —declaró el juez—. Tengo que exigirle una multa de 50 pesos. Al mismo tiempo metió la mano en su bolsillo y dijo: —Aquí tiene usted el dinero para pagar su multa. Y además —prosiguió el juez—, impongo una multa de 10 pesos a cada uno de los presentes en esta sala, por vivir en una ciudad donde un hombre necesita robar para poder sobrevivir. Pasaron una bandeja por el público, y el hombre, totalmente asombrado, abandonó la sala con 500 pesos en su bolsillo. 

Hay un deber de solidaridad que nos toca a todos. Jesús planteó esta situación en la parábola del buen samaritano. San Pedro lo recordaba a los cristianos: “Vivan todos unidos, compartan las preocupaciones de los demás, ámense como hermanos, sean misericordiosos y humildes”. Que estos sentimientos te vuelvan activo en la caridad.


* Enviado por el P. Natalio

10 HERMOSOS VILLANCICOS DE NAVIDAD

10 hermosos villancicos
Una selección de algunos de los villancicos más lindos y tradicionales que hay


Por: n/a | Fuente: Catholic-link.com 



A medida que se aproxima la Navidad crece la expectativa, la emoción y la alegría, y es que todo a nuestro alrededor apunta a esta gran celebración: las decoraciones, los pesebres, las luces y desde luego, la música, pues ¿quién podría imaginar una navidad sin un buen villancico? 
Los hay en todos los géneros, ritmos, e idiomas y de todas partes del mundo, pero en esencia los villancicos proclaman el júbilo por la venida de nuestro amado Emmanuel, el Rey de la Paz, en quien se cumple la promesa redentora de Dios.  Como dice Benedicto XVI:
“La alegría del canto y de la música son…una invitación constante para los creyentes y los hombres de buena voluntad a comprometerse para dar a la humanidad un porvenir lleno de esperanza”.
Los villancicos nos invitan a adentrarnos en esa alegría expectante, llenando nuestros corazones de vivos sentimientos de alabanza, paz y gozo por la venida del Salvador
Hemos hecho una selección de algunos de los villancicos más lindos y tradicionales que hay.


El Tamborilero

Noche de Paz

Yo soy un Pastorcillo

Gloria in excelsis Deo

Adeste Fideles

Campana sobre campana

Ay del chiquirritín

Dulce Jesús mío

Joy to the World

White Christmas

Finalmente un tema un tema menos espiritual, pero no por ello menos popular y emotivo, además que así aprovechamos apra deciles:

¡Feliz Navidad!


Texto de artículo originalmente publicado en Catholic-link
Lista de villancicos fue ligeramente modificada por nuestro editor.

UN TIERNO SILENCIO DE NAVIDAD


Un tierno silencio de Navidad
Adviento es el tiempo de la humilde espera del Salvador, de la plena alegría por su nacimiento.


Por: Guillaume Derville | Fuente: http://www.opusdei.org 




“El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura”[1]: el papa Francisco muestra que, en el misterio de Cristo, los signos manifiestan la ternura de Dios. Y san Ignacio de Antioquía dice que al Señor se le conoce en su silencio. 

El tiempo de Navidad está anunciado por un Adviento donde la moderación y el relativo silencio de los instrumentos musicales en la liturgia son signos de la humilde espera del Salvador, de la plena alegría de su nacimiento[2]. 

El Verbo se hace carne y lo contemplamos niño: “infans”, en latín, lo que significa literalmente “que no habla”. La Palabra no sabe hablar. El silencio de Dios invita a la contemplación, a la admiración, a la adoración. El Verbo se ha abreviado, dicen los Padres de la Iglesia: el Hijo de Dios se ha hecho pequeño para que la Palabra esté a nuestro alcance, signo silencioso y tierno que pide amor.

La liturgia extiende ese silencio a la naturaleza entera. “Cuando un sereno silencio lo envolvía todo y la noche estaba a la mitad de su curso”, reza el libro de la Sabiduría, bajó a la tierra “desde el Cielo tu omnipotente Palabra” (Sb 18, 14-15). La aplicación de ese texto al nacimiento de Jesús se remonta probablemente al judeocristianismo, es decir en los primeros tiempos de la Iglesia[3].

La Palabra no sabe hablar. El silencio de Dios invita a la contemplación, a la admiración, a la adoración.
El rezo del Ángelus vespertino nació de la creencia de que en aquella hora, cuando cae el silencio de la noche, la Virgen María recibió el saludo angélico. Poco a poco, se extendió la práctica de recitar esa oración a mediodía, pidiendo entonces, en el siglo XV, por la paz de la Iglesia[4].



María, y José, el silencioso, volverán a Nazaret: treinta años de silencio de Jesús, amaba subrayar san Josemaría[5]. Vendrá la vida pública, e incluso un día Cristo callará ante Herodes “con un divino silencio”[6].Isaías había profetizado: “En el silencio y en la esperanza residirá vuestra fortaleza”; san Josemaría lo aplicaba también a la adversidad: “Callar y confiar”[7]; pues, como decía Benedicto XVI, “las circunstancias adversas son misteriosamente «abrazadas» por la ternura de Dios”[8]. En palabras de Francisco, “poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse, como una secreta pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias: «[…] Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor» (Lm 3,26)”[9].

Un poeta francés dice que los pensamientos son pájaros que cantan solo cuando están en el árbol del silencio. El cristiano piensa y reza: “Días de silencio y de gracia intensa... Oración cara a cara con Dios...”[10]. 

En la pluma de san Josemaría, la palabra “silencio” es frecuentemente usada con los adjetivos fecundo, alegre, amable[11]. El trabajo callado es elocuente, el esfuerzo silencioso da frutos[12]… 

El silencio respira paz, humildad, descanso, serenidad, e incluso eficacia; permite el recogimiento. Elías escuchó a Dios en “un susurro de brisa suave”, literalmente en “la voz de un fino silencio” (1R 19,12), que expresaba la intimidad de una conversación[13].

Hacen falta tiempos de “silencio interior”, constata san Josemaría[14]. Como dice la beata Madre Teresa de Calcuta, “Dios habla en el silencio del corazón. […] El fruto de ese silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. Y el fruto del servicio es la paz. Porque la paz proviene de quien siembra el amor transformándolo en acción”[15].

Da paz buscar un cierto silencio en el trabajo, en la familia y en la sociedad. Según una bella tradición cristiana, se puede tender al silencio cuando empieza la tarde, en memoria de la pasión del Señor, y guardarlo durante la noche, para descansar en Él. Después de la muerte en la cruz vendrá el silencio del sepulcro, hasta la gloria de la resurrección. El gran silencio de los cartujos y de tantos religiosos acompaña y sostiene la oración de toda la Iglesia.

El silencio lleva a ser atento con los demás y refuerza la fraternidad. El Evangelio pide, como recuerda el papa Francisco, “un ejercicio perenne de empatía, de escucha del sufrimiento y de la esperanza del otro”[16]. La ternura de Dios hace nuestro corazón sensible, cercano. Nos abre a los demás y descubrimos, en palabras de san Josemaría, “personas que necesitan ayuda, caridad y cariño”[17]. En un tiempo donde parece que tenemos que llenar todo nuestro día de iniciativas, de actividades, de ruido, es bueno hacer silencio fuera y dentro de nosotros para poder escuchar la voz de Dios y la del prójimo.

Cada Adviento evoca la espera gozosa de la segunda venida del Señor. Cuando se abre el séptimo sello del Apocalipsis, se hace un silencio en el cielo (Ap 8, 1) que nos prepara al misterio trinitario. Calla el cielo porque reza, en humilde espera de la manifestación de Dios. Como dice el Pseudo-Dionisio, veneramos en respetuoso silencio lo inefable de Dios: adoramos[18]. 

El Concilio Vaticano II recomienda en la santa liturgia el “silencio sagrado” ante Dios[19]. Así, durante la celebración eucarística, señala Francisco, “los creyentes hacen silencio y lo dejan hablar a Él”[20]. El Prelado del Opus Dei recuerda como los tiempos de silencio invitan a la asamblea reunida en la caridad a “escuchar las sugerencias íntimas” del Espíritu Santo[21]. 

La ternura de Dios se manifiesta en los signos… Según una bella expresión de los Padres, aprendamos a leer esos «modos de ser» de Dios, que se nos revela en Jesucristo. Acompañemos el silencio de María y José. “Caía la tarde, con un silencio denso... Notaste muy viva la presencia de Dios... Y, con esa realidad, ¡qué paz!”[22].

Guillaume Derville

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[1] Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 24 de noviembre de 2013, 88.

[2] Cf. Ordenación general del Misal Romano, 313.

[3] Cf. Jean Daniélou, Théologie du judéo-christianisme. Histoire des doctrines chrétiennes avant Nicée, 1, Desclée-Cerf, Paris 19912, p. 276.

[4] Cf. Mario Righetti, Historia de la liturgia I, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1955, p. 206-207.

[5] Cf. san Josemaría, Surco, 485; Es Cristo que pasa, 38; Amigos de Dios, 281, 284.

[6] San Josemaría, Es Cristo que pasa, 72; cf. Surco, 485; cf. Via Crucis, 1, 4. Cf. Mt 26, 62.

[7] San Josemaría, Forja, 799. Cf. Is 30, 15.

[8] Benedicto XVI, Exhortación apostólica Verbum Domini, 30 de septiembre de 2010, 106.

[9] Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 6.

[10] San Josemaría, Surco, 179.

[11] Cf. San Josemaría, Camino, 447, 645, 672;

[12] Cf. San Josemaría, Surco 300, 530.

[13] En hebreo, es la fórmula enigmática: “qol demama daqqa”, que Francisco glosa en su homilía en Santa Marta, cf. Osservatore Romano, 13 de diciembre de 2013, p. 8.

[14] San Josemaría, Surco, 670.

[15] Beata Teresa de Calcuta, Entrevista concedida en 1987 al periodista R. Farina, y publicada en el seminario italiano Il Sabato, cit. en J.L. Illanes, Tratado de Teología espiritual, EUNSA, Pamplona 2007, p. 394-395.

[16] Francisco, Mensaje para la celebración de la XLVII Jornada Mundial de la Paz (1 de enero de 2014), 8 de diciembre de 2013, 10.

[17] San Josemaría, Conversaciones, 96.

[18] Cf. Pseudo-Dionisio, De divinis nominibus, c. I, n. 11, cit. en Fernando Ocáriz, Sobre Dios, la Iglesia y el mundo, Rialp, Madrid 2013, p. 70.

[19] Concilio Vaticano II, Const. Sacrosanctum Concilium, 30.

[20] Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 143.

[21] Javier Echevarría, Vivir la Santa Misa, Rialp, Madrid3, p. 70; cf. también p. 25, 106, 186. Cf. Ordenación general del Misal Romano, 45, 55-56. Cf. Benedicto XVI, Exhortación apostólica Verbum Domini, 66.

[22] San Josemaría, Surco, 857.
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