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lunes, 6 de septiembre de 2021

DIEZ RAZONES PARA LEER LA BIBLIA



 Diez razones para leer la Biblia

Aprovecha para leerla, saborearla, meditarla, permitirle que sea lámpara para tus pasos, luz en tu sendero.

Por: Alejandra María Sosa Elízaga | Fuente: http://www.ediciones72.com



Aprovecha para leerla, saborearla, meditarla, permitirle que sea lámpara para tus pasos, luz en tu sendero. Considera que tienes al menos diez razones para adentrarte en el fascinante mundo de la Sagrada Escritura:


1. Conocer a Dios

Sería para nosotros imposible saber algo acerca de Dios si Él no nos lo hubiera revelado. Y lo hizo a través de Su Palabra. Así que para que puedas conocerlo y consiguientemente entablar con Él una relación personal de amor y confianza, es indispensable que leas Su Palabra.


2. Conocerse uno mismo

La Palabra de Dios "penetra hasta las fronteras del alma y del espíritu" (Heb 4,12). Leerla te permite conocerte a fondo, pero no desde la óptica humana de juicio y condena, sino desde la mirada esperanzadora y misericordiosa de Dios.


3. Recibir luz

Dice el salmista que la Palabra es “lámpara para sus pasos, luz en su sendero” (ver Sal 119, 105).

Siempre tiene un mensaje para iluminar tu situación actual, siempre tiene algo pertinente que decirte; a veces te consuela, a veces te exhorta, a veces te tranquiliza, a veces te inquieta y te sacude, pero puedes tener la certeza de que siempre te da lo que tu alma necesita.


4. Dialogar con Dios

Hay quien cree que orar consiste sólo en hablar y hablar con Dios pues Él no dice nada. Pero Dios sí habla: a través de Su Palabra. Leer la Biblia te permite escuchar lo que quiere decirte, para poder después responderle, dialogar con Él y, con Su gracia, hacerlo vida.


5. Participar de la reflexión y oración de toda la Iglesia

Cuando lees los textos que se proclaman cada día en Misa o en la Liturgia de las Horas, te unes a millones de católicos en todo el mundo que en ese mismo momento están leyendo, escuchando, reflexionando, orando con esas mismas palabras. Leer así la Palabra te permite participar activamente en la unidad y universalidad de la Iglesia


6. Situarte dentro de la historia de la salvación

Leer la Biblia te permite descubrir cómo fue que Dios se reveló al ser humano; estableció una alianza con el hombre, le prometió Su amor y salvación y lo cumplió. Conocer el pasado te permite comprender el presente y vivirlo desde el gozo de saber que formas parte del pueblo de Dios, que eres miembro de Su rebaño, oveja del Buen Pastor.


7. Conocer, comprender y amar a la Iglesia

Leer la Biblia te permite conocer la Iglesia de la que formas parte para comprenderla y amarla más, y gozarte de pertenecer a ella sabiendo que fue fundada por Cristo, y aunque está formada por seres humanos susceptibles de fallar, como tú y como yo, es conducida a través de la historia, por el Espíritu de Dios.


8. Anunciar la Buena Nueva

Leer la Biblia te permite cumplir el mandato de Jesús de ir por todo el mundo a anunciar la Buena Nueva (ver Mc 16, 15). Sólo si conoces la Escritura puedes compartir Su luz con otros.


9. Conocer y defender la fe

Dice San Pablo que todo texto de la Escritura es útil para enseñar (ver 2Tim 3,16). Conocer la Biblia te permite enfrentar a quienes atacan tu fe católica y responderles no sólo con caridad sino con argumentos sólidos.


10. Vivir con libertad y alegría

Leer la Biblia te da libertad y alegría. La libertad de que gozan quienes abandonan la inmovilidad de las tinieblas y caminan hacia Aquel que es la Luz; la alegría de saber que Él está contigo todos los días hasta el fin del mundo, y la alegría de anunciarlo a los demás, como pide el Papa Francisco.

jueves, 8 de julio de 2021

10 RAZONES PARA LEER LA BIBLIA



 10 razones para leer la Biblia

La Biblia es el conjunto de textos para conducir a los hombres al cielo. Está inspirada por Dios, esto significa que Dios mismo es el autor principal de estos libros, aunque utilizó para escribirlos un instrumento humano. El autor humano escribe con su estilo, pero bajo la inspiración divina, de modo que lo escrito realmente es palabra de Dios.

 

La Biblia se divide en dos grandes partes: Antiguo Testamento y Nuevo Testamento, ambos relacionados entre sí. La Biblia está formada por 73 libros: 46 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento.

 

10 Razones para leer la Biblia:

 

1. Conocer a Dios.

Sería para nosotros imposible saber algo acerca de Dios si Él no nos lo hubiera revelado. Y lo hizo a través de Su Palabra. Así que para que puedas conocerlo y consiguientemente entablar con Él una relación personal de amor y confianza, es indispensable que leas Su Palabra.

2. Conocerse uno mismo.

La Palabra de Dios "penetra hasta las fronteras del alma y del espíritu" (Heb 4,12). Leerla te permite conocerte a fondo, pero no desde la óptica humana de juicio y condena, sino desde la mirada esperanzadora y misericordiosa de Dios.

3. Recibir luz.

Dice el salmista que la Palabra es "lámpara para sus pasos, luz en su sendero” (ver Sal 119, 105). Siempre tiene un mensaje para iluminar tu situación actual, siempre tiene algo pertinente que decirte; a veces te consuela, a veces te exhorta, a veces te tranquiliza, a veces te inquieta y te sacude, pero puedes tener la certeza de que siempre te da lo que tu alma necesita.

4. Dialogar con Dios.

Hay quien cree que orar consiste sólo en hablar y hablar con Dios pues Él no dice nada. Pero Dios sí habla: a través de Su Palabra. Leer la Biblia te permite escuchar lo que quiere decirte, para poder después responderle, dialogar con Él y, con Su gracia, hacerlo vida.

5. Participar de la reflexión y oración de toda la Iglesia.

Cuando lees los textos que se proclaman cada día en Misa o en la Liturgia de las Horas, te unes a millones de católicos en todo el mundo que en ese mismo momento están leyendo, escuchando, reflexionando, orando con esas mismas palabras. Leer así la Palabra te permite participar activamente en la unidad y universalidad de la Iglesia.

6. Situarte dentro de la historia de la salvación.

Leer la Biblia te permite descubrir cómo fue que Dios se reveló al ser humano; estableció una alianza con el hombre, le prometió Su amor y salvación y lo cumplió. Conocer el pasado te permite comprender el presente y vivirlo desde el gozo de saber que formas parte del pueblo de Dios, que eres miembro de Su rebaño, oveja del Buen Pastor.

7. Conocer, comprender y amar a la Iglesia.

Leer la Biblia te permite conocer la Iglesia de la que formas parte para comprenderla y amarla más, y gozarte de pertenecer a ella sabiendo que fue fundada por Cristo, y aunque está formada por seres humanos susceptibles de fallar, como tú y como yo, es conducida a través de la historia, por el Espíritu de Dios.

8. Anunciar la Buena Nueva.

Leer la Biblia te permite cumplir el mandato de Jesús de ir por todo el mundo a anunciar la Buena Nueva (ver Mc 16, 15). Sólo si conoces la Escritura puedes compartir Su luz con otros. 

9. Conocer y defender la fe.

Dice San Pablo que todo texto de la Escritura es útil para enseñar (ver 2Tim 3,16). Conocer la Biblia te permite enfrentar a quienes atacan tu fe católica y responderles no sólo con caridad sino con argumentos sólidos. 

10. Vivir con libertad y alegría.

Leer la Biblia te da libertad y alegría. La libertad de que gozan quienes abandonan la inmovilidad de las tinieblas y caminan hacia Aquel que es la Luz; la alegría de saber que Él está contigo todos los días hasta el fin del mundo, y la alegría de anunciarlo a los demás, como pide el Papa Francisco.


(Fuente: Catholic.net)

lunes, 28 de septiembre de 2020

EL MEJOR MÉTODO PARA ESTUDIAR LA BIBLIA DESDE CERO Y SABER CUÁL VERSIÓN ESCOGER


 El mejor método para estudiar la Biblia desde cero y saber cuál versión escoger

Te ofrecemos un método efectivo para que te inicies en el estudio de la Biblia


Por: n/a | Fuente: PildorasdeFe.net


Hoy día en muchas familias católicas encontramos la Biblia como el libro sagrado de la casa. Ojalá que pronto llegue el día que cada católico sea un asiduo lector de la Escritura Sagrada.

Pero muchos que comienzan a leerla, después de algunos capítulos la dejan de lado por no comprender casi nada. Dicen que leer la Biblia les resulta difícil. Es un libro tan largo y a veces difícil, especialmente para uno que sabe poca historia y poca geografía, y no tiene costumbre de ubicar lo que lee en su propio contexto.

También se da el caso de católicos que, comienzan a leer la Biblia, y se dejan llevar por interpretaciones parciales, caprichosas y fanáticas que poco a poco lo llevan a uno a adherir, por mero sentimentalismo, a algunas de las muchas sectas bíblicas ya existentes, apartándose, por ignorancia, de la Iglesia Católica.

Y no faltan los que quieren leer toda la Biblia sin alguna explicación; o toman la Biblia como un juego de naipes abriendo el libro al azar, o saltando por aquí o por allá y piensan que Dios automáticamente les comienza a hablar. Es un riesgo muy grande; es como jugar a la suerte.

Para evitar estos peligros, no basta leer la Biblia con fe y devoción. Hay que juntar la fe, la oración y la devoción con el estudio. Leer la Biblia sin una adecuada preparación es tentar a Dios. Hay que prepararse para leerla. Si no, puede suceder cualquier cosa. La historia de nuestra fe es así.

Queridos hermanos, esta carta tiene como finalidad introducirnos en el estudio de la Biblia. Hoy, más que nunca, debemos tener una cierta preparación para iniciar una lectura seria de la Biblia.

Para muchos, la Biblia sigue siendo un hermoso libro cerrado que adorna nuestra biblioteca. El problema es: ¿cómo leer, cómo comenzar con este libro? Siempre ha sido difícil la iniciación a la lectura de la Biblia. Exige de nosotros paciencia, humildad, serenidad y una cierta disciplina intelectual.

En esta carta vamos a indicarles algunos consejos prácticos para comenzar el estudio de la Biblia.


1.- Las mejores Biblias

Muchas personas se preguntan cómo conseguir una buena edición moderna de la Biblia Católica. Recuerda que ésta tiene 73 libros, está completa para el estudio y debe tener aprobación eclesiástica (Imprimatur)


Hoy existen muy buenas Biblias católicas; les recomendamos la Biblia de Jerusalén, la Biblia de América, La Nueva Biblia Americana, la Biblia de Navarra, Biblia Latinoamericana, la Biblia del Peregrino, Nacar-Colunga, entre otras.

Da pena ver gente ansiosa de conocer la Biblia y lo hace con ediciones demasiado antiguas, incluso incompletas, sin introducciones, ni comentarios; o con ediciones de bolsillo que está bien para llevarlas a un paseo pero no para hacer estudios serios con ellas.

2.- Una Biblia de uso personal

Conviene que cada persona tenga su propia Biblia en la que libremente vaya subrayando los textos más importantes o más significativos en relación con nuestra vida de fe, con nuestro seguimiento de Cristo, con nuestra vida de oración, de evangelización, etc.

E incluso uno va poniendo anotaciones personales, inquietudes originadas de la propia reflexión y experiencia pastoral, apuntes tomados de cursillos, retiros, libros... Sólo así se aprenden las cosas, y con gusto.


3.- Conocer bien la Biblia

Es decir, antes de estudiar el texto sagrado, hay que echar un vistazo general a la edición de su Biblia; ver qué dicen los editores sobre el manejo del libro, ver cómo se citan los libros, qué introducciones hay, qué notas, mapas, o temas especiales, etc...

Esto puede ahorrar mucho tiempo y trabajo. No hay por qué anotar en cuadernos o papelitos cosas que ya están muy bien puestas en las notas más importantes

Así por ejemplo, la Biblia Latinoamericana pone una especie de introducción muy buena, titulada: "¿Qué hubo en el mundo antes de la Biblia?". También tiene un "Indice del Evangelio" bien práctico y una serie de temas breves con el título de "La enseñanza bíblica" que pueden ayudar mucho. Además hay otros temas.

La Biblia de Jerusalén, entre tantas cosas excelentes, trae casi al final una sinopsis cronológica muy útil para ubicar los acontecimientos bíblicos dentro de la historia, de la geografía y de las otras culturas relacionadas con la Biblia.

La Nueva Biblia Española tiene, al final, un vocabulario bíblico teológico muy bueno. Cada uno debe familiarizarse bien con su propia Biblia.


4.- Leer y estudiar las Introducciones

Es muy conveniente leer las Introducciones que se ponen a cada libro o a los diversos grupos de libros.

Casi todas las Biblias modernas católicas tienen muy buenas introducciones. La Biblia de Jerusalén es excelente en este punto y es la que ha inspirado casi todas las ediciones posteriores de la Biblia.

Algunas personas se dedican primero a leer y estudiar todas las introducciones de cada libro y luego comienzan la lectura del texto bíblico mismo. Es lo mejor.


5.- Leer y meditar la Biblia

A continuación, ya se puede comenzar a leer y a estudiar el texto bíblico. Pero la Biblia es muy larga, y para todos nosotros nos resultará muy difícil, si no imposible, leerla toda desde la primera página hasta la última. Por tanto, hay que ser prácticos.

Si es la primera vez que te acercas a la Biblia, te proponemos un itinerario de lectura:

Empieza con el Evangelio de San Lucas. En él podrás conocer los rasgos más atrayentes de Jesús de Nazaret, nacido de María.


Continúa con el Libro de los Hechos de los Apóstoles. Allí podrás ver la hermosa actividad de la Iglesia naciente.

Después te recomendamos volver a los Evangelios, primero Marcos, luego el de Mateo y finalmente el de Juan.

Puedes intercalar, al fin, la lectura de alguna Carta de los Apóstoles: por ejemplo, a los Corintios, los Tesalonicenses, etc.

Otra forma es tener un calendario litúrgico y leer las lecturas que corresponden al día.


6-. El Nuevo Testamento

Para el cristiano lo más importante son los cuatro Evangelios, que son el alma de toda la Biblia, y luego los otros libros del Nuevo Testamento. Eso ha de ser el objetivo constante de nuestra lectura o estudio.

Pero es bueno conocer, siquiera básicamente, el Antiguo Testamento: Génesis, Exodo, Deuteronomio, Josué, 1 y 2 de Samuel, 1 y 2 de Reyes, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar, Sabiduría, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Amós, Miqueas, Jonás y el Libro de Revelaciones (Apocalipsis)


7.- Lectura y meditación de la Biblia

Después de haber leído la introducción de un libro, comienza a leer el texto mismo. No te apresures en leer todo de una vez. Lee solamente un pasaje, o un párrafo. Lee con atención y respeto, abriendo tu corazón a lo que Dios te quiere expresar. Subraya los textos que te impactan.

En la primera lectura de un texto, te conviene leer siempre las notas explicativas que se encuentran debajo del texto bíblico. Estas notas explicativas y los comentarios van a clarificarte la comprensión de los textos bíblicos más difíciles.

Son explicaciones escritas por especialistas y hay que tratar de entenderlas y, normalmente, han de ser aceptadas con confianza. Muchas personas, por no leer atentamente las notas explicativas quedan sin comprender un texto en su contexto propio, sin comprender los diversos estilos y doctrinas, y luego abandonan la lectura por aburrimiento.

Los cursillos bíblicos intensivos, con un buen profesor, pueden ayudar mucho, y quizás sean imprescindibles para comprender ciertos problemas y notas técnicas.

Y ahora, ¡a comenzar!... Trata de organizar tu vida de tal manera que todos los días encuentres un momento de 5 a 10 minutos para la Biblia. Busca un lugar tranquilo. Lee sistemáticamente, no saltando de una parte a otra, ni abriendo el libro al azar.

Nunca leas la Biblia para satisfacer tu curiosidad o sólo para saber más, sino para indagar lo que Dios quiere decirte, pues la Biblia es la Palabra de Dios, es la carta que El envía a sus hijos.

En la Biblia no busques ciencia, sino sabiduría. No tengas miedo de subrayar y poner anotaciones en tu Biblia. La Biblia no es un libro para guardar, sino para ser leída. Dice san Jerónimo:

"No debes retirarte al descanso nocturno sin haber llenado tu corazón con una pequeña parte de la Palabra de Dios".


Principales Biblias Católicas

Entre las Biblias Católicas más conocidas, y más usadas hoy entre nosotros, y entre las que podemos recomendar (hay muchas más) están las siguientes:


1.- Biblia de Jerusalén

Se llama así sencillamente por haber sido preparada por un numeroso equipo internacional de biblistas, bajo la dirección de la famosa Escuela Bíblica de Jerusalén. Apareció primeramente en francés (1956), de la que se sacó la primera edición española en 1967.

Luego ha seguido una segunda edición española en 1975, revisada y mejorada. Es la mejor Biblia desde el punto de vista crítico, teológico y académico, con notas explicativas. Su criterio ha influido decididamente en todas las otras ediciones de la Biblia.

Es imprescindible para un estudio serio de la Biblia. Sin embargo el precio de esta Biblia es generalmente muy elevado.


2.- Biblia de América

Esta versión de la Biblia apareció en 1994 y es una adaptación para América de la Biblia traducida y editada en España por la Casa de la Biblia.  Actualmente es distribuida por Verbo Divino.

Según expertos Teólogos esta Biblia de América es mucho mejor que la Latinoamericana, en lo que se refiere a traducción, notas, comentarios y temas de estudio.


3.- La Nueva Biblia Americana

Publicado el 9 de marzo del 2011, la Nueva Biblia Americana, Edición Revisada (NABRE) es la culminación de casi 20 años de trabajo de un grupo de cerca de 100 estudiosos y teólogos, entre ellos obispos, revisores y editores.

Esta versión de la Biblia incluye una traducción recién revisada de todo el Antiguo Testamento (incluyendo el Libro de los Salmos) junto con la edición de 1986 del Nuevo Testamento.

De hecho el Website del Vaticano (en inglés) utiliza esta versión de la Biblia: Vatican.va/archive/ENG0839/_INDEX.HTM


4.- Biblia del Peregrino

El traductor de la Biblia del Peregrino, Luis Alonso Schökel, fue profesor en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma. La Biblia del peregrino (1993), cuenta con una traducción hermosa, ágil y fiel, y es considerada hoy en día como la más bella traducción de los textos bíblicos.

La Biblia del Peregrino, ha tenido una gran influencia en la liturgia (especialmente los Salmos, que se ha convertido en la versión oficial). Sobresale por la bella traducción de los textos poéticos (Profetas, Job, Cantar, Proverbios, etc.) y el dinamismo de los textos narrativos.


5.- Biblia Latinoamericana

Se la conoce con este nombre, ya muy popularizado. Fue preparada por un equipo latinoamericano de pastoral. Ya han salido, al menos, 81 ediciones (1990).

Tiene el mérito de estar muy adaptada al lenguaje latinoamericano y, sobre todo, en las introducciones y comentarios refleja muy bien la realidad y problemática socio-político-religiosa de América Latina.

Ha recibido muchas alabanzas y fuertes críticas de distintos sectores de la Iglesia y de la sociedad. En nuestro medio ambiente y para fines pastorales es, una muy buena Biblia. Generalmente no es un libro muy caro; muchas veces ha sido subvencionada para el bien del pueblo.

También existe un Nuevo Testamento Latinoamericano, que es la parte más importante de toda la Biblia Latinoamericana.


6.- Otras Biblias

Hay también muchas otras ediciones católicas de la Biblia, todas muy buenas, aunque no hayan tenido, en nuestro medio, el éxito de las dos mencionadas. Entre éstas no podemos dejar de nombrar las Biblias: Nacar-Colunga, Biblia de Navarra, Biblia de Straubinger

El gran valor de estas ediciones modernas de la Biblia es, sobre todo, que se basan en los textos originales (hebreo-griego), y no en la Vulgata Latina como anteriormente se hacía.

Además en sus introducciones y comentarios recogen lo mejor de las investigaciones bíblicas modernas.

Ultimamente apareció la Biblia de Estudio de las Sociedades Bíblicas, elaborada por biblistas católicos y evangélicos, y que cuenta con el respaldo del CELAM para ser utilizada en América Latina.

"Quien medita cada día la sagrada ley divina con esta meditación a la gloria se encamina. Quien medita cada día las Sagradas Escrituras verá la mano de Dios en todas las criaturas".

jueves, 29 de noviembre de 2018

ANTES DE LEER LA BIBLIA


Antes de leer la Biblia



Dios está vivo en su Palabra para iluminarte, consolarte, fortalecerte… Pero debes acercarte a ella con verdadera fe. Antes de leerla es adecuado que te pongas en la presencia del Señor con alguna oración que te ambiente en un clima de devoción y acogida cordial del don de Dios. Puede servirte la que sigue.

Dios, mi Padre bondadoso. Estoy rodeado de ruidos y voces. Estoy cansado de escuchar palabras sin verdad, sin el calor de la intimidad personal, sin la eficacia del amor comprometido. Tú, Señor, me hablas con una Palabra nueva. Por eso quiero escucharte. Porque tu Palabra me muestra la verdad, me revela la eficacia de tu amor, me ofrece la participación en tu misma vida. Señor, que tu Palabra se haga carne en mi vida. Te ofrezco un corazón pobre y abierto. Siembra en mí tu Palabra, que tu Espíritu la haga fecunda, como en el seno de María, la santísima Virgen y Madre de Jesús. Y seré en el mundo el eco de tu voz, la proclamación de tu Evangelio. Amén.

La actitud de humilde escucha es decisiva para leer con provecho, pero es un don que debes pedirle al Señor con la confianza de un hijo. Y el libro sagrado te animará con promesas de vida sin fin, será para ti una escalera para subir al cielo, te ofrecerá normas simples de vida inocente  y  te descubrirá el amor entrañable de Dios por ti. Que sea tu alimento cotidiano.


* Enviado por el P. Natalio

martes, 7 de noviembre de 2017

LA BIBLIA CONSIDERA IMPURO A ALGÚN ALIMENTO?


¿La Biblia considera impuro a algún alimento?
Lo que entra por la boca no hace impura a la persona (Mt 15, 11)


Por: Monseñor Jorge De los Santos | Fuente: elpueblocatolico.com 




La prohibición de consumir ciertos alimentos es algo habitual en la inmensa mayoría de las sectas. La dieta de las sectas no viene provocada por razones higiénicas o culturales, como es el caso del judaísmo o del islam, sino que es consecuencia directa de una política de sus dirigentes, encaminada a conseguir que el adepto adquiera una identidad claramente diferenciada. A ello se debe que haya prescripciones dietéticas en los mormones, los adventistas, los testigos de Jehová y en prácticamente todas las sectas orientalistas. Pocas cosas sirven mejor para marcar distancias que la diferencia en la dieta o en la manera de vestir.

El Antiguo Testamento no prohíbe a los no judíos ningún alimento: El Antiguo Testamento establece una diferencia evidente entre los hijos de Israel y el resto de la humanidad. Ciertamente, los primeros se hallan sometidos (a partir de Moisés) a una dieta que se ha denominado convencionalmente levítica, en la que no sólo entra en juego la prohibición de ciertos alimentos, sino también de ciertas formas de sacrificarlos y cocinarles.

Ahora bien, para el no-judío, o sea, el no adepto no existía ninguna obligatoriedad de guardar esas normas dietéticas. Como dice Dt 14,21, incluso podían comer animales que no habían sido sacrificados ritualmente y que, por tanto, resultaban impuros por estar sin desangrar.

Jesús declaró puros todos los alimentos: Pablo nos ha transmitido la clara convicción de la Iglesia primitiva de que Cristo había nacido bajo la ley y la había cumplido para rescatarnos de la misma: “Al llegar la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley y para que recibiéramos la filiación adoptiva” (Gal 4,4-5).

Por lo tanto, el que Jesús cumpliera con las leyes dietéticas de la ley de Moisés está fuera de discusión; como también lo está el que ciertamente fue circuncidado y el que celebró las fiestas judías. Ahora bien, lo que sí es evidente es que Jesús se preocupó de marcar los senderos por los que discurrirá con posterioridad la Iglesia apostólica; y entre ellos se hallaba el de la emancipación de la ley de Moisés, que no tenía sentido teológico tras su venida. Que esto incluía abolir las distinciones entre alimentos puros e impuros se desprende de los mismos evangelios: “Luego llamó de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchadme bien todos y entended. Nada hay fuera del hombre que, cuando entra en él, pueda convertirlo en impuro. Lo que sale del hombre es lo que hace impuro al hombre. El que tenga oídos para oír que oiga». Y luego, tras retirarse de la gente, cuando entró en casa le preguntaron sus discípulos sobre la parábola. Él les dijo: «¿Tampoco vosotros lo entendéis? ¿No comprendéis que todo lo que entra en el hombre desde fuera no puede hacerle impuro, porque no penetra en su corazón, sino en el vientre y va a dar en el retrete?» Así declaraba puros todos los alimentos. Y añadía: Lo que sale del hombre es lo que hace impuro al hombre” (Mc 7,14-20).

Los apóstoles enseñaron que los cristianos podían tomar todos los alimentos: “Al día siguiente, mientras iban de camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la terraza para hacer oración. Le dio hambre y sintió deseos de comer algo. Mientras se lo preparaban le sobrevino un éxtasis y vio los cielos abiertos y una cosa que se asemejaba a un gran lienzo que descendía hasta la tierra, atada por sus cuatro extremos. En su interior había todo tipo de animales de cuatro patas, reptiles de la tierra y aves del cielo. Y una voz le dijo: «Levántate, Pedro, mata y come». Pedro respondió: «De ninguna manera, Señor; jamás he comido nada profano e impuro». La voz le dijo por segunda vez: «Lo que Dios ha purificado no lo llames profano». Aquello se repitió por tres veces e inmediatamente la cosa fue elevada hacia el cielo” (Hech 10,9-16).

La abstinencia y el ayuno, por otra parte, son sanas costumbres bíblicas practicadas en el Antiguo y Nuevo Testamento que seguimos los católicos a ejemplo de Jesús y los Apóstoles – durante la Cuaresma y a lo largo del año.

lunes, 6 de noviembre de 2017

QUÉ DICE LA BIBLIA SOBRE LAS MALAS PALABRAS Y LAS GROSERÍAS

¿Qué dice la Biblia sobre las malas palabras y las groserías?
No es que yo no quiera que las digas, es Dios quien lo señala en su Palabra


Por: P. Modesto Lule Zavala msp | Fuente: www.modestolule.com/ 



Son conocidas como malas palabras, groserías, palabras altisonantes, leperadas, vulgaridades, insultos y en algunos lugares como carnes. Son diferentes formas de dar a conocer aquella palabra que señala de manera despectiva un acto, persona o cosa. Con frecuencia la mala palabra se refiere a la sexualidad, a los progenitores, apariencia, discapacidades físicas o a las capacidades mentales de la persona. 
Lo ofensivo también puede estar en la intensión, con esto no excuso a los que se amparan en la formula graciosa y se justifican con ella. Al decir intensión es en el concepto que se tiene en dicho lugar una palabra de uso común ya sea para un país, una cultura. Es muy común en los países de Latinoamérica que tienen un mismo idioma tener diferentes acepciones de una palabra, pero con un sentido en ocasiones antagónico.
Las malas palabras no deben ser utilizadas de ninguna manera. Cierto es que muchas veces pueden salir cuando la persona se encuentra irritada y no tiene dominio de sí. Cuando esto suceda hay que dejar pasar el tiempo para que se calmen los ánimos y pedir perdón. Este tipo de palabras regularmente son pronunciadas por complejo o para llamar la atención. En cualquiera de los casos un cristiano nunca debe mencionarlas. Hace poco una persona me escribió contando que un integrante de la Iglesia había dicho que él era de mente abierta y no era escrupuloso, por lo mismo pedía que los demás fueran de amplio criterio para no juzgarlo a la ligera, ya que el caso ameritaba decir esas palabrotas. No hay ningún caso que amerite decir, ni pensar palabrotas, porque somos hijos de Dios y debemos comportarnos como tal. La Biblia dice:
«El hombre bueno dice cosas buenas porque el bien está en su corazón, y el hombre malo dice cosas malas porque el mal está en su corazón. Pues de lo que abunda en su corazón habla su boca.» (Lc. 6, 45)
Las groserías siempre se aprenden en un lugar y con un tipo de personas. Lo importante es ser sabio y buscar la forma de cambiar el ambiente para que este no te cambie.
«Los malos compañeros echan a perder las buenas costumbres.» (1 Cor. 15, 33).
A continuación quiero decir un discurso tomado literalmente de la Palabra de Dios. Alguien podrá decir, es que el padrecito ya  no quiere que digamos malas palabras, pero no es que yo no quiera, Dios es quien lo señala en su Palabra. Las siguientes citas bíblicas son claras y sencillas.
«Ustedes deben portarse como corresponde al pueblo santo: ni siquiera hablen de la inmoralidad sexual ni de ninguna otra clase de impureza o de avaricia. No digan indecencias ni tonterías ni vulgaridades, porque estas cosas no convienen; más bien alaben a Dios.» (Ef. 5, 3-4)  

«Su conversación debe ser siempre agradable y de buen gusto, y deben saber también cómo contestar a cada uno.» (Col. 4, 6) 

«No digan malas palabras, sino sólo palabras buenas que edifiquen la comunidad y traigan beneficios a quienes las escuchen.» (Ef. 4, 29)

«Pero ahora dejen todo eso: el enojo, la pasión, la maldad, los insultos y las palabras indecentes.» (Col. 3, 8)

«Deben renovarse espiritualmente en su manera de juzgar, y revestirse de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios y que se distingue por una vida recta y pura, basada en la verdad.» (Ef. 4, 23-24)

«Y yo les digo que en el día del juicio todos tendrán que dar cuenta de cualquier palabra inútil que hayan pronunciado. Pues por tus propias palabras serás juzgado, y declarado inocente o culpable.» (Mt. 12, 36-37)
Como ya hemos visto en la Palabra de Dios, encontramos corrección a nuestra manera desviada de actuar. Seamos coherentes y busquemos siempre actuar como hijos de Dios.

sábado, 12 de marzo de 2016

QUÉ DICE LA BIBLIA SOBRE LAS MALAS PALABRAS Y LAS GROSERÍAS?

¿Qué dice la Biblia sobre las malas palabras y las groserías?
No es que yo no quiera que las digas, es Dios quien lo señala en su Palabra


Por: P. Modesto Lule Zavala msp 



Son conocidas como malas palabras, groserías, palabras altisonantes, leperadas, vulgaridades, insultos y en algunos lugares como carnes. Son diferentes formas de dar a conocer aquella palabra que señala de manera despectiva un acto, persona o cosa. Con frecuencia la mala palabra se refiere a la sexualidad, a los progenitores, apariencia, discapacidades físicas o a las capacidades mentales de la persona. 
Lo ofensivo también puede estar en la intensión, con esto no excuso a los que se amparan en la formula graciosa y se justifican con ella. Al decir intensión es en el concepto que se tiene en dicho lugar una palabra de uso común ya sea para un país, una cultura. Es muy común en los países de Latinoamérica que tienen un mismo idioma tener diferentes acepciones de una palabra, pero con un sentido en ocasiones antagónico.
Las malas palabras no deben ser utilizadas de ninguna manera. Cierto es que muchas veces pueden salir cuando la persona se encuentra irritada y no tiene dominio de sí. Cuando esto suceda hay que dejar pasar el tiempo para que se calmen los ánimos y pedir perdón. Este tipo de palabras regularmente son pronunciadas por complejo o para llamar la atención. En cualquiera de los casos un cristiano nunca debe mencionarlas. Hace poco una persona me escribió contando que un integrante de la Iglesia había dicho que él era de mente abierta y no era escrupuloso, por lo mismo pedía que los demás fueran de amplio criterio para no juzgarlo a la ligera, ya que el caso ameritaba decir esas palabrotas. No hay ningún caso que amerite decir, ni pensar palabrotas, porque somos hijos de Dios y debemos comportarnos como tal. La Biblia dice:
«El hombre bueno dice cosas buenas porque el bien está en su corazón, y el hombre malo dice cosas malas porque el mal está en su corazón. Pues de lo que abunda en su corazón habla su boca.» (Lc. 6, 45)
Las groserías siempre se aprenden en un lugar y con un tipo de personas. Lo importante es ser sabio y buscar la forma de cambiar el ambiente para que este no te cambie.
«Los malos compañeros echan a perder las buenas costumbres.» (1 Cor. 15, 33).
A continuación quiero decir un discurso tomado literalmente de la Palabra de Dios. Alguien podrá decir, es que el padrecito ya  no quiere que digamos malas palabras, pero no es que yo no quiera, Dios es quien lo señala en su Palabra. Las siguientes citas bíblicas son claras y sencillas.


«Ustedes deben portarse como corresponde al pueblo santo: ni siquiera hablen de la inmoralidad sexual ni de ninguna otra clase de impureza o de avaricia. No digan indecencias ni tonterías ni vulgaridades, porque estas cosas no convienen; más bien alaben a Dios.» (Ef. 5, 3-4)  

«Su conversación debe ser siempre agradable y de buen gusto, y deben saber también cómo contestar a cada uno.» (Col. 4, 6) 

«No digan malas palabras, sino sólo palabras buenas que edifiquen la comunidad y traigan beneficios a quienes las escuchen.» (Ef. 4, 29)

«Pero ahora dejen todo eso: el enojo, la pasión, la maldad, los insultos y las palabras indecentes.» (Col. 3, 8)

«Deben renovarse espiritualmente en su manera de juzgar, y revestirse de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios y que se distingue por una vida recta y pura, basada en la verdad.» (Ef. 4, 23-24)

«Y yo les digo que en el día del juicio todos tendrán que dar cuenta de cualquier palabra inútil que hayan pronunciado. Pues por tus propias palabras serás juzgado, y declarado inocente o culpable.» (Mt. 12, 36-37)
Como ya hemos visto en la Palabra de Dios, encontramos corrección a nuestra manera desviada de actuar. Seamos coherentes y busquemos siempre actuar como hijos de Dios.

domingo, 13 de septiembre de 2015

¿QUÉ ES LA BIBLIA?


¿Qué es la Biblia?
Por: ideasrapidas.org



A. ¿QUÉ ES LA BIBLIA?

1. ¿Qué es la Biblia? Se llama Biblia al conjunto de textos inspirados por Dios para conducir a los hombres al cielo. Los libros anteriores a Jesucristo forman el llamado antiguo testamento. Los demás textos son el nuevo testamento. La inspiración divina de la Biblia está avalada por las tradiciones judeo cristianas.

2. ¿Qué dicen los judíos respecto a la Biblia? Los judíos sólo aceptan como inspirados los libros del antiguo testamento. Suelen entenderlos bastante literalmente y con rigor en aplicaciones detalladas.

3. ¿Qué dicen los protestantes respecto a la Biblia? En la teoría protestante todavía imperan los lemas de "sola scriptura" y "libre examen", que rechazan la Tradición y Magisterio eclesiástico, para afirmar que cada uno interprete la Biblia a su manera. Por esto han surgido numerosas divisiones en el protestantismo. Sin embargo en la práctica, los protestantes interpretan la Biblia según la tradición de su rama religiosa, y según las explicaciones de sus dirigentes. Es lógico que sea así.

4. ¿Qué dicen los ortodoxos respecto a la Biblia? En general, los ortodoxos coinciden con los católicos en su visión de la Biblia.

5. ¿Qué dicen los católicos respecto a la Biblia? Los católicos aceptan también que la Biblia es inspirada por Dios. En cuanto a la interpretación bíblica, los católicos siguen la Tradición, y el Magisterio del Papa.


B. INTERPRETACIÓN DE LA BIBLIA

1. ¿La Biblia necesita interpretación? Cualquier persona al leer un libro lo comprende de una manera que puede ser diferente al modo de entenderlo de otro lector. Esto es correcto también al leer la Biblia. Sin embargo, puede suceder que alguna lectura obtenga conclusiones opuestas a lo que Dios quiere decirnos. Por esto, conviene que además de las opiniones personales, exista una interpretación auténtica que garantice la fidelidad al deseo divino. Entre los católicos, esta tarea la realiza el Magisterio de la Iglesia, de acuerdo con la Tradición.

2. ¿Por qué los católicos gozan de esta interpretación auténtica? Porque Jesucristo lo prefirió así, como lo muestra la misma Biblia:

Jesucristo eligió a Pedro como cabeza y pastor de su Iglesia y le dijo: "todo lo que ates sobre la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desates sobre la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt 16, 19). (Sin referencias a la Biblia).

Jesús confirma y mejora al antiguo testamento. Sin embargo, en sus indicaciones a los Apóstoles nunca habla de seguir la Biblia, sino de predicarle a Él, sus enseñanzas.

Jesucristo dijo a los Apóstoles: "Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándoles en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo cuanto os he mandado" (Mt 28, 19-20). (Cuanto os he mandado oralmente pues así enseñó Jesús).

Jesucristo no quiso dejar ningún texto escrito, sino que prefirió elegir a sus Apóstoles como transmisores de su doctrina con la ayuda del Espíritu Santo. Las enseñanzas de Cristo son igual o más importantes que las contenidas en el antiguo testamento. Y el Señor prefirió transmitirlas oralmente dando así una categoría decisiva a la Tradición y al Magisterio de la Iglesia. Jesús no quiso escribir, prefirió dejarnos a Pedro.

3. ¿No es raro que unos hombres interpreten la palabra de Dios? No es raro, si estos hombres han recibido el mandato divino de obrar así, enseñando a todas las gentes. Además, el Papa y los obispos mantienen -lógicamente- un exquisito respeto hacia los textos bíblicos, estudiando bien su contenido; y al dar una interpretación actúan bajo la guía del Espíritu Santo y del mismo Jesucristo que cuida de su Iglesia: "Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 19-20).

4. ¿No es mejor que cada uno interprete la Biblia a su manera? Esto no es conveniente, pues con gran facilidad cada uno puede entender lo que le parezca tomando un texto aquí o allá, sin tener en cuenta otros textos bíblicos y otras enseñanzas de Jesucristo. Cada uno inventaría su propia religión en la que él sería quien dictara las normas. Y una religión inventada por uno mismo sin duda es falsa.

5. ¿Por qué Dios ha preferido actuar así? El Señor ha querido unir la Biblia a la Tradición y al Magisterio, buscando el bien del hombre:

La soberbia y autosuficiencia hacen mucho daño al hombre. Fue el pecado del diablo que quiso independizarse de Dios. Nosotros no somos dioses sino criaturas, y la autonomía respecto a Dios nos destroza. Por esto, el Señor previene el orgullo y prefiere que no sea cada uno quien se autodiseñe la Biblia.

Dios creó al hombre como ser social: "No es bueno que el hombre esté solo" (Gn 2, 18). Tampoco el hombre se autosalva, sino que conviene a la naturaleza humana avanzar hacia el Señor con la colaboración de otros hombres. Otros hombres le bautizan y confiesan. Otros hombres le ayudan a entender la Biblia.

6. ¿Algún ejemplo de interpretación bíblica? En el antiguo testamento se prescriben algunas normas limitadas a una época o situación concreta. En el nuevo testamento se corrigen algunas. Otras se han modificado posteriormente. Con esto no se actúa contra la Biblia, sino a favor de su interpretación adecuada, buscando realizar lo que Dios desea, distinguiendo lo que debe hacerse siempre, de lo que sólo eran normas circunstanciales y transitorias.

7. ¿Un ejemplo? En el antiguo testamento estaba ordenado: lapidar a las adúlteras, no comer carne de cerdo, sacrificar dos corderos cada día, realizar la circuncisión (esto era muy importante), etc. En el nuevo testamento, se lee como Dios insta a Pedro a modificar algunas cosas, sobre todo el cambio tan grande de suprimir la circuncisión. Reunidos los apóstoles con Pedro decretaron: "Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que las necesarias: abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de los animales estrangulados y de la fornicación. Obraréis bien al guardaros de estas cosas" (Hch 15, 28-29). Este texto bíblico muestra como el Señor guía a los apóstoles. Aquí, el antiguo y nuevo testamento se oponen aparentemente, pero sigue siendo Dios quien guía a su pueblo, antes mediante Moisés, luego con Pedro, ahora mediante el Papa. Es el estilo divino de actuar.

8. ¿La Iglesia católica prohíbe reflexionar en la Biblia? No, no. La lectura y meditación de la Biblia está muy recomendada en la Iglesia católica, siempre que uno la lea con deseo de orar, aprender y acercarse a Dios. Sobre todo es muy aconsejable leer los evangelios.



C. INSPIRACIÓN DIVINA DE LA BIBLIA

1. ¿Qué significa que la Biblia es inspirada por Dios? La inspiración divina de la Biblia significa que Dios mismo es el autor principal de estos libros, aunque utilizó para escribirlos un instrumento humano. El autor humano escribe con su estilo, pero bajo la inspiración divina, de modo que lo escrito realmente es palabra de Dios.

2. ¿Cómo se sabe que la Biblia está inspirada por Dios? Esta inspiración se conoce por dos motivos principales:

El Señor al dirigirse a los hombres añade a sus palabras unos hechos portentosos -milagros- que testifican esas frases como divinas. La Tradición y el Magisterio transmiten esos textos como auténticos, diferenciándolos de otros libros.

3. ¿Qué milagros ha habido? En el antiguo testamento se narran bastantes milagros, sobre todo en torno a Moisés. En el nuevo testamento son muy conocidos y abundantes los de Jesucristo. También se recogen hechos prodigiosos de los Apóstoles. Actualmente, sigue habiendo milagros de vez en cuando.


D. USO DE LA BIBLIA

1. ¿Cómo se usa la Biblia? Los teólogos emplean las sagradas escrituras para sus estudios. Los católicos usamos la Biblia para aprender y rezar, no para resolver cuestiones. Para solucionar dudas disponemos del catecismo.

2. ¿No para resolver cuestiones? Los protestantes y los judíos se preguntan ¿dónde dice la Biblia esto?, y como si todos fueran grandes teólogos se ponen a analizar las Escrituras, con resultados no siempre acertados pues no todos son expertos bíblicos. Los católicos a la hora de resolver dudas nos preguntamos más bien ¿qué dice el catecismo sobre esto? Y obtenemos grandes ventajas: el catecismo es más claro, reúne enseñanzas más desarrolladas, y es igual de seguro que la Biblia. Para resolver cuestiones, la Biblia reclama estudios e interpretación que no están al alcance de cualquier aficionado. Para rezar es maravillosa.

3. ¿Errores? En torno a la Biblia, hay unos modos de razonar que conducen a equivocaciones. Suelen coincidir en la pretensión de usar la Biblia como sistema para resolver dudas; olvidando la Tradición y el Magisterio. Veamos unos argumentos erróneos:

"Jesucristo nunca dijo esto".- Esta frase conduce a varios errores, porque en la Biblia no aparece todo lo que el Señor dijo, y hay cosas que debemos cumplir aunque Jesús no las mencionara. Por ejemplo, probablemente Jesucristo nunca habló del aborto, de las drogas, del terrorismo, de las armas de destrucción masiva, del uso de anticonceptivos, etc.

En cambio, el Señor habló varias veces del primado de Pedro y de la misión de los apóstoles. Jesús no quiso decirlo todo, sino que nos dejó al Papa como maestro y guía, que nos enseña y conduce hacia Él.

"Esto no está en la Biblia".- Otra frase que conduce a errores parecidos, porque no todo está en la Biblia. Los cristianos no seguimos a la Biblia sino a Cristo, guiados por el Papa.

"Mira lo que dice la Biblia".- Otro modo de pensar equivocado donde vuelve a usarse la Biblia para resolver cuestiones sin ser expertos. Si uno se atiene sólo a la Biblia, puede decidir que se debe lapidar a las adúlteras, que la poligamia está permitida, y que se debe circuncidar a los familiares, animales incluidos... Dejemos a los expertos que analicen las Escrituras y nosotros disfrutemos de su piadosa lectura. Para resolver cuestiones, usemos el catecismo -y lo veremos lleno de citas bíblicas bien escogidas-.

miércoles, 5 de agosto de 2015

10 PASOS SENCILLOS PARA LEER LA BIBLIA


¿Lees la Biblia? Aquí te damos 10 sencillos y poderosos motivos para hacerlo desde hoy 
Leer la Biblia te permite descubrir cómo fue que Dios se reveló al ser humano; estableció una alianza con el hombre, le prometió Su amor y salvación y lo cumplió.
Por: Alejandra María Sosa Elízaga 



Aprovecha para leerla, saborearla, meditarla, permitirle que sea lámpara para tus pasos, luz en tu sendero. Considera que tienes al menos diez razones para adentrarte en el fascinante mundo de la Sagrada Escritura:

Conocer a Dios: Sería para nosotros imposible saber algo acerca de Dios si Él no nos lo hubiera revelado. Y lo hizo a través de Su Palabra. Así que para que puedas conocerlo y consiguientemente entablar con Él una relación personal de amor y confianza, es indispensable que leas Su Palabra.

Conocerse uno mismo: La Palabra de Dios "penetra hasta las fronteras del alma y del espíritu" (Heb 4,12). Leerla te permite conocerte a fondo, pero no desde la óptica humana de juicio y condena, sino desde la mirada esperanzadora y misericordiosa de Dios.

Recibir luz: Dice el salmista que la Palabra es “lámpara para sus pasos, luz en su sendero” (ver Sal 119, 105). Siempre tiene un mensaje para iluminar tu situación actual, siempre tiene algo pertinente que decirte; a veces te consuela, a veces te exhorta, a veces te tranquiliza, a veces te inquieta y te sacude, pero puedes tener la certeza de que siempre te da lo que tu alma necesita.

Dialogar con Dios: Hay quien cree que orar consiste sólo en hablar y hablar con Dios pues Él no dice nada. Pero Dios sí habla: a través de Su Palabra. Leer la Biblia te permite escuchar lo que quiere decirte, para poder después responderle, dialogar con Él y, con Su gracia, hacerlo vida.

Participar de la reflexión y oración de toda la Iglesia: Cuando lees los textos que se proclaman cada día en Misa o en la Liturgia de las Horas, te unes a millones de católicos en todo el mundo que en ese mismo momento están leyendo, escuchando, reflexionando, orando con esas mismas palabras. Leer así la Palabra te permite participar activamente en la unidad y universalidad de la Iglesia.

Situarte dentro de la historia de la salvación: Leer la Biblia te permite descubrir cómo fue que Dios se reveló al ser humano; estableció una alianza con el hombre, le prometió Su amor y salvación y lo cumplió. Conocer el pasado te permite comprender el presente y vivirlo desde el gozo de saber que formas parte del pueblo de Dios, que eres miembro de Su rebaño, oveja del Buen Pastor.

Conocer, comprender y amar a la Iglesia: Leer la Biblia te permite conocer la Iglesia de la que formas parte para comprenderla y amarla más, y gozarte de pertenecer a ella sabiendo que fue fundada por Cristo, y aunque está formada por seres humanos susceptibles de fallar, como tú y como yo, es conducida a través de la historia, por el Espíritu de Dios.

Anunciar la Buena Nueva: Leer la Biblia te permite cumplir el mandato de Jesús de ir por todo el mundo a anunciar la Buena Nueva (ver Mc 16, 15). Sólo si conoces la Escritura puedes compartir Su luz con otros.

Conocer y defender la fe: Dice San Pablo que todo texto de la Escritura es útil para enseñar (ver 2Tim 3,16). Conocer la Biblia te permite enfrentar a quienes atacan tu fe católica y responderles no sólo con caridad sino con argumentos sólidos.

Vivir con libertad y alegría: Leer la Biblia te da libertad y alegría. La libertad de que gozan quienes abandonan la inmovilidad de las tinieblas y caminan hacia Aquel que es la Luz; la alegría de saber que Él está contigo todos los días hasta el fin del mundo, y la alegría de anunciarlo a los demás, como pide el Papa Francisco.
Hasta aquí las diez razones. Cabe aclararte que sólo son las diez primeras. Lee la Biblia y descubrirás que hay otras diez, y diez más, y más, y más...

martes, 26 de agosto de 2014

LAS ENSEÑANZAS DEL EVANGELIO


LAS ENSEÑANZAS DEL EVANGELIO 


Nunca viviremos el Evangelio si primero no lo leemos para saber lo que dice. Por eso es necesario que todos los días dediquemos unos minutos a leer un par de capítulos para irlos incorporando a nosotros y tenerlos siempre presentes a nuestra mente, porque el Evangelio no es letra muerta sino Palabra de Vida, y cada vez que lo leemos, le encontramos nuevos sentidos y aplicaciones para las cosas que nos suceden en la vida cotidiana.

En el Evangelio están todas las respuestas a las cuestiones más importantes de la vida. Sólo basta el saber encontrarlas y aplicarlas. Y para ello necesitamos de la ayuda del Espíritu Santo, que nos vaya guiando en su comprensión, y también la guía de la Iglesia Católica, que es la única que tiene la misión de interpretar correctamente el Evangelio.

Si cada día leemos un trozo del Santo Evangelio, con el tiempo lo iremos aprendiendo casi de memoria, y ante cada situación que nos encontremos en la vida, se nos ocurrirán respuestas evangélicas llenas de sabiduría. Porque en realidad no hacen falta muchos libros para ser sabios, sino que más bien con nuestra vida de todos los días y el Santo Evangelio, ya tenemos bastante para hacernos sabios según Dios.

Los cristianos a veces tenemos la tentación de buscar siempre cosas nuevas, cuando en realidad lo que debemos hacer es profundizar en las cosas que ya sabemos, pero que no hemos rumiado bien, entre estas cosas está el Evangelio, donde encontraremos una fuente inagotable de tesoros, que nos alegrarán la vida.

sábado, 9 de agosto de 2014

LOS PASAJES DIFÍCILES DE LA BIBLIA


Autor: P. Fernando Pascual L.C. | Fuente: Forum libertas
Pasajes difíciles de la Biblia
¿Cómo leer la Biblia? ¿Qué sentido tiene para los católicos este Libro en su conjunto y en sus distintas partes?
 





A veces resulta difícil comprender algunas páginas de la Biblia, especialmente del Antiguo Testamento. Leemos en ocasiones escenas, acciones, algunas presentadas como “órdenes divinas”, que hoy nos parecen contrarias a la justicia y a la bondad, que vemos como incompatibles con el modo de ser de Dios.

Las dificultades pueden superarse si aprendemos a leer la Biblia en su conjunto y en sus partes según los criterios de interpretación de la Iglesia católica. Vamos a recordar esos criterios y aplicarlos a un pasaje concreto.

Encontramos en el libro de Josué un pasaje que narra la conquista de Jericó. Josué pide a los israelitas que consagren como anatema para Yahveh todo lo que se encontraba en la ciudad, menos a Rajab la prostituta y a su familia. Las murallas de Jericó caen, y los israelitas asesinan a hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, e incluso a los animales (cf. Jos 6,1-27).

Un poco más adelante leemos cómo los gabaonitas, que vivían en la zona, estaban convencidos de que existía una terrible orden divina de exterminio. Tras haber engañado a Josué y conseguido una forma de “coexistencia pacífica” con los israelitas, explican el motivo de su mentira:

“Le respondieron a Josué: ‘Es que tus siervos estaban bien enterados de la orden que había dado Yahveh tu Dios a Moisés su siervo, de entregaros todo este país y exterminar delante de vosotros a todos sus habitantes. Temimos mucho por nuestras vidas a vuestra llegada y por eso hemos hecho esto’” (Jos 9,24).

Surge la pregunta al leer estos pasajes: ¿Dios habría dado la orden de exterminar a los pueblos que vivían en Palestina? En otras palabras: ¿es posible que Dios haya pedido a Josué que cometiese un acto que hoy nos parece claramente injusto? ¿Qué “culpa” podrían tener los civiles desarmados, los ancianos y los niños, las mujeres y los jóvenes, para ser asesinados? Además, ¿cómo justificar la conquista de una ciudad asentada durante muchos años en un lugar concreto? ¿Qué derecho tenían los israelitas de iniciar una guerra de invasión contra poblaciones que durante siglos habían vivido en aquella región?

Son preguntas, es cierto, que nacen desde nuestro tiempo histórico, y que pueden parecen fuera de sitio al ser aplicadas a una época muy diferente de la nuestra. Sin embargo, sabemos que el asesinato de inocentes o que la guerra de exterminio son actos que siempre van contra la justicia, aunque un pueblo haya llegado a un nivel de ceguera que le impida ver la malicia de sus acciones.

Pero entonces, ¿cómo Dios permitió en el pueblo elegido una actitud y unos comportamientos tan gravemente injustos? ¿No pudo haber revelado a los israelitas que nunca es lícito asesinar a inocentes, ni expulsar a una población de la tierra en la que vive?

En el camino hacia la respuesta, hemos de tener presente qué es la Biblia para la Iglesia. Luego podremos recordar los criterios de interpretación que la Iglesia usa para leer cualquier pasaje de la Biblia, y aplicarlos al relato de la conquista de Jericó.

Preguntémonos, para empezar: ¿qué sentido tiene para los católicos la Biblia en su conjunto y en sus distintas partes?

Como enseña el Concilio Vaticano II, la Iglesia considera que Dios ha inspirado todos los libros recogidos en el “canon” (la lista de escritos que constituyen la Biblia). Decir que estos libros están inspirados significa afirmar que exponen con certeza y sin ningún error lo que Dios quiere enseñarnos para nuestra salvación, porque están escritos gracias a la acción del Espíritu Santo (cf. Dei Verbum, n. 11).

Dios es el Autor de los distintos libros de la Biblia, y también es autor el hombre (escritor sagrado) que redacta bajo la luz de Dios y según sus talentos y cualidades humanas (cf. Dei Verbum, n. 11).

Encontramos, así, dos acciones en los escritos sagrados: por un lado, la acción por la que Dios quiere comunicar su Palabra; por otro, la acción del hombre que comprende y expresa el mensaje según su modo de pensar.

Teniendo esto presente, podemos preguntarnos: ¿cómo leer, cómo interpretar cada texto?

La lectura de la Biblia, en la Iglesia, se realiza según unos criterios generales y, siempre, bajo la guía del magisterio (del Papa y de los obispos que enseñan unidos entre sí por lazos de comunión y en plena sintonía con el Papa). Vamos a ver esos criterios generales de interpretación y aplicarlos a nuestro pasaje.

a. Primero, hay que identificar cuál es el género literario usado por el autor de cada libro.

Según dice Dei Verbum (n. 12), “para entender rectamente lo que el autor sagrado quiso afirmar en sus escritos, hay que atender cuidadosamente tanto a las formas nativas usadas de pensar, de hablar o de narrar vigentes en los tiempos del hagiógrafo, como a las que en aquella época solían usarse en el trato mutuo de los hombres”.

En el caso de la conquista de Jericó, el autor escoge el género de campaña militar, según la mentalidad de una época histórica en la que grupos humanos y tribus enteras pensaban que el derecho de conquista podría justificar la eliminación de las poblaciones vencidas. Además, el pueblo de Israel (y el autor sagrado es hijo de su pueblo) pensaba que ese derecho de conquista, como tantas otras tradiciones, venía directamente de Dios.

Hoy, ciertamente, reconocemos la atrocidad de la matanza de inocentes en cualquier guerra, del pasado o del presente. Pero aquel tiempo era muy diferente. Hemos de recordar, además, que Dios, en la elaboración de la Biblia, “condesciende” (cf. Dei Verbum n. 13) con los hombres y permite que elementos importantes de su mensaje queden expresados a través de palabras escritas por hombres frágiles, incluso pecadores, en un ropaje que nos puede parecer indigno, pero que es simplemente eso: lo que pensaba y vivía un grupo humano en una etapa concreta de su historia.

Hace falta, por tanto, no limitarnos a la “letra” del texto escrito para evitar el peligro de caer en el fundamentalismo. Ello nos lleva a recurrir a otros criterios de interpretación sumamente importantes. Presentamos ahora conjuntamente dos de esos criterios:

b. La Biblia necesita leerse “con el mismo Espíritu con que se escribió para sacar el sentido exacto de los textos sagrados”

(Dei Verbum n. 12). En ese sentido, toda la Escritura adquiere comprensión plena a la luz de Cristo, que es el culmen de la Revelación y centro del mensaje que Dios quiere transmitir a los hombres.

c. Hay que leer la Escritura en su unidad, de forma que ningún pasaje sea considerado de modo aislado, como si por sí mismo fuese suficiente para expresar el mensaje de Dios a los hombres.

Además, el Antiguo Testamento, que contiene “algunas cosas imperfectas y adaptadas a sus tiempos” (Dei Verbum n. 15) ha de leerse e interpretarse desde la plenitud de comprensión que recibe con el Nuevo Testamento (cf. Dei Verbum n. 16).

Volvamos a nuestro texto para iluminarlo con los dos criterios que acabamos de mencionar. El Nuevo Testamento (el Antiguo Testamento se comprende en plenitud desde el Nuevo Testamento, desde Cristo) ofrece dos textos que interpretan el pasaje que estamos considerando del libro de Josué.

El primer texto se encuentra en la Carta a los Hebreos. Allí leemos lo siguiente: “Por la fe, se derrumbaron los muros de Jericó, después de ser rodeados durante siete días. Por la fe, la ramera Rajab no pereció con los incrédulos, por haber acogido amistosamente a los exploradores” (Hb 11,30-31).

El segundo texto se encuentra en la Carta de Santiago: “Ya veis cómo el hombre es justificado por las obras y no por la fe solamente. Del mismo modo Rajab, la prostituta, ¿no quedó justificada por las obras dando hospedaje a los mensajeros y haciéndoles marchar por otro camino?” (Sant 2,24-25).

Estos dos pasajes del Nuevo Testamento interpretan la conquista de Jericó y el privilegio dado a Rajab en clave de fe y de obras: quien cree y se comporta de modo correcto se beneficia de la acción salvífica de Dios. No se habla de los otros aspectos del libro de Josué (la conquista de la ciudad, la entrega al “anatema” de hombres, mujeres, niños, animales), que quedan en la sombra y no son vistos como relevantes respecto de la pregunta con la que debemos leer la Biblia: ¿qué mensaje salvífico ofrece un pasaje concreto? La respuesta de estos dos textos del Nuevo Testamento para el pasaje que estamos considerando es clara: la fe lleva a la salvación, la falta de fe provoca la ruina de los hombres.

d. Otros criterios de interpretación: la Tradición viva de la Iglesia

Damos un paso adelante con la ayuda de otros criterios de interpretación. Uno se refiere a la Tradición viva de la Iglesia. Como enseña el Concilio Vaticano II, la Sagrada Escritura debe ser leída teniendo “en cuenta la Tradición viva de toda la Iglesia y la analogía de la fe” (Dei Verbum n. 12, cf. nn. 8-10). Nos fijamos ahora en la Tradición.

¿Qué entendemos por “Tradición viva”? En ella se recoge la predicación que los Apóstoles legaron a los obispos que les sucedieron, y que se convierte en una “transmisión viva, llevada a cabo en el Espíritu Santo”, que es “distinta de la Sagrada Escritura, aunque estrechamente ligada a ella. Por ella, la Iglesia con su enseñanza, su vida, su culto, conserva y transmite a todas las edades lo que es y lo que cree” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 78, que cita Dei Verbum n. 8). De modo especial, los Santos Padres recogen y reflejan esta Tradición viva, y nos permiten acceder en su integridad a la Revelación de Dios (que está recogida tanto en la Tradición como en la Escritura).

Lo que acabamos de decir explica por qué el cristianismo no es una “religión del libro”: no se basa simplemente en un texto sagrado en el cual se encontraría todo y al cual se debería recurrir siempre, directamente, sin intermediarios ni interpretaciones. Sobre este punto, el Catecismo de la Iglesia católica n. 108, explica:

“Sin embargo, la fe cristiana no es una religión del Libro. El cristianismo es la religión de la Palabra de Dios, no de un verbo escrito y mudo, sino del Verbo encarnado y vivo. Para que las Escrituras no queden en letra muerta, es preciso que Cristo, Palabra eterna del Dios vivo, por el Espíritu Santo, nos abra el espíritu a la inteligencia de las mismas (cf. Lc 24,45)”.

e. Otro criterio, ya mencionado, es la analogía de la fe.

Por analogía de la fe se entiende la trabazón profunda que existe entre las verdades cristianas, dentro del conjunto de la Revelación. En otras palabras, no se puede “sacar” de un pasaje bíblico una conclusión que vaya contra lo que entendemos en la lectura completa de la Biblia y de la Tradición.

Es claro que si aplicamos la analogía de la fe es imposible interpretar la conquista de Jericó como si Dios hubiera ordenado un genocidio, sencillamente porque Dios es amante de la vida y, si no amase algo, no lo habría creado (cf. Sab 11,24-26). Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y así viva (cf. Ez 18,23). El Hijo no vino para condenar, sino para salvar a todo el que crea (cf. Jn 3,16-18). El seguidor de Cristo no puede desear que caiga fuego del cielo para destruir a los que no reciben al Señor (cf. Lc 9,51-56).

Desde la ayuda y la integración de otros pasajes bíblicos podemos llegar a una lectura correcta del libro de Josué. Si, además, vemos la Tradición viva de la Iglesia y las enseñanzas constantes de los Papas y de los obispos, aparece claramente que la Iglesia no ha defendido nunca un “derecho de conquista” que implique la destrucción completa de un pueblo, sino que más bien ha condenado siempre cualquier crimen de inocentes, también en tiempo de guerra, porque va contra el quinto mandamiento, y porque nadie debería apoyarse en la Biblia para justificar ninguna guerra de agresión ni, mucho menos, el exterminio de un pueblo.

Podemos añadir aquí que el pasaje de la conquista de Jericó, como otros pasajes bíblicos, fue interpretado por algunos Escritores eclesiásticos y Santos Padres de un modo alegórico, como una figura que escondía un significado más profundo. Por poner un ejemplo, Orígenes (siglos II-III) veía en la ciudad de Jericó una imagen del mundo; en Rajab, que acogió a los exploradores, encuentra un modelo de todos aquellos que reciben a los apóstoles por la fe y la obediencia; en el hilo escarlata que cuelga en su casa (cf. Jos 2,18) descubre una señal de la Sangre salvadora de Cristo (cf. Orígenes, Homilías sobre el libro de Josué, 6,4).

Existe, ciertamente, el peligro, ya señalado por santo Tomás de Aquino y recordado en un importante documento de la Pontificia Comisión Bíblica (El pueblo judío y sus escrituras sagradas en la Biblia cristiana, n. 20), de exagerar en el uso de la alegoría y olvidar la importancia de los datos históricos. Lo que encontramos en el libro de Josué, en un estilo que ciertamente no es el de un cronista ni el de un historiador en el sentido moderno de la palabra, es la narración de la conquista de una de las ciudades de la tierra prometida.

La conquista de Jericó es un dato histórico de un enorme dramatismo. Se coloca, por un lado, en el camino de Israel, el pueblo que sale de Egipto, que es ayudado por Dios para librarse de la opresión de los egipcios, que recibe unos mandamientos y unas promesas. Por otro lado, en el momento de la llegada, del asentamiento, de la conquista de unas tierras según un deseo divino que responde a la lógica de la promesa: si el pueblo será fiel, podrá vivir en libertad y tener una patria propia.

La ocupación de la tierra prometida se realizó, como dijimos, según modos que reflejan una mentalidad muy lejana a la nuestra. El hecho de la matanza, de haber ocurrido, sigue un modo de pensar en el que el derecho de conquista “permitía” tomar medidas muy fuertes sobre los vencidos. Pero la lectura correcta del hecho, en el contexto de una intervención de Dios en la historia, no puede prescindir de que por encima de una acción injusta, y con un pueblo todavía necesitado de una profunda conversión, Dios estaba preparando un camino para ofrecer la salvación a los hombres, si éstos la aceptaban con una fe como la que, en un modo imperfecto, encontramos en Rajab.

Además, notamos que la misma narración bíblica no nos habla de un exterminio completo de los pueblos que vivían en Palestina. Como vimos, los habitantes de Gabaón hicieron alianza con Josué (cf. Jos 9,3-27).

Otros pueblos no fueron conquistados, y serán motivo de continuas guerras y aflicciones para los judíos. El autor sagrado interpretó este hecho como parte de la voluntad de Dios, que habría querido “probar” a su pueblo para ver si mantenía o no su fidelidad. Sabemos que el pueblo no fue fiel: se unió con los pueblos vecinos y cayó en la idolatría y en numerosos males y derrotas (cf. Jue 2,20-3,8).

Está claro que siempre será incorrecto considerar a los pueblos vecinos simplemente como objeto de odio o de desprecio por parte de Dios. Aunque Israel tiene clara conciencia de ser un pueblo elegido, predilecto, amado, necesita reconocer que su elección está en función del amor que Dios tiene también a otros pueblos. Lo señala expresamente la Pontificia Comisión Bíblica en el documento antes citado:

“La elección de Israel no implica el rechazo de las demás naciones. Al contrario, presupone que las demás naciones pertenecen también a Dios, pues ‘la tierra le pertenece y todo lo que en ella se encuentra’ (Dt 10,14), y Dios ‘ha dado a las naciones su patrimonio’ (32,8). Cuando Israel es llamado por Dios ‘mi hijo primogénito’ (Ex 4,22; Jr 31,9) o ‘las primicias de su cosecha’ (Jr 2,3), esas mismas metáforas implican que las demás naciones forman parte igualmente de la familia y de la cosecha de Dios. Esta interpretación de la elección es típica de la Biblia en su conjunto” (El pueblo judío y sus escrituras sagradas en la Biblia cristiana, n. 33).

Es posible, además, realizar una lectura más precisa sobre este relato y sobre los diversos pasajes del Antiguo Testamento que hablan del “anatema”. ¿En qué consiste el “anatema”? En consagrar a Dios el botín y los despojos de los derrotados, para evitar cualquier contaminación con las religiones presentes en Palestina. En Dt 13,13-19 la orden de destrucción completa afecta no sólo a los extranjeros, sino a aquellas ciudades de Israel (es decir, a los mismos judíos) que se aparten de la Alianza y den culto a otros dioses.

En realidad, ya vimos que no todos los pueblos fueron exterminados. Con el pasar del tiempo, muchos de los pueblos hostiles dejaron de existir en Palestina. Entonces, ¿cómo entender el anatema? Lo explica el documento que citamos antes:

“En el tiempo de la composición del Deuteronomio así como del libro de Josué, el anatema era un postulado teórico, puesto que en Judá ya no existían poblaciones no israelitas. La prescripción del anatema pudo ser el resultado de una proyección en el pasado de preocupaciones posteriores. En efecto, el Deuteronomio se preocupa de reforzar la identidad religiosa de un pueblo expuesto al peligro de los cultos extranjeros y de los matrimonios mixtos” (El pueblo judío y sus escrituras sagradas en la Biblia cristiana, n. 56).

En ese contexto, pueden darse tres interpretaciones del anatema, expresados en el mismo n. 56 del documento que acabamos de citar:

-primero, teológico: reconocer la tierra como un dominio del Señor;

-segundo, moral: evitar al pueblo cualquier posible tentación que pueda dañar la propia fidelidad a Dios;

-tercero, sociológico: la tentación del pasado que puede darse en el presente “de mezclar la religión con las formas más aberrantes de recurso a la violencia” (El pueblo judío y sus escrituras sagradas en la Biblia cristiana, n. 56).

Esa tercera interpretación del anatema, podemos decirlo con seguridad, no corresponde al proyecto de amor de Dios. En otras palabras, Dios no quiso de ningún modo que fueran eliminados seres inocentes en la conquista de ciudades por parte de los judíos.

Quizá para más de uno quedaría por responder una pregunta que surge al leer la Biblia: ¿por qué no simplificar el texto sagrado? ¿No sería mejor dejar de lado un Antiguo Testamento difícil de entender, con pasajes como el de la conquista de Jericó que resultan “escandalosos”? ¿No lograríamos así un cristianismo más asequible al mundo moderno?

La respuesta está en comprender la naturaleza de la Biblia: es un único libro, en el que Cristo ocupa el lugar central, y en el que cada pieza tiene su valor. El Antiguo Testamento no es un “lastre”, sino un elemento clave de la Revelación, un conjunto de libros que nos lleva a comprender mejor la acción salvadora de Dios en su Hijo encarnado.

Como recordaba la Pontificia Comisión Bíblica en el texto antes citado: “Sin el Antiguo Testamento, el Nuevo sería un libro indescifrable, una planta privada de sus raíces y destinada a secarse” (El pueblo judío y sus escrituras sagradas en la Biblia cristiana, n. 84). O, como decía san Agustín, “en el Antiguo Testamento está velado el Nuevo, y en el Nuevo está la revelación del Antiguo” (La catequesis de los principiantes, IV,8).

En conclusión, los pasajes difíciles de la Biblia adquieren su inteligibilidad a la luz de una lectura realizada dentro de la fe de la Iglesia, según unos criterios de interpretación que nos dan la llave para la comprensión de un texto que narra una historia maravillosa: la de la llamada de un Dios que ama a los hombres; y la de la respuesta de los hombres que, en medio de las mil peripecias de la vida, y con límites debidos a las distintas épocas de la historia, se dejan guiar y maduran su respuesta de amor a quien tanto nos ha amado.
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