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lunes, 23 de abril de 2018

OTRA VEZ LUNES


Otra vez lunes...



Consejos para sobreponerse a los lunes en el trabajo y sobrevivir toda la semana.


Si le preguntaran a cualquier empleado cuál es el día de la semana que más detesta, probablemente elegiría el lunes. Pero ¿qué es lo que hace a este día tan desagradable?  ¿No se supone que marca el inicio de una nueva semana de trabajo y nuevos desafíos? Usted ve una pila de carpetas apiladas en su escritorio y su primera reacción es correr gritando con su camisa sobre su cabeza. Aunque pueda sonar como la solución perfecta en el momento, probablemente no lo sea.

Aquí le damos algunos consejos para no perder la cabeza, convertirse en un fóbico al trabajo o hacer algo que después lamentaremos. Entonces... ¿qué se puede hacer para evitar la gran depresión de los lunes por la mañana? Prestar mucha atención a los siguientes datos puede ser un buen punto de partida.


1.- No se sienta abrumado.

2.- Cuando las emociones negativas se confunden con los asuntos de negocio, nada positivo sale de ello. No solamente nublará su entendimiento, probablemente teñirá su motivación y detendrá su productividad.

3.- Sepa qué esperar.

Si llegamos a nuestro escritorio cada semana para comenzar con nuestro trabajo con la idea de que no va a quedar nada pendiente, nos encontraremos con una sorpresa desagradable.  No sólo nos estamos decepcionando a nosotros mismos, sino que además seremos responsables de montar toda una escena cuyo único final posible es una gran decepción. Siempre hay que estar preparado ante la posibilidad de que surjan cosas de último momento.

4.- Tenga listas las cosas más urgentes... para ayer.

Si el presidente del banco de manera personal devuelve un llamado concerniente a la posibilidad de una línea de crédito extendida para su compañía, devuélvale el llamado lo más rápido posible. No desperdicie lo que, potencialmente, puede ayudar al crecimiento de su firma y a su expansión. Cuide las tareas importantes hoy; las cosas más pequeñas pueden esperar.

5.- Priorice sus tareas.

Cada tarea tiene un grado de importancia cuando se compara con el resto. Use esto como lema para su quehacer cotidiano. Si la tarea en cuestión puede hacer la diferencia entre que la compañía pegue un salto de calidad o deje de existir, no la postergue. En otras palabras, responda a las necesidades de su primer cliente antes de tomarse el tiempo de limpiar el horno a microondas de la oficina, si es la semana para hacerlo. Priorizar es la palabra, ni más ni menos.

6.- Siempre tenga anotada la lista de cosas para hacer.

Tomar nota de sus tareas corrientes lo tranquilizará, así como también le permitirá progresar en su trabajo a ritmo constante, sin lugar para la improvisación. Preparar una lista estándar diaria o semanal, y actualícela con las nuevas tareas que se van agregando por el camino.

7.- Termine las cosas los viernes.

Si cada lunes a la mañana es una montaña rusa de emociones con final abierto, es porque algo se está haciendo mal. Termine de hacer las cosas del viernes durante el mismo viernes. No tenga miedo de trabajar un ratito extra justo antes del fin de semana; ponga en claro cuáles son las tareas incompletas y hágalas, para luego poder disfrutar de sus días de descanso hasta su regreso.

8.- Planee las emergencias.

Como los nuevos proyectos constantemente tienen idas y venidas, tenga en cuenta por adelantado la posibilidad de posponer su tarea habitual para dar los toques finales a asuntos más importantes. Para solucionar este tipo de coyunturas se debe reservar un estimado de alrededor del 10-15% de su tiempo semanal.

9.- Encare las tareas a medida que vayan llegando.

Manejar los problemas de cada día no es algo que usted pueda sentarse y planear. Tiene que manejarse con eventos inesperados a medida que van llegando.

10.- Haga una caminata en la mitad del día.

Trabajar seguido durante todo el día no es la mejor manera de pasar el lunes. Hacerlo así solamente puede bajar su eficiencia y hundir su mentalidad. Haga un paseo por el parque, tome su almuerzo y aprecie el aire libre.

11.- Conozca sus límites.

Aún un empleado modelo tiene limitaciones cuando llega a trabajar. Apilar el trabajo daña la moral y puede enviar a cualquier empleado a un camino sin retorno. Si realmente siente que es demasiado trabajo para usted, dígaselo a su jefe. Los superiores serán comprensivos si explica que, simplemente, hay demasiado en su plato. Recuerde, alguna vez estuvieron en sus zapatos y pueden sentirse identificados.

12.- De vuelta al trabajo.

Tomarse un tiempo para ordenar las cosas el lunes le traerá algún orden el resto de la semana. Planear sus actividades con la mencionada lista de cosas pondrá las ruedas en movimiento de una manera bien aceitada, lo que resultará en mínimas cantidades de úlceras y dolores de cabeza. Muchas veces, gastamos tanto tiempo contemplando lo que debe ser hecho más que lo que realmente hay que hacer. Mire las cosas desde arriba y piense las cosas siempre en términos de progreso.



Fuente: enplenitud.com 

sábado, 21 de abril de 2018

CONFESIÓN DE TOMÁS


Confesión de Tomás



Te habla Tomás, de sobrenombre "el mellizo", por parecerme tanto a mi padre. Pasé a la historia como el hombre que no creyó que el Señor había vuelto a la vida. Muchos me llaman incrédulo, y dicen bien de mi primera reacción. El asunto es que no ven lo que yo vi, no entienden la fuerza arrolladora de aquel viernes negro.

Algunos olvidan que al principio los demás no le creyeron a las mujeres que fueron al sepulcro ¡Éramos una comunidad de incrédulos!  Sólo quien había visto ese cuerpo colgado en la cruz podía experimentar que resucitar, que el hecho de que ese despojo de hombre resucitará, era un perfecto imposible. Una contradicción tajante.

Lo que se vio allí era un cuerpo desnudo demacrado, sangre que chorreaba sin pausa, cortes en la espalda, el cráneo y los pies; salivazos por todo el cuerpo, barro metido en las heridas profundas. En fin, nada había más parecido al infierno que ese hombre. No se podía agregar nada para que fuera más desagradable... era la encarnación... de la inmundicia y el asco.

Insisto, sólo los que vimos (y lloramos) esta tarde oscura en el Gólgota podemos experimentar la distancia infinita entre este espantoso espectáculo y una vida eterna, feliz, resucitada. Era imposible -y lo era realmente- que ese hombre, mi Dios y Señor, volviera a mirarme a los ojos con la ternura con que lo hacía siempre.

¡La muerte es muerte! La del Señor no fue una luz blanca al fondo de un corredor, fueron 2 días de un cuerpo helado, pálido... ¡No fue una muerte a medias!

Entonces, cuando a los 3 días de este acontecimiento, mis hermanos me dijeron que vivía, la reacción era obvia: "Pobres hombres, no pueden aceptar que murió y que murió para siempre con su utopía: el agua que brota hasta la vida eterna como un manantial". Ahí lancé mi frase tan propagada: "Si yo no veo la marca de los clavos en sus manos y no meto mi mano en su costado, no pienso creer esta novela de amor que ustedes están escribiendo con su dolor". Yo no quería sufrir más, quería terminar de aceptar que no volvería, que se había extinguido su vida como un cirio, que se termina y nadie puede encender nuevamente. Intenté convencerlos de que la tristeza les estaba jugando una mala pasada. No me escucharon.

Durante toda esa semana seguí llorando -nunca antes ni después lloré así- la muerte de mi amigo, mientras estos otros amigos sonreían felices por aquella visita que habían alucinado. Sufrí esos días, el pecho me oprimía el corazón, respirar era jadear entre las lágrimas. Lo confieso. Pensé en el suicidio, se me cruzó por la mente. Ya no había sentido. Todo era negro, negro muerte.

Hasta que un día estábamos todos juntos, yo llorando, y apareció Él, sí Él, al que yo estaba enterrando desde hacía ocho días. Dijo: "La paz esté con ustedes" ¿¡Cómo no reconocer ese saludo!? Siempre que entrábamos en una casa durante los 3 años que caminamos juntos, él saludaba así. Era su timbre de voz, era Él. Disculpen la insistencia, pero sólo aquellos que lo habíamos escuchado hablar, sabíamos hasta qué punto su voz era única, suave y profunda, como una daga.

Lo miré y me miró. Mi corazón latía a una velocidad incalculable. Me dijo: "Trae tu dedo y mira mis manos". Sus palabras mansas se clavaban en mi corazón y me hacían doler. No había rencor en Él. Siguió: "Dame tu mano y métela en mi costado". Su costado abierto. No era romántico, no era poético su aspecto, en sus costillas tenía una herida profunda de unos diez centímetros producida por la lanza del soldado romano aquel viernes. Él me invitaba a meter mis manos llenas de lágrimas de dolor por su muerte en un hueco preñado de luz del que había brotado agua y sangre, símbolos de Vida sin fin.

Su última frase fue lo que quebró totalmente mis estructuras: "Deja de negar y cree. ¡Basta!" Fue su grito. "¡Basta Tomás de tu muerte, que no es la mía! ¡Basta de tus lágrimas incrédulas! Cree en el amor que inunda la muerte y la ahoga con una potencia arrolladora. ¡Anímate a confiar en mis palabras: salta Tomás, salta ese precipicio, te estoy esperando de este lado. Te has abrazado a mi cuerpo frío, pero resulta que hay sangre eterna corriendo por mis venas. ¡Salta el vacío, que mis manos llagadas te esperan! ¡No te me caerás de las manos, te lo aseguro, te llevaré en brazos si confías!"

Le respondí lo único que podía responderle. "Mi Señor, mi Dios".

"Crees -me dijo- porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!"

Por eso les escribo hermanos. Porque hablo con la autoridad que da el haber sido el primer infiel a gran escala. ¡Crean! ¡Crean en el viernes del horror sin par! ¡Crean en el Domingo de la Belleza luminosa! ¡El domingo en que la muerte quedó bajo tierra! ¡Ya nada, NADA puede contra mi Señor y mi Dios! ¡La muerte ha sido vencida!

¿Alguna vez entenderá nuestro corazón lo que significa que el Señor ha vuelto a la Vida?

Yo no quise creer, era demasiada Luz. Pero vi, vi y no pude contener mi llanto... estaba vivo mi amigo... y mi amigo era Dios.

AYÚDAME, SEÑOR, A TRANQUILIZARME


Ayúdame, Señor, a tranquilizarme




La paz y la serenidad son valores importantes que debes cuidar con diligencia. Con la ayuda del Señor, no te dejes perturbar por pequeñeces que debes despreciar y olvidar. Desde que te levantes elige conscientemente estar sereno y tranquilo. La persistente interiorización de estos valores producirá sus frutos.

Suaviza, Señor, los latidos de mi corazón, apacigua mi mente. Tranquiliza mi paso apresurado dándome una visión de la eterna trascendencia de mi tiempo. Dame, en medio de la confusión del día, la calma de las colinas eternas. Afloja las tensiones de mis nervios y músculos con la música del canto de los arroyos que viven en mi memoria. Ayúdame a conocer el poder mágico y restaurador del sueño. Enséñame el arte de tomarme vacaciones instantáneas, deteniéndome a mirar una flor, charlar con un amigo, leer unas líneas de un buen libro. Dame calma, Señor, e inspírame para hacer que mis raíces penetren profundamente en el suelo de los valores perdurables de la vida y así pueda crecer hacia las estrellas de mis más altas aspiraciones. 

Defiende y cultiva la paz en tu corazón, porque es el clima indispensable para crecer en plenitud en todas las dimensiones de tu vida. Vigila cuanto entra en tu corazón para que no se infiltre en él el polvo de la ansiedad, el ácido de la irritación, o el veneno del odio. Gozar de la paz profunda del alma merece estar en permanente alerta.



* Enviado por el P. Natalio

jueves, 19 de abril de 2018

CUATRO SECRETOS PARA SER FELIZ

Cuatro secretos para ser feliz



Lo que más deseamos en la vida es la felicidad. Pero en ocasiones saboteamos nuestros esfuerzos para alcanzarla. La felicidad no es un destino a donde se llega, sino es la manera de caminar por la vida.
Sin embargo, de manera extraña, en el trayecto podemos tropezar con dos problemas graves: algunos seres humanos tienen miedo de ser felices y muy pocos saben exactamente qué desean.
Si quieres vencer estos dos obstáculos y pertenecer al selecto grupo de gente feliz, te sugerimos seguir estos cuatro pasos para lograrlo.


1- Desmantela tu armadura.
Con frecuencia tememos ser felices y saboteamos nuestras ilusiones porque pensamos que no merecemos la felicidad y nos da miedo tratar de alcanzarla. La forma más sencilla y frecuente de protegernos y mantenernos a salvo es construir una armadura de acero en la que encerramos nuestros sueños y deseos para que nadie pueda alcanzarlos ni destruirlos. Y, por supuesto, el resultado es que jamás damos un solo paso para hacerlos realidad. Acepta que al reprimir tus sueños no los proteges, sino que impides que se realicen. Haz esfuerzos verdaderos para convertirlos en realidad. Esta decisión te puede llevar a correr algunas desilusiones y desengaños; pero también te llevará a éxitos que de otra manera no lograrías jamás.


2- Conéctate con los deseos de tu corazón.
Haz una "cita" contigo mismo para explorar cuáles son los sueños y los deseos que duermen en el fondo de tu corazón. Considérela y trátala como la cita más importante de tu vida. Si lo consideras necesario, asiste a ella con libreta y pluma en mano. Anota cuanta idea se te ocurra sobre lo que deseas, aunque te parezca absurda. Cuando no tenemos idea de cuáles son nuestras metas en la vida ni sabemos cómo alcanzarlas, es una buena idea ayudar al cerebro a realizar esta exploración. Lo importante es que logres conectarte con lo que tu corazón anhela realmente y que llegues a vislumbrar los diferentes caminos por medio de los cuales podrías alcanzarlo. De este modo, te será más fácil empezar a dar los pasos necesarios para convertir ese sueño en realidad. Los esfuerzos que hagas llenarán de interés tu vida y te harán probar las primeras mieles de la felicidad.


3- Reconoce tu propio poder.
Todos somos mental y físicamente capaces de hacer lo que nos proponemos; los límites los ponen nuestro miedo y nuestra imaginación. Y todos merecemos el éxito, como merecemos el amor y la felicidad. Desafortunadamente, para muchos es más fácil decir no puedo; y todos solemos creer en nuestras propias palabras. Así que para conquistar la felicidad, empieza a practicar una actitud positiva, a fomentar la confianza en ti mismo y a decir "sí puedo", a todos los retos que te vaya planteando la vida. Muy pronto descubrirás que puede hacer cosas de las que antes te sentías incapaz.


4- No tomes precauciones como pretextos.
Algunos temores son buenos. Ser precavido y cauteloso es una virtud cuando se conduce un automóvil, se tienen hijos pequeños y se desea evitar cualquier tipo de accidente. Pero cuando el miedo te impide lanzarte en busca de tus sueños, ha llegado el momento de deshacerse de él. En las decisiones importantes de la vida los temores y pretextos deben dejarse a un lado y debe imponerse el valor para correr ciertos riesgos, porque se necesita determinación para perseguir y alcanzar los grandes sueños. Para ser feliz hace falta honradez para seguir el camino correcto en su consecución y para no estropearla con la mentira o el egoísmo. Pero, ¿cómo sé en cada momento que estoy siendo honrado con las personas que realmente me importan? El problema que se nos plantea es el de reconocer el tipo de amor apropiado -cuál es la manera correcta de amar-, y saber distinguirla de un amor equivocado que pueda terminar destruyendo aquello que uno ama.



Autor Denis Derivet

miércoles, 18 de abril de 2018

EL VERDADERO CATÓLICO


El Verdadero Católico



El verdadero católico pone su confianza en Dios.

El verdadero católico conoce a Dios.

El verdadero católico se deja conocer por Dios.

El verdadero católico se alimenta del Evangelio.

El verdadero católico se alimenta de las Sagradas Escrituras.

El verdadero católico vive de los Sacramentos.

El verdadero católico ora.

El verdadero católico reza el Rosario.

El verdadero católico adora al Señor Jesucristo presente verdaderamente en la Sagrada Eucaristía.

El verdadero católico es caritativo.

El verdadero católico es prudente.

El verdadero católico dice la verdad.

El verdadero católico instruye a su hermano cuando éste se equivoca o se desvía.

El verdadero católico lee el Catecismo de la Iglesia Católica continuamente.

El verdadero católico busca dirección espiritual.

CUANDO ALGUIEN TE AMA


Cuando alguien te ama




Sabes que uno te ama de verdad, si es lento para perder la paciencia contigo, si usa en forma constructiva las circunstancias negativas de tu vida ayudándote a crecer. Esa persona está siempre de parte tuya, quiere verte madurar y desarrollarte en el amor. Constatas que día tras día reprime su ira contigo por todos los "errorcitos" que cometes, aunque sean muchos.

Cuando alguien te ama, le duele profundamente cuando pierdes el camino, pero te orienta a seguir la senda correcta. Cuando alguien te ama, sigue confiando en ti aun cuando a veces tú ni siquiera confías en ti mismo. Cuando alguien te ama, nunca te dice que eres un caso perdido; más bien trabaja pacientemente contigo porque te ama y corrige de tal manera que cuesta entender la profundidad del cuidado que tiene por ti.

¡Ojalá que también tú no abandones a un amigo, aunque muchos otros lo hagan! Quédate a su lado cuando llegue al fondo de la desesperación y veas lo que realmente es en su debilidad y límites, sin juzgarlo ni condenarlo. Ámalo de tal manera que tu amigo descubra en ti el mayor de todos los dones que le pudo hacer Dios 

(Anónimo).


* Enviado por el P. Natalio

martes, 17 de abril de 2018

PERDONAR A TODOS


Perdonar a todos




Hay que perdonar a todos, incluso a los difuntos. Dice la mística María Simma que un día fue a visitarla un campesino y le dijo:

—  Estoy construyendo un establo y cada vez que el muro llega a cierta altura, se cae. Hay algo extraño y sobrenatural en esto. ¿Qué puedo hacer?

—  ¿Hay algún difunto que tiene algo contra ti, a quién guardas rencor?

—  Oh sí, pensaba que no podía ser sino él. Me hizo mucho daño y no lo puedo perdonar.

—  Él quiere que lo perdones para estar en paz.

—  ¿Perdonarlo yo? ¿A él que tanto daño me ha hecho de vivo? ¿Para que vaya al cielo? No.

—  Pues no te dará reposo hasta que lo hayas perdonado de corazón. ¿Cómo puedes decir en el Padrenuestro: “Perdónanos como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”? Es como si dijeras a Dios: No me perdones como yo tampoco perdono.

El hombre se quedó pensativo y dijo: Tienes razón. En nombre de Dios lo perdono para que Dios me perdone también a mí. Desde ese día, no tuvo más problemas con el establo y pudo tener paz y amor en su corazón.



* Enviado por el P. Natalio

lunes, 16 de abril de 2018

LA PAZ DEL CORAZÓN


La paz del corazón




La paz del corazón es un tesoro tan grande que debemos cuidarla y defenderla. La ambición desmedida puede entregarnos de tal manera a una vida inquieta y agitada que, por lograr objetivos imprudentes, acabamos destruidos por dentro. Aquí tienes una oración responsorial que, con sus reiteraciones, te invita a entrar en un sueño apacible al amparo de Dios.

- En paz me acuesto y enseguida me duermo.
- En paz me acuesto y enseguida me duermo.

- Porque tu sólo, Señor, me haces vivir tranquilo.
- Enseguida me duermo.

- Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
- En paz me acuesto y enseguida me duermo.

La agitación y el ritmo descontrolado de las ocupaciones pueden hacerte olvidar las cosas esenciales de la vida. No te dejes perturbar por excesos o las preocupaciones cotidianas. La serenidad de tu espíritu es un valor tan grande que no merece canjearse por las cosas materiales.



* Enviado por el P. Natalio

EN EL CAMPO DE BATALLA


En el campo de batalla




El Señor te ha regalado la luz de la fe para que la irradies a tu alrededor, con el ejemplo y con la palabra. Cada uno tiene posibilidades distintas, pero no menos importantes aunque parezcan restringidas. Dios ha dispuesto que las almas vayan iluminando otras almas, como si fueran antorchas.

El capellán se acercó al soldado herido, en medio del fragor de la batalla, y le preguntó: — ¿Quieres que te lea la Biblia? —Primero dame agua, que tengo sed, dijo el herido.  El capellán le convidó el último trago de su cantimplora, aun sabiendo que el agua distaba kilómetros. — ¿Ahora, puedo leerte la palabra de Dios?, preguntó de nuevo. —Antes dame de comer, suplicó el herido. El capellán le dio el último mendrugo de pan que guardaba en su mochila. —Tengo frío, fue el siguiente clamor, y el hombre de Dios se despojó de su abrigo de campaña, pese al frío que le calaba los huesos, y cubrió al lesionado.  —Ahora sí, le dijo al capellán. Habla de ese Dios que te hizo darme tu último trago de agua, tu mendrugo y tu único abrigo. Quiero conocerlo.

Un refrán dice “las palabras mueven, pero los ejemplos arrastran”. El poder del testimonio es enorme y decisivo. Las palabras están devaluadas. Nunca el mensaje de Jesús tuvo tanta fuerza como cuando pregonó el amor desde la cruz. Para construir a tu alrededor una civilización del amor aporta cada día gestos de servicio, de humildad y generosidad.



* Enviado por el P. Natalio

domingo, 15 de abril de 2018

LOS TRES LEONES


Los tres leones




En una selva vivían tres leones.
Un día el mono, el representante electo por los animales, convocó a una reunión para pedirles una toma de decisión.
Todos nosotros-dijo el mono- sabemos que el león es el rey de los animales, pero tenemos una gran confusión: En la selva existen tres leones y los tres son muy fuertes. ¿A cuál de ellos debemos rendir obediencia? ¿Cuál de ellos deberá ser nuestro Rey?

Los leones supieron de la reunión y comentaron entre sí:
-Es verdad, la preocupación de los animales tiene mucho sentido. Una selva no puede tener tres reyes. Luchar entre nosotros no queremos ya que somos muy amigos... Necesitamos saber cual será el elegido, pero, ¿Cómo descubrirlo?

Otra vez los animales se reunieron y después de mucho deliberar, les comunicaron a los tres leones la decisión tomada:
-Encontramos una solución muy simple para el problema, y decidimos que ustedes tres van a escalar la Montaña Difícil. El que llegue primero a la cima será consagrado nuestro Rey. La Montaña Difícil era la más alta de toda la selva. El desafío fue aceptado y todos los animales se reunieron para asistir a la gran escalada.

El primer león intentó escalar y no pudo llegar. El segundo empezó con todas las ganas, pero, también fue derrotado. El tercer león tampoco lo pudo conseguir y bajó derrotado.
Los animales estaban impacientes y curiosos; si los tres fueron derrotados, ¿Cómo elegirían un rey?

En este momento, un águila, grande en edad y en sabiduría, pidió la palabra:

-¡Yo sé quien debe ser el rey! Todos los animales hicieron silencio y la miraron con gran expectativa.
-¿Cómo?, preguntaron todos.
-Es simple... dijo el águila. Yo estaba volando bien cerca de ellos y cuando volvían derrotados en su escalada por la Montaña Difícil escuché lo que cada uno dijo a la Montaña.
El primer león dijo: - ¡Montaña, me has vencido!
El segundo león dijo: - ¡Montaña, me has vencido!
El tercer león dijo: - ¡Montaña, me has vencido, por ahora! Pero ya llegaste a tu tamaño final y yo todavía estoy creciendo.
La diferencia, completó el águila, es que el tercer león tuvo una actitud de vencedor cuando sintió la derrota en aquel momento.

Los animales aplaudieron entusiasmadamente al tercer león que fue coronado El Rey de los Animales.

No tiene mucha importancia el tamaño de las dificultades o situaciones que tengas. Tus problemas, por lo menos la mayor parte de las veces, ya llegaron al nivel máximo, pero no tú.

Tú todavía estás creciendo y el Señor en ti es más grande que todos tus problemas juntos.
Todavía no llegaste al límite de tu potencial y de tu excelencia.

La Montaña de las Dificultades tiene un tamaño fijo, limitado. ¡Tú todavía estás creciendo!

viernes, 13 de abril de 2018

CUANDO SE APAGAN LAS LUCES

Cuando se apagan las luces     





Cuando una noticia nos llega de Estados Unidos, en seguida pensamos en vuelos espaciales, en computadores electrónicos, en conflictos militares, avances tecnológicos, índices de la bolsa neoyorquina, estrenos de películas, etc. Pero hay mucho más. Hasta hay noticias de la devoción a la Virgen y el rezo de su Rosario.

Desde Saint Paul, Minnesota, Estados Unidos, una señora cuenta así sus experiencias:

«Cuando era niña, nuestra familia vivía en una pequeña casa, donde la abuelita venía a visitarnos; solía estar dos o tres semanas, y nosotras nos disputábamos el privilegio de estar en su compañía. Por ser yo la mayor, conseguí dormir en una cama cerca de la suya.

Cada noche, después de apagar las luces y quedar todo en silencio, la oía cuchichear suavemente: estaba rezando. Parecía que no iba a acabar nunca y pronto me esforcé por entender lo que decía. Supe que rezaba el Rosario, y de esta manera aprendí el Padrenuestro, el Avemaría y otras oraciones de su uso particular.

La abuelita era irlandesa, católica. Nuestra madre abandonó la religión al casarse con nuestro padre. Siempre hemos ido a escuelas no católicas; en casa no había religión, excepto la de nuestra abuelita, cuando nos visitaba.    

Me casé y no me acerqué más a la iglesia. Pero nueve años más tarde sentí la necesidad de una base espiritual. Acudí a la biblioteca, estudié varias religiones Y siempre por la noche recordaba los rezos de la abuelita. Leí libros sobre el Catolicismo, que daban respuestas a todas mis dudas. Encontré un sacerdote, me instruyó en lo necesario y recibí el Bautismo.

Yo rezaba por mi marido y por mis padres. Un año después de ser cristiana, mi esposo anunció que iba a prepararse para el Bautismo. Nuestra madre se reconcilió con la iglesia. Tuvimos un hijo y lo bautizamos según el rito católico. Mi cuñada y su esposo, al ver cuán felices éramos con nuestra nueva religión, se hicieron católicos, y mi marido y yo somos padrinos de sus tres hijos.
               
¡Todo debido al Rosario rezado en voz baja por una buena mujer!



(Texto del libro "Anécdotas Marianas" 
de Fr. José A. M. Puche, 0. P.)

CORTA Y DECÍDETE A VOLAR

Corta y decídete a volar





Vivimos creyendo que un montón de cosas son imposibles para nosotros simplemente porque no lo intentamos, trabados por miedos oscuros. Con el paso del tiempo los temores se hacen más firmes y es arduo recuperar la libertad. Anímate a intentarlo de nuevo poniendo en el intento todo tu corazón.

Un rey recibió de regalo  dos pequeños halcones, y los entregó al maestro de cetrería para que los entrenara. Luego de varios meses, el maestro informó al rey que uno de los halcones estaba perfectamente, pero el otro permanecía donde lo dejó el primer día. A la mañana siguiente el monarca observó que, en efecto, el ave estaba inmóvil en la misma rama. Entonces comunicó a su pueblo que ofrecía un valioso premio a quien hiciera volar al halcón. Pasado sólo un día, con sorpresa vio al halcón volando por los jardines del palacio. El rey hizo buscar al autor del milagro. Le trajeron un campesino. El rey le preguntó: — ¿Cómo pudiste hacerlo volar? —Fue fácil, mi rey –dijo con timidez–  sólo corté la rama, y el halcón voló. Sintió que tenía alas y se largó a volar…

¿A qué te estás aferrando para no desplegar las alas del espíritu? Con un poco de coraje y de ilusión, tú puedes realizar el sueño que Dios tuvo al crearte… Él puede llamarte a una misión de insospechadas resonancias en cualquier momento de tu vida. Que sepas responder como tantos con generosidad, y decir como san Pablo: “Sé en quien he puesto mi confianza”.




* Enviado por el P. Natalio

miércoles, 11 de abril de 2018

EL PODER DE LA HUMILDAD


El poder de la humildad




El abad san Macario, marchaba un día, desde la represa hacia su celda llevando hojas de palmera, cuando se encontró de pronto con el diablo. El espíritu tenebroso quiso impresionarlo con una hoz que llevaba en su mano, pero le fue imposible. Entonces le dijo:

— ¿Qué fuerza emana de ti, Macario, que soy impotente contra ti? Todo lo que tú haces, yo lo hago también: tú ayunas y yo no como nada; tú velas y yo no duermo. Pero, me aventajas en un punto. Macario le preguntó cuál era. Él le dijo:
—Tu humildad. Por su causa yo no puedo nada contra ti.

Afirma santo Tomás que Cristo nos recomendó por encima de todo la humildad, porque con ella se anula el principal impedimento para nuestra santificación. Todas las demás virtudes derivan de ella su valor. Sólo a ella le concede Dios sus dones, y los retira cuando ella desaparece. La dignidad y grandeza del hombre es don de Dios; su miseria, fruto de su corazón extraviado.




* Enviado por el P. Natalio

lunes, 9 de abril de 2018

CUANDO DICES


Cuando dices





Cuando dices: "Es imposible" Dios dice: "Todo es posible". 
(Lucas 18:27)

Cuando dices: "Estoy muy cansado." Dios dice: "Yo te haré descansar". (Mateo 11:28-30)

Cuando dices: "Nadie me ama en verdad." Dios dice: "Yo te amo". (Juan 3:16 y Juan 13:34)

Cuando dices: "No puedo seguir." Dios dice: "Mi gracia es suficiente". (II Corintios 12:9 y Salmos 91:15)

Cuando dices: "No puedo resolver las cosas." Dios dice: "Yo dirijo tus pasos". (Proverbios 3:56)

Cuando dices: "Yo no lo puedo hacer." Dios dice: "Todo lo puedes hacer". (Filipenses 4:13)

Cuando dices: "Yo no soy capaz." Dios dice: "Yo soy capaz". (II Corintios 9:8)

Cuando dices: "No vale la pena." Dios dice: "Si, valdrá la pena". (Romanos 8:28)

Cuando dices: "No me puedo perdonar." Dios dice: "Yo te perdono". (I Juan 1:9 y Romanos 8:1)

Cuando dices: "No lo puedo administrar." Dios dice: "Yo supliré todo lo que necesitas". (Filipenses 4:19)

Cuando dices: "Tengo miedo." Dios dice: "No te he dado un espíritu de temor". (I Timoteo 1:7)

Cuando dices: "Siempre estoy preocupado y frustrado." Dios dice: "Hecha tus cargas sobre mi". (I Pedro 5:7)

Cuando dices: "No tengo suficiente fe." Dios dice: "Yo le he dado a todos una medida de fe". (Romanos 12:3)

Cuando dices: "No soy suficientemente inteligente." Dios dice: "Yo te doy sabiduría". (I Corintios 1:30)

Cuando dices: "Me siento muy solo." Dios dice: "Nunca te dejaré, ni te desampararé". (Hebreos 13:5)



Web Católico de Javier

EN MEDIO DE LA NATURALEZA


En medio de la naturaleza




En verano el calor de las ciudades nos proyecta hacia el campo, las sierras y el mar a buscar, en el contacto con la naturaleza, descanso y renovación física y espiritual. Ahí están los amplios espacios, el aire puro, la presencia de animales y aves en su propio ambiente. Todo en un clima de paz, silencio, serenidad… Una anécdota para que valores y aproveches tus vacaciones.

Una vez, el padre de una familia acaudalada llevó a su hijo a un paseo por el campo con la intención de que su hijo viera cuán pobres eran las gentes del campo. Estuvieron por espacio de un día y una noche completos en la casa de una familia campesina muy humilde. Al concluir el viaje y de regreso a casa el padre le preguntó a su hijo: —¿Qué te pareció el viaje? —Muy bonito, papá. —¿Viste qué pobre es la gente? —Sí. —Y ¿qué aprendiste? —Comprobé que nosotros tenemos un perro en casa, ellos tienen cuatro. Nosotros tenemos una pileta que llega de un tapial a la mitad del jardín, ellos tienen un arroyo que no tiene fin. Nosotros tenemos unas lámparas importadas en el patio, ellos tienen las estrellas. Nuestro patio llega hasta la tapia de la casa, ellos tienen todo un horizonte de patio. Al terminar el relato, el padre se quedó mudo....y su hijo agregó: —¡Gracias, papá, por enseñarme cuáles son nuestras pobrezas!

Entrar en contacto un poco más prolongado con la naturaleza nos acerca a una verdadera fuente de sabiduría. Allí surgen emociones y vivencias que nos hacen amar más la vida, para volver luego a nuestras ocupaciones habituales con nuevas energías y nuevas ideas. Que aproveches la fuerza renovadora de estos días de descanso.




* Enviado por el P. Natalio

SI NO LO TOCO, NO CREERÉ


«Si no lo toco, no creeré»



«Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: “La paz con vosotros”. Luego dice a Tomás: “Acerca tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino creyente”. Tomás le contestó: “Señor mío y Dios mío”. Dícele Jesús: “Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído”».

Con la insistencia sobre el suceso de Tomás y su incredulidad inicial («Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos, no creeré»), el Evangelio sale al encuentro del hombre de la era tecnológica que no cree más que en lo que puede verificar. Podemos llamar a Tomás nuestro contemporáneo entre los apóstoles.

San Gregorio Magno dice que, con su incredulidad, Tomás nos fue más útil que todos los demás apóstoles que creyeron enseguida. Actuando de tal manera, por así decirlo, obligó a Jesús a darnos una prueba «tangible» de la verdad de su resurrección. La fe en la resurrección salió beneficiada de sus dudas. Esto es cierto, al menos en parte, también aplicado a los numerosos «Tomás» de hoy que son los no creyentes.

La crítica y el diálogo con los no creyentes, cuando se desarrollan en el respeto y en la lealtad recíproca, nos resultan de gran utilidad. Ante todo nos hacen humildes. Nos obligan a tomar nota de que la fe no es un privilegio, o una ventaja para nadie. No podemos imponerla ni demostrarla, sino sólo proponerla y mostrarla con la vida. «¿Qué tienes que no lo hayas recibido? Y, si lo has recibido, ¿a qué gloriarte cual si no lo hubieras recibido?», dice San Pablo (1 Corintios 4,7). La fe, en el fondo, en un don, no un mérito, y como todo don no puede vivirse más que en la gratitud y en la humildad.

La relación con los no creyentes nos ayuda también a purificar nuestra fe de representaciones burdas. Con mucha frecuencia lo que los no creyentes rechazan no es al verdadero Dios, al Dios viviente de la Biblia, sino a su doble, una imagen distorsionada de Dios que los propios creyentes han contribuido a crear. Rechazando a este Dios, los no creyentes nos obligan a volvernos a situar tras las huellas del Dios vivo y verdadero, que está más allá de toda nuestra representación y explicación. A no fosilizar o banalizar a Dios.

Pero también hay un deseo que expresar: que Santo Tomás encuentre hoy muchos imitadores no sólo en la primera parte de su historia --cuando declara que no cree--, sino también al final, en aquel magnífico acto suyo de fe que le lleva a exclamar: «¡Señor mío y Dios mío!».

Tomás es también imitable por otro hecho. No cierra la puerta; no se queda en su postura, dando por resuelto, de una vez por todas, el problema. De hecho, ciertamente le encontramos ocho días después con los demás apóstoles en el cenáculo. Si no hubiera deseado creer, o «cambiar de opinión», no habría estado allí. Quiere ver, tocar: por lo tanto está en la búsqueda. Y al final, después de que ha visto y tocado con su mano, exclama dirigido a Jesús, no como un vencido, sino como un vencedor: «¡Señor mío y Dios mío!». Ningún otro apóstol se había lanzado todavía a proclamar con tanta claridad la divinidad de Cristo.


Padre Raniero Cantalamessa

viernes, 6 de abril de 2018

LOS EJEMPLOS ARRASTRAN


Los ejemplos arrastran



Hay un refrán que dice: “La palabras mueven, los ejemplos arrastran”. Estos dichos populares son expresión de esa sabiduría que tiene el aval de la experiencia cotidiana. Son irrefutables. Y es la pura verdad que más que las palabras lo que mueve y conmueve a grandes y pequeños son los ejemplos que vemos. Y tanto para el mal como para el bien. He aquí un ejemplo.

—¡Baja de ahí, sinvergüenza, y dime tu nombre! – le gritó el propietario a un niñito que estaba subido en un árbol robándole las manzanas.
—¿Para qué quiere saber mi nombre?
—Para llamar a tu padre y decírselo.
—Pues búsquelo en la copa de aquel manzano...

¿Gracioso, verdad? Pero la enseñanza es clara. El ejemplo debe subrayar lo que inculcas con las palabras. No puedes escribir con una mano y borrar con la otra. Sólo es posible influir positivamente con la coherencia total. Por ejemplo, ¿puede un padre o una madre orientar por el camino de la sinceridad a sus hijos, cuando manda responder a quien pregunta por teléfono: “dile que no estoy”? Que pases un buen día.



* Enviado por el P. Natalio

jueves, 5 de abril de 2018

SENTIDO DEL DOLOR


Sentido del dolor


Tarde o temprano el dolor o la prueba aparecen en la vida. Observa la naturaleza: “no hay árbol recio y consistente, si el viento no lo azota con frecuencia” (Séneca). Por otra parte “la desgracia descubre al alma luces que en la prosperidad no llega a percibir (Blas Pascal). Además “quien no ha tenido tribulaciones que soportar, es que no ha comenzado a ser cristiano de verdad (San Agustín).

“Una visión del mundo que no pueda dar sentido al dolor y hacerlo precioso, no sirve en absoluto. Fracasa precisamente allí donde aparece la cuestión decisiva de la existencia. Quienes acerca del dolor sólo saben decir que hay que combatirlo, nos engañan. Ciertamente es necesario hacer lo posible por aliviar el sufrimiento. Pero una vida humana sin dolor no existe y quien no es capaz de aceptar el dolor rechaza la única purificación que nos convierte en adultos”, escribió el  Cardenal Joseph Ratzinger.

Un golpe inesperado te duele, un revés de fortuna te abate, una enfermedad grave te desconcierta, y te quejas amargamente a Dios. Si prestases atención entonces a una voz que percibes en el fondo de tu corazón, oirías: “¿Y tú, hijo mío, por qué me has olvidado? ¿Por qué estabas adormecido en el bienestar de una vida mundana y placentera? ¿No he dicho yo que el que quiera seguirme debe llevar su cruz todos los días?” 




* Enviado por el P. Natalio

LA AGUJA DE ORO


La aguja de oro



Cuántas veces nos equivocamos al juzgar a los demás. No conocemos la realidad de las personas, con todas las circunstancias de su vida; y sin embargo las condenamos en nuestro interior porque a primera vista nos han caído mal por un detalle sin importancia. Por prudencia no te dejes llevar de reacciones instintivas. Lee esto, y saca tus conclusiones.

Había una señora que desconfiaba y sospechaba mucho de todas las personas. Así se aisló de todos, a excepción de una muchachita que le ayudaba en sus quehaceres. Nada quería tanto esa señora como su aguja de oro con la que por las tardes se entretenía cosiendo a la sombra de un árbol. Pero sucedió que un día, a pesar de que buscó por todas partes su apreciada aguja, no la encontró más. Sospechó de la jovencita y la acusó con dureza de que ella era la que le había robado su aguja de oro. Y sin más la despidió. Pasaron los meses y un día por la tarde la señora al salir al patio encontró en el árbol un lindo nido que le llamó la atención. Subió sobre una silla para ver los pichoncitos y, ¡oh sorpresa!, encontró que su aguja de oro había estado ahí todo el tiempo. La pobre señora se sintió muy mal por haber despedido a la única persona que en verdad la cuidaba y quería.

Jesús nos dice: “No juzguen y no serán juzgados”. No es fácil, pero con la ayuda del Señor avanzarás en esta dirección. Es más positivo elevar una oración por los que te hieren y fastidian que rumiar faltas de atención y agravios recibidos. Así conservarás la paz en tu corazón y harás algo en verdad efectivo para remediar los límites del prójimo. Que el Señor te asista.



* Enviado por el P. Natalio

domingo, 1 de abril de 2018

AMOR Y ESPINAS

Amor y espinas



Un día, una madre pasaba con su pequeña hija frente a un jardín público en donde abundaban los rosales. Había rosas de todos colores, todas muy hermosas. La niña se detuvo a observar una rosa.

- Mira mamá, está llorando.

- Las rosas no lloran, Laurita.

- Sí, esta está llorando mamá, ¡mira, tiene gotitas!

- No mi amor, son gotitas de rocío.

- Son lágrimas mamá y yo sé por qué lloran.

- ¿Por qué?- preguntó la madre.

-Porque tiene clavadas todas esas espinas, mamá. Le han de doler mucho, por eso llora la rosa, ¡pobrecita!

La madre sonrió con ternura ante el inocente comentario. La niña agregó:

- ¿Podemos llevarla a casa para quitarle todas esas espinas?

- No podemos, mi amor, aquí está prohibido cortar las flores.

- ¡Pero cómo la vamos a dejar así sufriendo!

-No sufre Laurita. Todas las rosas tienen espinas y no les duele.

- ¿Pero tú cómo sabes que no les duele?

La madre no supo qué responder.

Cerca de allí estaba un viejo jardinero, que había escuchado la conversación y se acercó a ellas y dijo.

-Querida niña, ¿quieres saber por qué las rosas, siendo tan bellas, tienen estas espinas tan afiladas?

- Sí señor, quiero saberlo - respondió la pequeña.

- Te lo diré. Las rosas tienen espinas, para que al tocarlas nos pinchemos los dedos...

-¿Pero eso por qué? - replicó la niña.

- Para que nunca olvidemos lo que duele un pequeño pinchazo... ¡Duele bastante! Hubo un hombre, que soportó una corona de espinas en su cabeza, además de clavos en sus manos y sus pies. Ese hombre, llamado Jesús, sufrió todo eso por amor a tí y a mí. Él pagó así por nuestros pecados, para que podamos ir al Cielo cuando dejemos esta vida.

Por eso, cada vez que veas una rosa tan hermosa... que su belleza te recuerde el sublime acto de amor de Jesús, y sus espinas, todo el dolor que sufrió por ti.

"Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna." Juan 3:16

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