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sábado, 3 de octubre de 2015

SAN FRANCISCO DE BORJA Y EL MORIBUNDO IMPENITENTE


San Francisco de Borja y el moribundo impenitente
Un cuadro de Francisco de Goya que representa la lucha entre las fuerzas celestiales y las demoníacas por el alma de un agonizante


Por: Francisco de Goya (1788) 




San Francisco de Borja y el moribundo impenitente es un cuadro de Francisco de Goya pintado en 1788 por encargo de los IX duques de Osuna para su capilla de la Catedral de Valencia. En él Francisco de Borja intenta convencer agitando el crucifijo a un moribundo de que confiese, mientras que unos seres grotescos, probablemente demonios, esperan hacerse con la posesión de su alma.

Se situó este cuadro frente al de San Francisco de Borja despidiéndose, en la capilla de San Francisco de Borja de la catedral valenciana, y representa una escena también relacionada con el antepasado de la Duquesa de Osuna que encargaba la obra: el milagro del santo al conseguir asistir y expulsar los demonios de su cuerpo a un moribundo impenitente.

San Francisco viste sencillo hábito y porta un crucifijo en su mano derecha, implorando a Jesús por el alma del moribundo. De las llagas de Cristo sale un chorro de sangre que purifica al pecador y consigue expulsar a los demonios de su cuerpo. Por cierto que los demonios se presentan como monstruos tras la cama, anticipándose a las imágenes de las Pinturas Negras de Goya. Los verdes cortinajes dividen en dos parte la composición; la zona de la derecha presidida por el santo, destacando su gesto de extrañeza ante el milagro. La izquierda con el moribundo postrado en el lecho, agonizando, con la pierna saliendo entre las sábanas para expresar el dramatismo y la tensión del momento. Las tonalidades han sido aplicadas con empastados toques de pincel, de forma rápida y contundente, demostrando el artista su valía. Los pequeños cambios introducidos en el lienzo definitivo le sitúan en una posición inferior respecto a este magistral boceto que pertenece a la Colección Marquesa de Santa Cruz, Madrid.

El asunto está arraigado en la iconografía tradicional popular, que ya desde Gonzalo de Berceo y sus Milagros de Nuestra Señora está pronta a reflejar la lucha entre las fuerzas celestiales y las demoníacas por el alma de un agonizante.

La representación de esta estampa, arraigada en el folclore ancestral por Goya, aprovecha al máximo la utilización de la luz, muy contrastada. El rigor mortis del hombre, expresado con un rictus dramático, e iluminado por un no menos teatral tono amarillento y blanquísimo, junto con la luz que desprende el aura de San Francisco y la calidez de los matices de los verdes, hacen de esta una de las más originales pinturas religiosas de su tiempo.

Es este uno de los primeros cuadros en los que los que se aprecia la categoría estética (definida en las preceptivas dieciochescas) de Lo Terrible, descrito por Anton Raphael Mengs. Pero en esta obra de Goya se va más allá, llegando a lo que los contemporáneos definieron como «Lo Sublime Terrible», que el marqués de Ureña en 1785 relacionaba con la arquitectura gótica y la utilización del negro.


Pedro de Silva, otro contemporáneo de Goya, dice de éste óleo que, con motivo de la representación de las proximidades de la muerte, el espectador que contempla el cuadro retiene «las señales terribles (...) de una alma violentamente agitada de los crueles remordimientos de sus crímenes, y de la desesperada persuasión de su próxima condenación enterna». Así, sigue diciendo que las caricaturas de los seres del fondo reproducen «el temor».

lunes, 29 de septiembre de 2014

SAN FRANCISCO DE BORJA, PRESBÍTERO JESUITA, 30 DE SEPTIEMBRE


Autor: P. Angel Amo | Fuente: Catholic.net 
Francisco de Borja, Santo
Tercer Superior General de la Compañía de Jesús, Septiembre 30

 Francisco de Borja, Santo
Presbítero Jesuita

Martirologio Romano: En Roma, san Francisco de Borja, presbítero, que, muerta su mujer, con quien había tenido ocho hijos, ingresó en la Compañía de Jesús y, pese a que abdicó de las dignidades del mundo y recusó las de la Iglesia, fue elegido prepósito general, siendo memorable por su austeridad de vida y oración (1572).

Etimología: Francisco = el abanderado, viene del germano

San Francisco Borja nació en Gandía (Valencia) el 28 de octubre de 1510, primógenito de Juan de Borja y entró muy joven al servicio de la corte de España, como paje de la hermana de Carlos V, Catalina. A los veinte años el emperador le dio el título de marqués. Se casó a los 19 años y tuvo ocho hijos. A los 29 años de edad, después de la muerte de la emperatriz, que le hizo comprender la caducidad de los bienes terrenos, resolvió “no servir nunca más a un señor que pudiese morir” y se dedicó a una vida más perfecta. Pero el mismo año fue elegido virrey de Cataluña (1539-43), cargo que desempeñó a la altura de las circunstancias, pero sin descuidar la intensa vida espiritual a la que se había dedicado secretamente.

En Barcelona se encontró con San Pedro de Alcántara y con el Beato Pedro Favre de la Compañía de Jesus. Este último encuentro fue decisivo para su vida futura. En 1546, después de la muerte de la esposa Eleonora, hizo la piadosa práctica de los ejercicios espirituales de san Ignacio y el 2 de junio del mismo año emitió los votos de castidad, de obediencia, y el de entrar a la Compañía de Jesús, donde efectivamente ingresó en 1548, y oficialmente en 1550, después de haberse encontrado en Roma a San Ignacio de Loyola y haber renunciado al ducado de Gandía. El 26 de mayo de 1551 celebraba su primera Misa.

Les cerró las puertas a los honores y a los títulos mundanos, pero se le abrieron las de las dignidades eclesiásticas. En efecto, casi inmediatamente Carlos V lo propuso como cardenal, pero Francisco renunció y para que la renuncia fuera inapelable hizo los votos simples de los profesos de la Compañía de Jesús, uno de los cuales prohíbe precisamente la aceptación de cualquier dignidad eclesiástica. A pesar de esto, no pudo evitar las tareas cada vez más importantes que se le confiaban en la Compañía de Jesús, siendo elegido prepósito general en 1566, cargo  que ocupó hasta la muerte, acaecida en Roma el 30 de septiembre de 1572.

Fue un organizador infatigable (a él se le debe la fundación del primer colegio jesuita en Europa, en su sierra natal de Gandía, y de otros veinte en España), y siempre encontró tiempo para dedicarse a la redacción de tratados de vida espiritual. Se destacó por su gran devoción a la Eucaristía y a la Santísima Virgen. Incluso dos días antes de morir, ya gravemente enfermo, quiso visitar el santuario mariano de Loreto. Fue beatificado en 1624 y canonizado en 1671, uno de los primeros grandes apóstoles de la Compañía de Jesús. 

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